Algunos ejecutivos de Disney parecen no haber entendido que una de las luchas clave que se están dando en este país es la de los padres defendiendo a sus hijos del adoctrinamiento de activistas LGBTI. A la gente muchas veces le molesta las decisiones de los políticos, pero no es tan activa a la hora de rechazar esas malas políticas. Sin embargo, cuando se trata de los niños el asunto es a otro precio: ningún padre permitirá que se metan con su hijo.
En los últimos días hemos visto a varios ejecutivos de Disney hablar de "explorar historias queer" y promover personajes trans, bisexuales y "no conformes con el género"; planear que el 50 % de los personajes sean LGTBI y minorías raciales; impulsar una "agenda gay nada secreta" y oponerse a la ley del gobernador de Florida, Ron DeSantis, que protege a niños de tercer grado hacia abajo de ser hipersexualizados con enseñanzas sobre género y asuntos sexuales.
Esto no se trata de partidos ni de respeto a las decisiones sexuales de los individuos, como algunos activistas afirman equivocadamente. Nada tiene que ver el respeto por el estilo de vida del otro con decirle a un niño de seis o siete años que está bien vestirse como niña y que puede elegir su sexualidad. Por eso las quejas contra Disney vienen de padres pertenecientes a todos los sectores políticos y a todas las creencias.
Cualquier padre tiene claro que muchos de los comportamientos de los niños en sus primeros años vienen forjados por la imitación y por lo que les enseñan los adultos a su alrededor. Poner a los niños a ver cómo los personajes animados que ellos admiran cambian de género como si se tratara de elegir un sabor de helado es un asunto muy peligroso y dañino.
Vanessa Vallejo