El acabose del populismo bolivariano.
Enrique Meléndez.
Lo más lógico, que uno puede desear, es transitar con tranquilidad en los procesos electorales: paz a los vencidos y honor a los vencedores; aun cuando nunca se había visto tanta hostilidad de parte de un régimen contra su candidato contendor como ésta de 2024. ¿Con qué finalidad? Precisamente, con la finalidad de la provocación. Desde el mismo momento en que María Corina Machado comenzó a figurar en el escenario patrio con todos los hierros, como decimos en criollo, esta gente se desató a dar mazazos, como bien los califica Diosdado Cabello: a Dios rogando y con el mazo dando. No sin razón manipula uno en su famoso programa de los miércoles, donde promueve de todo, menos la paz.
Entonces, quien acusa a la oposición de fomentar la violencia; que fue un camino, que se escogió hace ya más de siete años, y que esta gente lo recuerda, como si fuera ayer: la oposición convencida, de que ya el gobierno aprendió a dejar que las guarimbas se cocinen en su propia salsa, y se casó con la ruta electoral, es la que más apela al capítulo de la guerra, de la provocación, sobre todo, de la utilización de la justicia como arma de terror, además del Seniat, Guardia Nacional y organismos de inteligencia policial. Al día de hoy se reportan cerca de doscientos detenidos, en lo que va de campaña; camiones, motos y hasta caballos secuestrados, además de automóviles vandalizados, como ocurrió en Barquisimeto, que se consideró, incluso, un atentado contra dos de las camionetas, en las que recorre el país la señora Machado; cuya noticia trascendió al mundo entero. Obsérvese que en el New York Times apareció un reportaje, relativo a las vendedoras de empanadas del Guárico, a quienes el Seniat y la Guardia Nacional les cerraron el negocio, y cómo se pusieron a cocinar las empanadas debajo de una mata de mamón. Porque eso se sale de lo más elemental del sentido común en un mundo ávido del sensacionalismo.
Es lo mismo que un señor, que está preso, porque le dio alojamiento a la señora Machado, seguido de cierres con multas a hoteles, restaurantes, de los que se ha servido Edmundo González Urrutia o la señora Machado; de modo que por consideración hacia los propietarios de estos servicios, ambos ahora portan su respectiva vianda en su cava o en su morral; pues si algo hay de parte de ambos señores es paciencia y tolerancia. Hay tres ventajas, que ostenta la señora Machado: está en la cincuentena de edad; Otega y Gasset la calificaba la infancia de la vejez; de modo que su organismo le permite escalar hasta la copita de un camión, y ser sostenida por las piernas; luego, tiene tal coraje, que es capaz de hacer esas maniobras y, por último, es mujer; lo que no genera ese pudor, que producen los hombres, y lo que permite que la estrechez entre ella y el pueblo sea más cálida: besos, abrazos, apretones de manos. En ese sentido, hemos podido percibir que estamos en una sociedad matriarcal, y que los hombres la toman como la madrecita, que hay que proteger. De allí la escolta de motorizados, que acompañan su caravana. Resulta impresionante como la gente de los poblados y de los caseríos, cuando pasa por ellos en su caravana, sale a recibirla, para besarla y abrazarla. Ya los entendidos admiten que el fenómeno de la señora Machado rebasa, al que se vio en las figuras de Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez, y esto porque trasciende lo político: su liderazgo alcanzó lo telúrico; a pesar de que la campaña del oficialismo trata de vincularla con lo más rancio de nuestra nobleza criolla. "La señora de los apellidos de los amos del Valle de Caracas". Sólo que nadie entiende eso, porque lo que se conoció como la lucha de clases sociales, de la que decía Marx que había sido la historia de la humanidad, en dos palabras, no está presente en la conciencia del venezolano de hoy. Nadie maneja ese discurso, porque los únicos comunistas trasnochados, que nos quedan, son los jerarcas que nos gobiernan.
Es decir, lo que estamos viendo de parte del oficialismo es la típica conducta del guapetón de barrio. Al venezolano le gusta decir en estos casos: se le salió la clase. Lo que nos gobierna es el detritus social, y de allí el uso y abuso de todas las instituciones del Estado, para desatar terror; mucho más ahora cuando se tiene miedo. El macho criollo diría: estar cagado de guapo. Lo que trata de mostrar la propaganda oficial, es que venimos de una larga guerra, a propósito de unas sanciones cercenadoras de nuestro desarrollo económico, pero que un pueblo que ha dado muestras de una gran resistencia patriótica, ha superado este manotazo del imperialismo norteamericano, y a continuación van a cambiar las cosas. Según alguien, que midió el bombardeo de la propaganda oficial en los medios de comunicación, ésta ocupa más del 80% de los espacios publicitarios; amén de las cadenas de Maduro, de Jorge y Delcy Eloina Rodríguez; cuando no, el escatológico programa de Diosdado Cabello: muy descabellado, por lo demás.
Lo otro que se ha puesto de manifiesto en este evento electoral, es que sí funcionó en esta oportunidad el endoso del voto; estrategia que fue maldita más bien en 1998, cuando la dirigencia de AD le retira el apoyo a la candidatura de Luis Alfaro Ucero, y la de Copei a la de Irene Sáez, para entonces endosarle los votos a Enrique Salas Rómer; lo que fue una maldición, digo, porque eso amotinó las bases de ambos partidos, que terminaron "suicidándose" con Hugo Chávez. Culpa de la propia clase política, que no aprobó el famoso proyecto de reforma constitucional, donde se contemplaba la segunda vuelta en las elecciones presidenciales; lo que hubiera evitado ese desenlace tan grosero. Ahora el endoso de los votos de la señora Machado a González Urrutia ha parecido más bien como una bendición de Dios. ¿El tiempo de Dios es perfecto? Diera la impresión, luego de este trajín de nuestro detritus social, que nos ha gobernado, y que ha servido para depurarnos de muchos mitos: el populismo bolivariano.