Al centro, Francisco -Chendo- Romero Millán. Foto: Cheguaco.Org.
ÑIQUICHENDO
CHENDO EN MURECHE, CON NINITO Y TAN.
Por: Jesús R. Malaver V.
Recibo en la puerta de mi lar a una pareja que se mueve en un Dodge
Dart, uno de ellos se baja y me entrega un ejemplar del tan esperado
MURECHE. Era su ronda habitual en cada edición quincenaria, de recorrido
por el pueblo de Tacarigua Arriba y Adentro. Abro el portón y trajeado
de negro, me voy por la calle Toporo en su soledumbre y melancolía, con
Cardenio y sus décimas; en mis calles veo fantasmas que deambulan con
miradas vacias y depresivas, con muchos dolores en la carne, me tropiezo
con Panchita inmensa de lenguajes afectivos y familiares, su rostro
inolvidable en estas sinapsis, aquellas calles con olores a leña y café
recién colado, cuerpos que transitan y no me ven, pasan sin mediar
cortesías, bajo cantos de azulejos y pájaros en su vuelo con rosas en
sus picos, una madrugada y su amanecer bajo aguas benditas, y aquellos
Palitos de Romero, esencia celestial de aromaterapias; Él trajeado muy
sencillo en cada ausencia de pueblerinos, con su humildad y típica
cédula vocal...su perfil en cuadros de Sthor en la Casa Grande de Las
Culturas, un gordo jocoso apoltronado en un viejo pupitre con un flaco
que parecían parodiar al Gordo y al Flaco por su humor y porfías y yo me
venía henchido de alegrías y saberes y tomaban Tan y Polar y peleaban y
se amaban, un ritual cada cotidianidad en aquella bodeguita frente a la
Casa Vieja y una Concha de sonidos, donde un día El Gordo paró sus
pasos, pero yo aún lo veo y Él me dijo que con su despedida había
sellado para siempre su pupitre, donde las matemáticas cuadraban y a
veces no, y aquel Profesor flaco Él, se fue en su carrito rojo con sus
tragos acuesta y le pedíamos a Dios lo acompañara; hoy pasó madrugador y
lento, solitario, vía su Felicidad diaria, su spa en La Fuente con sus
berenjenas, ajíes, jojotos, trinar de aves y aquellas manos entizadas en
pizarrones Udistas, jugando bolas criollas, formando generaciones de
profesionales, y Tan tan peleador y no vino a defenderlo, aquellas
décimas cuando la siembra del Tacariguero en su San Sebastian amado, su
orgullo de tener un Jurel en sus manos que salía los sábados por los
lados de El Salado. En el itinerario una macaurelita silente yace en el
piso, casas lóbregas con personajes de pintura, imágenes circulantes
pero horizontales de cenizas y huesos en necropolis, pesares, lágrimas
colectivas, llantos que irrumpen, un poeta que perfilo bajo una mata de
pan del año, entre mangos, de lado a un Molino, el buen hombre, el de
personalidad carismática El Maestro,el Administrador del periodiquito
más grande de Nueva Esparta, me refiero a Ninito Cabrera al lado de
Chendo, pero no vi más el Dodge, ni a su Director; un hombre alto,
fuerte, blanco, escritor y un grupo más de talantes transparentes y
halo divino vi traficar desde la Vereda al Molino y creo haber imaginado
a Chepascual Malaver, Alejandro Lista, a Vicente Rojas, al Capitán
Cultural Pablito Romero Millán, al Piache Mayor encabezando con su
sombrero alón, el Cheguaco de las tintas y teclas sobre papeles
iluminados...aquel día subí por única vez a su Felicidad, y no fui a
Jurel, y me nombraba y sentía orgullo por Felipe Malaver, y me dijo que
Panchita había sido su madrina. Vestido a lo deportivo, con insignias de
la UDO, iba a equis sitio a representarla en bolas criollas y él
orondo, y Tan vacilándolo, y sus manos callosas de jalar azadón, y yo
con el ejemplar número 245 de Mureche del 01-10-92 con su portada de
recortes de prensa nacional... ´´JVR: La opinión pública repudia al
Presidente´´. Y aquella larga lista de colaboradores de Mureche desde 5
hasta 500 Bs -de un Sr. Francisco Hernández Millán-, un tal Jesús
R. Malaver V. de segundo con 50 bolos y aquel temible artículo de
Chepascual en Cartas al Director ELIMINACION DEL CONGRESO Y DEMAS
YERBAS, que casi me conduce a la lucha de montaña guerrillera, y el
articulista Alexis Rodríguez Gómez –que será de su vida- cuando se
reunían en el guayacán de Lengua Divina...Epa mi primo y solía pasarse
la mano por su cabellera, somos bisnietos de Pablo Millán, el patriota
que murió de un tiro en un ojo en la Ermita de Pedregales, pero yo
investigué y ya se el sitio exacto del suceso; y que éramos familia de
Cruz Millán García y le sacaba la generación y Tan se retorcia en el
pupitre destartalado y casi se le salían los ojos por las manos, porque
Chendo le sacaba la piedra y risas risas risas risas, cálmate Tan que
Ñiquiñiqui te va a matar, y aquel tapero de la empresa de Lorenzo con su
oso en el suelo.... ´´La muerte me atravieza parte a parte/es la daga
de oro que me hurga buscando una respuesta...´´ este camino se hace
interminable y una ráfaga de viento me lleva a la casa del declamador
con su gente entre llantos, quejumbros, lágrimas, abrazos, rostros
tristes, pesadumbres, pésames, hermosos y perfumados ramilletes
florales...´´en ese momento despierto de mi letargo y era cierto, habías
muerto´´, y tu cuerpo en un féretro caoba, sellado, con el retrato de
un decimista a la usanza tacariguera, en una tarima, micrófono en mano
y, en el fondo la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. No pude ver por
última vez el rostro del querido amigo y familiar. Y lloré, lloré tanto
que la tormenta inundó las calles que junto a otros llantos se
convirtieron en un rio y yo descalzo, vi venir un hermoso perro alado,
con vistosas Barbas, con un frondoso y lozano ramillete de olorosas
flores en su boca...´´el relox había parado a las 12 en punto/la
escalera estaba rota en su cuarto peldaño/llovía, sin embargo, el agua
corría petrificada...´´ ; las cuerdas de cuatros, guitarras y mandolinas
y las voces de los cantores suenan sudorosas y lastimeras, Beto
Valderrama, sus hijos, Felito, Dalmiro Malaver y otros folkloristas
enmudecen a la multitud que indignada hacen catarsis con sus miradas y
aguas oculares venidas de ´´las rosas andantes en las neuronas del
corazón´´. Y de ahi, un ejército silente se desplaza hacia el aposento
donde se lavan las penas, con su cúpula en cruz...´´las campanas de
nuestra iglesia/sonarán por mí,/es la despedida, el momento más
triste/en que no volverán a ver mi rostro/...el rio humano sale tras una
yacija que cargan cuatro hombros y cientos de reemplazo, vía Real de la
auténtica morada...´´y sin embargo tu fantasma mío/ sabes que del morir
se hace la vida/ que en el destierro hay patrias interiores/que la
muerte es el ángel de la vida/y que mi muerte aullante será la
morada/donde reposarán los huesos míos´´. Y aquella décima de José
Ramón, y las hermosas palabras con una rosa roja en la mano de Graciana,
y la emotividad de un exalumno nieto de Maestro de Maestros, y Edgar
Lárez dándole su adios, y de un testigo presencial, Juan, tan sencillas y
sentidas y aquel minuto de manos cantoras que prosiguieron y no han
parado...´´hace pocas horas fui arrojado a las tinieblas del
nadir/receptáculo de la materia insensible/...el tránsito metafísico de
la energía/había ascendido a un espacio de Luz/diametralmente opuesto a
lo telúrico/...-el Reino de la Utopía-/No existían ni políticos,
abogados ni militares/ Había arribado al Paraíso... Y allá también me
recibieron con aplausos y todos mis tacarigueros se reencontraron y me
condujeron de sus manos... y no pude ver atrás, ni recordar, ni dormir,
ni soñar, solo estas calles vacías, corazones destrozados, un pueblito
fantasmal donde aún quedan melodías que en ejercicio de las ausencias,
-simplemente es el tiempo- emigrarán a la ausencia misma y en ese
espacio nos volveremos a ver. ´´LA MUERTE NO ES VERDAD, SI SE HA
CUMPLIDO BIEN LA OBRA DE LA VIDA´´. En la hoja de un olivo te he visto
pasar, vía Paraguachí, norte franco, buen viaje FRANCISCO ROMERO MILLÁN.
IMAGEN SUPERIOR: LA FIESTA DE CHOPO 60, cortesía de
Cheguaco.Org
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SE QUEDÓ "CHENDO" EN LA NADA.
Autor: Dalmiro Malaver "La Culebrita de Oriente".
I
Tus Palitos de Romero
Quedaron sin una hoja
Y sufriendo su congoja
Tu pueblo Tacariguero;
Se ha marchado el Conuquero,
Dijo adiós el Profesor,
Levantó vuelo el Cantor
De la trova improvisada,
Se quedó "Chendo" en la nada
Causando un hondo dolor.
II
Tus Palitos de Romero
Quedaron entristecidos,
Y están muy compungidos
Tu Mapire y tu Sombrero;
El celeste veranero
Pintó oscuro en la alborada,
Una brisa desolada
Enlutó la cordillera
Y en una loma maicera
Se quedó 'Chendo" en la nada.
III
Tus Palitos de Romero
Quedaron secos al viento
Y en un solo sufrimiento
El azadón montañero;
Un aliento lastimero
Anunciaba tu agonía,
Maldita la mano impía
De la acción ejecutada,
Se quedó "Chendo" en la nada
Al pie de la Serranía.
IV
Tus Palitos de Romero
Quedaron en los rastrojos
Cuando cerraron tus ojos
En un rojizo charquero;
La inspiración del coplero
Ha quedado silenciada,
La pizarra esta borrada
Y se oye en el más allá
Ñiqui Ñiqui Ñiquiña
Se quedó "Chendo" en la nada.
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ALIÑO COMPUESTO
Francisco –Chendo- Romero
Este viernes 29 de julio lo
encontraron muerto en la casa de su conuco. Uno de sus amigos abrió la puerta
del cuarto y allí estaba. Lo mataron y le robaron el carro. Esta muerte nos
duele –como toda muerte- y duele mucho.
1º Ago, 2016 | La muerte lo
encontró donde más le gustaba estar: En su conuco. Francisco -Chendo- Romero
era licenciado en Matemáticas. Y cantor de galerones, El Ñiqui Niqui, se hacía
llamar. Y era amigo, sobre todo amigo y solidario. Una vez que se jubiló como
profesor de la Universidad de Oriente, se dedicó a su conuco en Paraguachí, en
La Rinconada. Allí invitaba a sus amigos a sembrar y a comer de sus sabrosos
sancochos.
Juntos estuvimos en la creación
del periódico Mureche. Chendo era su director y yo me sentaba muchas veces en
un cuartico de su casa a escribir las Goterones mientras él colocaba el
esténcil en el multígrafo, como también lo había hecho Pablo –Pablito-Romero
Millán en el Comité de Desarrollo Cultural de Tacarigua -CDC-. Ese periódico
salía mensualmente y se enviaba por todo el oriente del país y Caracas y
Maracaibo. Chendo escribía unas décimas en forma de editorial que titulaba
Palitos de Romero.
Antes de salir para su conuco, en
Paraguachí, pasaba muy temprano por la casa del señor Ninito Cabrera, allí nos
encontrábamos siempre. Nuestra inolvidable y querida, señora María Torres, nos
servía el café, y el señor Cabrera, Chendo y yo, conversábamos siempre de lo
que estaba pasando. Después Chendo se despedía y salía rumbo a su conuco en
Paraguachi.
Este viernes 29 de julio lo
encontraron muerto en la casa de su conuco. Uno de sus amigos abrió la puerta
del cuarto y allí estaba. Lo mataron y le robaron el carro. Esta muerte nos
duele –como toda muerte- y duele mucho, porque Chendo era uno de los mejores,
de los solidarios, de los nuestros, de los buenos tacarigüeros amantes de su
pueblo.
Francisco -Chendo- Romero, mi
amigo, quería tanto a su tierra, que seguramente la tierra, el día que lo
enterraron, abrazó su cuerpo para sembrarlo con ella.