MENDIGAR
TU DERECHO ES NO TENER DIGNIDAD
Stanislaw Dubis
Valencia, España.
20/01/2023
Observando la efervescencia social de estos primeros días del año en Venezuela, recordé que en algún momento había escrito algo al respecto. Busqué en mis archivos y encontré este escrito que estoy reeditando y actualizando para abordar el tema con mi opinión y punto de vista. El escrito original está fechado el 30/12/2018, es decir hace justo cuatro años. El tiempo ha pasado y pocas cosas han cambiado para mejorar. Al contrario, todo se ha deteriorado gravemente y los causantes de la situación allí continúan, con un grotesco cinismo burlón y grandes dosis de maldad. Se sienten todopoderosos.
En
las redes circulan innumerables comentarios, opiniones y noticias acerca de
llamados y manifestaciones de muchísimos sectores de la vida nacional: de los militares en situación de retiro, de los
educadores, del sector salud y muchos otros sectores de la sociedad, quejándose
por la situación de miseria y hambre a la cual el narcorégimen los ha sometido.
La lista de inconformidades es interminable.
El espacio para dar mi opinión al respecto, puede ser perfectamente ocupado por el enumerado infinito de incumplimientos de responsabilidades por parte de la banda criminal que asaltó y se apoderó del poder en este país, desde luego, debidamente asesorado por el G2 cubano y servilmente aceptado por todo el estamento militar. Unos por “concupiscencia deleitosa” con sus amos isleños y los otros por ser pusilánimes y cobardes.
Los venezolanos tenemos derechos intrínsecos, ganados meritoriamente por aquellos que hemos cumplido con nuestra etapa de vida laboral al servicio de la nación o por quienes aun luchan por sostenerse económicamente en cualesquiera de sus sectores productivos: educativos, fabriles, de servicios, de salud, militares, de construcción etc. Cada venezolano que haya cumplido su ciclo de vida productiva se ha ganado un derecho; el de vivir dignamente con su salario, o con su pensión, según sea el caso. Esos derechos adquiridos con esfuerzo y sacrificios, simplemente no se mendigan.
Para aquellos que arribamos al otoño de nuestras vidas, y habiendo vivido tiempos mejores en este país, mendigar la pensión o el salario como una concesión generosa del Estado, como si fuese un favor de la banda narcocriminal que ejerce temporalmente el gobierno, no puede ser una alternativa. Por otra parte, aquellos que dedican sus vidas a prestarle servicio al Estado no deberían arrodillarse a mendigar una mejora salarial. Es un derecho del trabajador y el Estado tiene la obligación y el deber de satisfacer su rol como empleador.
Quienes hoy sufrimos esta circunstancia, tenemos discípulos que ejercen ese poder obsceno y despiadado del cual somos víctimas. Algunos fueron nuestros alumnos, otros son vecinos, conocidos, o el primo de la amiga que conoce al familiar del tío que trabaja en un ministerio. El contacto, que ya no funciona, el portero, el motorizado mensajero, etc. Aquí en este país de contactos, de panas, de amigos y conocidos todo el mundo está relacionado con alguien de poder. Si, esos que malévolamente ejercen el gobierno y se burlan de la sociedad venezolana.
Ahora bien, cuatro años después de haber escrito estas líneas, veo con decepción que las opciones tradicionales de protesta no han funcionado. Adicionalmente, los seudopolíticos colaboracionistas y “conchupantes” no aportan ni ideas ni opciones, mucho menos alternativas. Como reza el refrán criollo: ni lavan ni prestan la batea. Es hora de recapacitar y de entender que el modelo de protesta al que nos hemos habituado se agotó. El esfuerzo debe ser redireccionado: hay que salir del causante de toda la calamidad que sufrimos, para iniciar la reconstrucción nacional. Hay un principio legal que aprendí y guardé en mi memoria y hace ya bastante tiempo, y que dice mas o menos así: “la causa de la causa, es la causa del mal causado”. En Venezuela todos los males que nos afligen tienen un solo causante; el narcorégimen. Yo desistí de llamarlo gobierno.
¿Qué esperamos los venezolanos para asumir nuestro rol protagónico? El liderazgo que tanto se aboga subyace en cada persona, en la unión del pueblo, está en la piel de cada quien y solo espera por la voluntad individual y el llamado personal para activarse. Enero es un gran mes para hacerlo. La tradición democrática, buena o mala de los cuarenta años que añoramos con tristeza, nació un mes de enero.
Hay que despertar, reunir a los vecinos, optar por acciones creativas, distintas, novedosas. El único temor que deberíamos sentir en nuestro espíritu de lucha es el miedo a ser otro país similar al de los cubanos. A ellos, el cansancio los venció y la apatía inducida reina en su sociedad. Si en algún momento, aquí se dijo que Venezuela no es Cuba, ¡debemos demostrarlo ya hoy!, hay que estar conscientes de que esos uniformados que te enfrentaran son venezolanos igualitos a ti y que en sus hogares sufren las mismas penurias instauradas por el laboratorio cubano.
El venezolano orgulloso, ese patriota de espíritu y corazón, no va a mendigar su derecho. He aquí el único “pero” a esta disertación: eso no se enseña, eso no se aprende, eso nace y se lleva debajo de la dermis criolla, curtida por el sol que nos ilumina en toda nuestra geografía nacional. Hay que reflotar nuestro espíritu de lucha.
Veinticuatro años de escribir y reescribir causas y consecuencias, análisis, predicciones y lucubraciones son más que suficientes. El país ya no aguanta más. Es ahora o es nunca. Lo peor que nos puede pasar como sociedad y como nación es que en enero del 2023 no ocurra nada. Hasta allí habrá llegado nuestro futuro, y el de nuestros hijos y nietos. En nuestras manos está el decretar la muerte o la sobrevivencia de nuestra amada Venezuela. (Esto lo dije en el 2018. La arruga se ha corrido y aquí seguimos, dilapidando nuestro futuro).
No
podemos mendigar lo que por derecho nos corresponde. La dignidad de un pueblo
no se negocia; se posee y se impone. Los venezolanos, por naturaleza, jamás
hemos sido mendigos.
REMISIÓN: