Miércoles, 12 de Junio de 2013
PORTACHUELO/ Por René Núñez
¿Subdesarrollo creciente?
Los problemas forman parte de la naturaleza humana. Lo que nos debe
preocupar, el que no haya voluntad de superarlos. Cuando se trata de
ocultarlos por conveniencia de gobierno o de Estado, como es el caso de
nuestro país, la situación es mucho más grave. No hay información
oficial veraz de los problemas ni de las soluciones, trayendo como
consecuencia especulaciones e interpretaciones encontradas en la
sociedad. Oscuridad.
En algunos países como los Estados Unidos el perjurio está tipificado
en la ley como un delito mayor, castigado severamente,
independientemente del status social o de poder de quien lo cometa. Como
debe ser.
En América Latina no es así. La mentira forma parte de una cuasi
cultura, donde dirigentes políticos y funcionarios públicos, por lo
general, la practican con naturalidad. En estos últimos catorce años el
régimen que dirige los destinos de la república, la ha convertido en una
política de Estado perversa. Porque no hay separación de poderes
funcionando como lo exige la constitución nacional del 99.
Desde la llegada de la -supuesta- revolución de bien colectivo se ha
venido sistemáticamente ejecutando una lucha de clases entre poseedores y
desposeídos, una declaración de guerra contra quienes no la compartan,
los cuales deben desaparecer. Quien no está con la revolución es
considerado un apátrida. Sin derechos y oportunidades.
Se pretende llegar a la felicidad social sin producir. Sin darse
cuenta de que, para poder subsistir, hay que vender, obtener divisas
para poder financiar el progreso y el desarrollo. Se sigue creyendo y
sosteniendo el gasto de la nación con la venta de petróleo. Entretanto,
las necesidades y los problemas del país crecen y las divisas que se
están recibiendo ya son insuficientes.
La revolución solo habla de ideología y de golpes de estado, y las
cuentas públicas cada vez son del color que ellos representan
ideológicamente. No terminan de entender, tal vez porque no les
interesa, que los países de primer mundo llegaron porque asumieron el
riesgo y la realidad del comercio exterior. Soportando hambre, con
sacrificio y mucho trabajo para no solo autoabastecerse sino también
para exportar. Emprendedores y no revolucionarios.
Pareciera que los intereses prioritarios del gobierno son hacer
negocios y sostenerse en el poder a todo riesgo. Paralelamente,
prometiendo convertir a la nación en una potencia económica. Ignorando
que los mercados internacionales no se inspiran en términos de justicia
sino en la libre competencia.
Mientras los venezolanos no lo entendamos ni hagamos esfuerzos
mancomunados sinceros más allá de lo electoral, los cambios no se van a
producir con la prontitud demandada por las mayorías nacionales. Menos
la verdadera batalla que es la de la eficiencia. No la declarativa y
discursiva de Maduro. Sino la de los resultados tangibles y
transparentes. Para ello, hace falta la imaginación creadora que permita
repensar el país hacia un camino de progreso y desarrollo integral con
participación de todos los sectores que hacen vida de nación. Que no la
tienen ellos.
Henrique Capriles, ha diseñado una orientación certera y realista
pero hace falta solidaridad humana. Se lucha contra un sistema que
persiste en negarnos el avance, la prosperidad y la paz social. No
dispuesto a conceder espacios y oportunidades algunas. No solo porque no
creen, sino que los tiranos de Cuba no se lo permiten.
Humildad y valentía en los obstáculos y fracasos, pero conscientes de
los grandes triunfos que han de construirse para derrotar al mal.
Presidente del Ifedec, capítulo Bolívar