Lo que el trapito no quitará a Pdvsa.
Por: Alejandro
Armas
Fecha: 05/01/2018
La “limpieza” ordenada
por el Gobierno dentro de la industria petrolera ha sacado trapitos sucios
hasta de los niveles más elevados. A Rafael Ramírez, quien se encargó de
administrarle a Chávez por una década la generadora de casi todas las riquezas
del Estado, también lo han puesto bajo el reflector fiscal.
Las denuncias esgrimidas
desde hace años sobre una corrupción gigantesca en Pdvsa, ignoradas o
desestimadas como “campaña contrarrevolucionaria” por las autoridades, ahora
son presentadas por esas mismas autoridades como su gran hallazgo. El principal
señalado no tardó en reaccionar, acusando a su vez a sus inquisidores de
conformar una cábala de estafadores que acabaron con el legado del “comandante
eterno”. En fin, ante los ojos de los venezolanos ha habido un lamentable
espectáculo de atribuciones de culpas por delitos y fracasos que han
contribuido con el calamitoso estado del país, esgrimidas con el descaro de
quienes estuvieron en contacto constante con el lodazal y ahora pretenden que
los vean como inmaculados.
Pdvsa está mal. Muy mal.
Por primera vez las autoridades reconocen que hay un problema no menor. Sin
embargo, todo el camión de estiércol lo descargan sobre Ramírez y compañía,
como si aquel no hubiera sido colocado donde estuvo y mantenido largo tiempo
ahí por Chávez. Porque no puede haber ninguna mancha que ensucie la obra
política del fundador del movimiento gobernante, nada que sirva para cuestionar
el culto cosechado en torno a su figura.
Pero el paso de Ramírez
y sus adláteres por Pdvsa, así como todo lo que ello ha significado para la
empresa, no puede ser disociado de las decisiones de Chávez y de la manera en
que el chavismo ha llevado las riendas de Venezuela. Es una historia de
barbaridades que tienen sus orígenes en la misma visión del poder que, en
esencia, no ha cambiado.
Sería necio negar que desde
que se hizo efectiva la estatización del petróleo en Venezuela, en los albores
de 1976, la renta producida por el mismo ha permitido a la República financiar
gigantescos proyectos concebidos bajo el halo de políticas sociales, enfocadas
a menudo en el beneficio de los sectores más humildes de la población. También
es cierto que tal administración de los recursos petrolíferos llevó en más de
una ocasión al desarrollo de estructuras clientelares para salvaguarda de
intereses partidistas. Todo esto, aunado a posibles deficiencias gerenciales,
puede generar críticas como parte del debate público sobre el papel del Estado
en el sector nacional de hidrocarburos, sobre todo desde un punto de vista
liberal.
Sin embargo, Pdvsa antes
de 2002 estaba lejos de ser el desastre actual. A pesar de lo argumentado en el
párrafo anterior, la compañía siempre mantuvo un margen de autonomía financiera
y administrativa con respecto a los ocupantes de Miraflores y sus intereses
políticos. Esa es la diferencia entre una empresa del Estado y una empresa del
Gobierno o, peor, del partido oficialista. A nadie en los años 70 u 80 se le
hubiera ocurrido afirmar que Pdvsa era “blanca blanquita” o “verde verdecita”.
Además,
independientemente del porcentaje de renta petrolera destinado a proyectos
sociales públicos, una porción quedaba para inversión en la propia Pdvsa. No
hay que ser un Rockefeller para comprender que una petrolera necesita fondos
cuantiosos para mantener sus actividades de extracción y refinación. También
para exploración de yacimientos nuevos y la innovación industrial.
Pues bien, todo esto le
resultó chocante a Chávez. En un país donde la palabra “socialismo”
representaba un concepto no muy digno de confianza, es probable que el teniente
coronel devenido en jefe de Estado considerara indispensable consolidar su
apoyo con políticas sociales gigantescas de ejecución rápida. Para eso hacía
falta dinero y ahí estaba la renta petrolera, pero con el problema de que el
funcionamiento tradicional de Pdvsa no era adaptable a tales fines. Así que el
control de la compañía por el chavismo debía ser ilimitado. Ello consiguió un
primer gran escollo en la gerencia de la empresa, apegada a la cultura de
autonomía. Chávez la descabezó en 2002, en uno de sus arranques de mandamás. Creyendo
que cometía una gracia, despidió a los gerentes molestos con un pito, como un
árbitro que expulsa a jugadores de un partido de fútbol. La meritocracia,
filosofía que sustentaba la jerarquía en la empresa, fue objeto de burlas y
descalificaciones por parte del “comandante”.
En poco tiempo, la nueva
Pdvsa, la “roja rojita”, comenzó a tomar forma, de la mano de un nuevo tren de
administradores comprometidos con el proyecto chavista, entre los cuales Rafael
Ramírez ascendió más que nadie. Desapareció la meritocracia y fue reemplazada
por la lealtad a Chávez (y a la elite oficialista tras la muerte de este) como
principal criterio para la asignación de responsabilidades.
Década y media después,
los resultados están a la vista. Los “bondadosos y desinteresados
revolucionarios” que se hicieron con la conducción de Pdvsa ahora son
denunciados por sus camaradas como una partida de ladrones. Además, a la
corrupción se agrega el terrible desempeño. Por un tiempo parecía que las
actividades de la compañía iban viento en popa. Un Chávez emocionado declaró en
2012 que para 2019 Venezuela debía estar produciendo seis millones de barriles
diarios por mes. Pero en noviembre del año pasado, de acuerdo con cifras
de Pdvsa reportadas a la OPEP, el bombeo fue de apenas poco más de 1,8 millones
de barriles. Durante 2016, la producción mensual promedio fue de más de 2,3
millones. Es decir, hubo una caída de 23%. Los expertos señalan, espantados con
razón, que es el desempeño más bajo desde los años 80. Con una nómina muchísimo
más grande que la de entonces y luego de haber pasado por el boom de
precios más espectacular de la historia, estamos produciendo más o menos lo
mismo que hace treinta años.
¿Cómo puede el Gobierno
explicar semejante despropósito? Pues justamente para eso es la tal limpieza,
después de la cual todo debería marchar de maravilla. Como con los planes para
garantizar la seguridad ciudadana, para abastecer los anaqueles con “precios
justos” y para torcerle el brazo al dólar innombrable, la elite oficialista lanza
un nuevo “ahora sí saldremos adelante” en Pdvsa. Todo indica que, para variar,
la solución mágica será aumentar la influencia de los militares en la
industria, bajo el cansino argumento de que “la disciplina y el patriotismo”
castrenses bastan para enmendarlo todo. Sin embargo, la experiencia del control
de la distribución de alimentos por los uniformados da razones de sobra para
mantener una postura escéptica sobre el porvenir próximo del sector. Así entra
Pdvsa en 2018, año en el que se avizora un agravamiento de la crisis nacional
que injustamente ha sido impuesta a los venezolanos con tal de mantener en el
poder a un grupo minúsculo de privilegiados.
FUENTE: RUNRUNES
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NOTA DEL EDITOR DE LA PROTESTA MILITAR:
Solidario con los Trabajadores de #PDVSA #SanTomé Se que muchos NO son responsables de la "decisiones" implementadas por las Gerencias MILITARES, Ideológicas, Partidistas y Golilleras, en tormo a un proyecto RETRÓGADO, que nos llevó a la QUIEBRA y la RUINA de un PAÍS PETROLERO. pic.twitter.com/fhFU4JhvK6
— Sammy Landaeta Millán 🚁🇻🇪🎗️ (@ProtestaMilitar) January 7, 2018