Urosa: no puede haber un Cristo nuevo, Jesucristo es inigualable e irrepetible.
Publicado el: 03/04/2015 10:52 am.
En: Nacionales. Diario Contraste
Esto sucedió ayer jueves, en Caracas en la Misa Crismal en Catedral.
El núcleo duro del catolicismo caraqueño se reúne en la Catedral todos
los Jueves Santos en la mañana para la Misa Crismal. Es probablemente la
celebración menos conocida de la Semana Santa
y por eso sólo van los más enterados. La concelebran todos los párrocos
de la ciudad, junto con el Nuncio, los Obispos Auxiliares y el
Cardenal, que es quien la preside. En ninguna otra misa se reúnen tantos
sacerdotes (al menos uno por cada templo de la ciudad). Es la gran
asamblea del clero. Dado que por cada parroquia va una representación de
fieles, es usual que la Catedral se desborde. Este jueves no fue la
excepción y a eso de las 8:30 ya se encontraba repleta. Sólo el pasillo
central, por donde entran en procesión los sacerdotes, estaba libre. De
resto, no cabía un alma.
A diferencia de otras misas, en la Crismal los fieles participan con
fervor. Saben cuando pararse, sentarse y arrodillarse, responden fuerte y
correctamente, y dejan los pulmones en cada canto. Además, le ponen atención a la homilía, que ya es mucho decir.
Con la casulla dorada de las grandes fiestas, el palio de Arzobispo
y el solideo rojo, Urosa disertaba en su homilía sobre las
responsabilidades que tienen los sacerdotes. Y de repente hizo un
viraje, uno de sus típicos giros bruscos: “Es importante que procuremos
presentar a Cristo como lo que
es: Dios y hombre verdadero, inigualable e irrepetible”, dijo a los
sacerdotes. El énfasis lo puso en esas dos últimas palabras, que
pronunció, casi, sílaba por sílaba.
“No podemos negociar, diluir esa verdad esplendorosa -continuó-. Cristo
es la verdad encarnada, y por eso está en un nivel superior al de los
héroes y líderes de la historia”. Entonces comenzaron los aplausos. “No
hay ni puede haber un Cristo nuevo”, dijo con ese vozarrón que lo
caracteriza, y las palmas aumentaron. “No podemos igualar a ningún
gobernante, aunque le tengamos un inmenso afecto,
con Jesucristo”. Y ahí la Catedral se vino abajo. El aplauso fue
estruendoso, inmenso. La gente se puso de pie. Urosa no pudo seguir.
Trataba de hablar, pero los aplausos no lo dejaban. Incluso le cantaban
vivas. Había dado en el punto.
Para entender bien la reacción es necesario pasearse por los
alrededores de la Catedral. En cada poste de luz del caso histórico del
centro de Caracas hay un afiche que dice, sobre una foto de Chávez, ‘de tus manos brota lluvia de vida. Te amamos’. A una cuadra del templo se venden fotos de un Chávez convertido en nube que desde el cielo bendice y promete no abandonar al pueblo. No faltan los afiches
donde el difunto presidente, crucifijo en mano y Sagrado Corazón de
fondo, promete: ‘Camarada, no temas ni desmayes que yo estaré contigo
cada instante de la vida’. Eso lo vieron -mejor dicho: padecieron- los
fieles que estaban en la Catedral, quienes también han tenido que escuchar a Nicolás Maduro decir que la elección del Papa Francisco se debió a la intercesión de Chávez, y que él, el difunto, es ‘el Cristo redentor de los pobres de América’.
Todo eso estaba ahí, acumulado. Y explotó cuando desde su cátedra el
Primado de Venezuela, con sus 70 años encima, puso las cosas en su
sitio. Había en esos aplausos un por fin liberador, un gracias por decir
lo que todos esperábamos, por levantar la voz ante tanto abuso. Era conmovedora la escena de una Catedral de pie aplaudiendo a su Obispo por defender a Cristo. Un auténtico signo de comunión.
“Es muy importante que tengamos esto en cuenta y así lo digamos los
sacerdotes: no podemos promover la igualación de Jesucristo con
personalidades humanas”, indicó a los presbíteros cuando por fin pudo a
hablar. Y dirigiéndose a su grei, les recordó las palabras de Jesús al
Satanás: “Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto”. En ningún
momento mencionó a Chávez ni a Nicolás. No hacía falta: el mensaje era
claro. Contundente.
"No
caigamos en el error de usar nuestro lenguaje religioso para referirnos
a ninguna actividad humana. Las categorías de salvación, redención,
profecía; salvador, redentor, profeta, tienen su carácter dentro del
ámbito teológico", resaltó. La
estocada la clavó finamente, con una frase sencilla pero elocuente, de
esas que diciendo poco lo dicen todo, a las que no hay que añadirle más: "Divino, sólo Dios". Amén.
REMISIÓN: Oswaldo Brito.