JUAN A. PÈREZ BONALDE Y ANDRÉS ELOY BLANCO EN LA CIMA DEL ÁVILA
ENCUENTRO
Habiendo nacidos con 51 años de diferencia, Juan Antonio Pérez Bonalde (1846) y Andrés Eloy Blanco (1897), el mundo literario y poético los unió en un encuentro, fraternal y venezolanista por su labor, en la cima del Ávila, una soleada tarde que les permitió disfrutar el paisaje del mar y del valle de Caracas. Allí se conocieron, y después de las reminiscencias de viejos tiempos no compartidos, pero con el padecimiento de un mismo mal: el EXILIO y sus consecuencias, comenzaron a platicar, de una manera muy semejante, que les permitía interpretar lo escuchado y muchas veces revivirlo.
Andrés Eloy cedió la palabra a Pérez Bonalde. Oigámoslos:
JUAN ANTONIO PÉREZ BONALDE
EL REGRESO A SU PATRIA:
* ¡Tierra!, grita en la proa el navegante, una línea indecisa entre brumas y ondas se divisa; destacándose va del horizonte, la cumbre azul de un monte; van extendiéndose en el cerro formas que he visto cuando soñaba con la dicha en mi destierro.
* Hay algo en esos rayos brilladores que juegan por la atmósfera azulada, que me habla de ternuras y de amores de una dicha pasada, y el viento al suspirar entre las cuerdas, parece que me dice: « ¿no te acuerdas?».
* ¡Luz, luz al fin! Los reconozco ahora: son ellos, son los mismos de mi infancia, y esas playas que al sol del mediodía brillan a la distancia, ¡oh, inefable alegría, son las riberas de la patria mía!
* Ya muerde el fondo de la mar hirviente del ancla el férreo diente; ya se acercan los botes desplegando al aire puro y blando la enseña tricolor del pueblo mío. ¡A tierra, a tierra, o la emoción me ahoga, o se adueña de mi alma el desvarío!
* ¡Volad, volad, veloces, ondas, aves y voces! Id a la tierra en donde el alma tengo, y decidle que vengo a reposar, cansado caminante, del hogar a la sombra un solo instante.
BIENVENIDO
* ¡Boga, boga, remero, así llegamos! ¡Oh, emoción hasta ahora no sentida! ¡Ya piso el santo suelo en que probamos el almíbar primero de la vida!
* Todo me habla de sueño y cantares, de paz, de amor y de tranquilos bienes, y el aura fugitiva de los mares que viene, leda, a acariciar mis sienes, me susurra al oído con misterioso acento: «Bienvenido».
* Ya ocultándose va tras un recodo que hace el camino, el mar, hasta que todo al fin desaparece. Ya no hay más que montañas y horizontes, y el pecho se estremece al respirar, cargado de recuerdos, el aire puro de los patrios montes.
CARACAS…
* De pronto, al descender de una hondonada, ¡Caracas, allí está!, dice el auriga, y súbito el espíritu despierta ante la dicha cierta de ver la tierra amiga. ¡Caracas allí está; sus techos rojos, su blanca torre, sus azules lomas, y sus bandas de tímidas palomas hacen nublar de lágrimas mis ojos!
* ¡Apura, apura, postillón, agita el látigo inclemente!
¡Al hogar, al hogar, que ya palpita por él mi corazón… Mas, no, detente!
* ¡Oh infinita aflicción, oh desgraciado de mí, que en mi soñar hube olvidado que ya no tengo hogar…!
* Para, cochero; tomemos cada cual nuestro destino; tú, al lecho lisonjero donde te aguarda la madre, el ser divino que es de la vida centro de alegría, y yo…, yo al cementerio donde tengo la mía.
ANTE LA TUMBA DE SU MADRE
* ¡Oh, insoluble misterio que trueca el gozo en lágrimas ardientes!
¿En dónde está, Señor, ésa tu santa infinita bondad, que así consientes junto a tanto placer, tristeza tanta?
* Madre, aquí estoy: de mi destierro vengo a darte con el alma el mudo abrazo que no te pude dar en tu agonía; a desahogar en tu glacial regazo la pena aguda que en el pecho tengo y a darte cuenta de la ausencia mía.
* Madre, aquí estoy; en alas del destino me alejé de tu lado una mañana, en pos de la fortuna que para ti soñé desde la cuna; mas, ¡oh, suerte inhumana! hoy vuelvo, fatigado peregrino, y sólo traigo que ofrecerte pueda, esta flor amarilla del camino y este resto de llanto que me queda.
* Tú, dulce madre, tú, cuando infelice, dijiste al estrecharme contra el pecho: «Tengo un presentimiento que me dice que no he de verte más bajo este techo».
* Bien recuerdo aquel día que el tiempo en mi memoria no ha borrado; era de marzo otra mañana fría, y los cielos cerraba otro nublado. Triste, enfermo y sin calma, en ti pensaba yo, cuando me dieron la noticia fatal que hirió mi alma. Lo sentí, decirlo no sabría…
* ¡Feliz quien como tú ya en esta vida no tiene que luchar contra la suerte y puede reposar en la seguida inalterable calma de la muerte
* Esa, madre, es tu gloria y alta recompensa de tu historia, que el premio sólo del deber sagrado que impone el cristianismo está en el hecho mismo de haberlo practicado.
DESPEDIDA: Soledad y tristeza
* Madre, voy a partir; mas parto en calma y sin decirte adiós, que eternamente me habrás de acompañar en esta vida. Tú has muerto para el mundo indiferente, mas nunca morirás, madre del alma, para el hijo infeliz que no te olvida. Y fuera el paso nuevo,
* Ya lejos de los túmulos me encuentro, ya me retiro, solitario y triste; mas, ¡ay! ¿a dónde voy? ¡si no existe de hogar y madre el venturoso centro!… ¡A dónde? ¡A la corriente de la vida, a luchar con las ondas brazo a brazo hasta caer en su mortal regazo con el alma en paz y con la frente erguida!
HABLA ANDRES ELOY…
ANDRÉS ELOY BLANCO.
LA PATRIA.
* Dos cielos bendigamos: la Patria, donde nuestro corazón está preso; la Madre que es la patria que primero habitamos.
* Nacimos en la pura tierra de Venezuela, más poblada en la gloria que en la tierra.
* Amamos a Bolívar como a la vida misma, y al pueblo de Bolívar, más que a la vida entera.
* Rómulo: ya la Patria está muy lejos; la escucho ya en canciones y relatos.
* Su Patria fue la Patria de los niños poetas que jugamos por ella, con sables y cornetas.
* Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria, cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella.
* Si eres malo con Venezuela, es lo mismo que si al espejo de tu madre lo quebraras con una piedra.
LA CÁRCEL
* El hijo vil que se eterniza adentro y el hijo grande que se le muere afuera.
* Dios tiene sus cárceles para que florezcan las Patrias.
* Desde este calabozo donde los hombres mueren, saludo al Hombre virgen, que parirá cuando convenga.
* Amigo, hay que estar preso para saber lo hermoso que es lo hermoso.
* Así debe estar la Patria, que mientras están sus novios metidos en la Cárcel, se deja crecer las tranzas y pone triste la cara”
LA MADRE AUSENTE.
* Son iguales la madre de Cristo y la de Judas, porque ambas están hechas de pulpa milagrosa.
* ¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda que a ti me lleva, Madre?.
* La ausencia despierta en mi esperanza cautiva ese olor a patria viva que me dejó mi madre muerta.
* ¡Yo estoy tan solo, madre, tan solo!; pero miento que jamás lo estuviera: estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año pasado que se queda.
* La bendición, mi madre que el Señor te proteja.
* Madre, como están ácidas las uvas en tu ausencia.
* ¿Por qué razón estoy hoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo más que tu amor?
* Madre, si me matan, déjame en tu cuarto, cerca de tu cama dormidos iremos quedando, uno con su muerte y otros con sus sueños.
* Yo soy un hombre solo en busca de un camino. ¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda, que a ti me lleva, madre?
* Tú eres mi madre que me dice siempre que son hermosos mis poemas.
Para ti, yo soy grande: cuando dices mis versos, yo no sé si los dices o lo rezas…
* Pienso que tienes todavía, madre, retazos de carbón en la cabeza, y ojos tan bellos que por mi regaron su clara pleamar en tus orejas.
* Mi labio está bebiendo de tu seno, que es el racimo de la parra buena, el buen racimo que exprimí en el día sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
* Madre, esta noche se nos muere un año; todos estos señores tienen su madre cerca, y al lado mío mi tristeza muda tiene el dolor de una muchacha muerta…
Recopilación y selección de textos:
Daniel E. Chalbaud Lange
Valencia. 03.03.2021
FUENTE:
Versos de J.A. Pèrez Bonalde: “CIUDAD SEYA”. Casa digital del escritor. Luis López Nieves. Internet.
Versos de Andrés Eloy Blanco: “Mensajes de un Poeta de mi Pueblo”
Daniel Chalbaud Lange. Dirección de Artes Gráficas del Ministerio de la Defensa. 1985. Caracas.
IMÁGENES: El Ávila, Juan Antonio Pérez Bonalde y Andrés Eloy Blanco, por cortesía de: Wikipedia
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