“AMIGUISMOCRACIA”
Stanislaw
E. Dubis Castillo
Valencia,
Es.
19/01/2023
Debo iniciar haciendo una confesión. Hay semanas en las que tengo en mente la idea sobre lo que deseo abordar en mi escrito, pero definir el título se me hace cuesta arriba. Para salir del atolladero consulto siempre a un buen amigo que me apoya en los casos que el serrucho se tranca, Humberto Seijas P. Esta semana así lo hice. Aunque la palabra “amiguismocracia” no la encontré formalmente en ningún lado, tomé la decisión de utilizarla. No soy el adalid en hacer uso de ese concepto, pues hurgando en el inefable Google, topé con que un canal de TV paraguayo: “La Trece” realizó una síntesis informativa con ese título el 3 de marzo del 2020. No ser el primero, me dio ánimo.
Otra sorpresa que me dio la idea del amiguismo fue que, buscando el origen etimológico de la palabra amistad, éste no está bien definido. Algunos lo atribuyen al latín, otros al griego. Siendo la amistad uno de los sentimientos mas nobles y mas ampliamente prodigados en la humanidad desde siempre, ese hecho me llamó mucho la atención. Reseño estos eventos, porque precisamente considero que el amiguismo es una distorsión de una relación fundamentada en la amistad.
He leído muchas veces artículos de alabanza al sistema meritocrático de diversas organizaciones como: PDVSA, (la antigua) FAN, las grandes transnacionales, corporaciones en general muy serias que utilizan el formato de evaluación de desempeño de sus empleados para administrar desde salarios, desarrollos de carrera, hasta entrenamientos. Cuando el empleado, funcionario etc., falla de manera seguida, la herramienta de evaluación es utilizada para no promoverlo, para limitar los ajustes salariales y hasta para despedirlo. Tal vez puede resultar chocante decirlo, pero no todos los seres humanos se desempeñan de igual manera; los hay excelentes, los muy buenos, los promedio, los mediocres y los malos.
Eso es el estado ideal de las cosas, el deber ser. Puedo argumentar con criterios muy sólidos que la meritocracia en su generalidad ha sido progresivamente desvirtuada en su objetivo esencial. En Venezuela, que es nuestro caso particular, la meritocracia ha sido reemplazada desde hace bastante tiempo por la “amiguismocracia”. En primer lugar, mantener separados la naturaleza humana de supervisores y supervisados es prácticamente imposible. Ese desvío de la objetividad absoluta y pura, generado por el elemento sentimiento, es infalible en estos procesos. En segundo lugar, nuestra naturaleza; esa idiosincrasia criolla que nos caracteriza, se aprovecha de las oportunidades y debilidades, no del sistema, si no de sus ejecutores.
Hace algún tiempo atrás mencionaba que países como Singapur, Japón, Corea del Sur, etc., utilizan el concepto meritocrático en sus sistemas de enseñanza, desde la escuela primaria a la universitaria. El fin de inculcar la sana competencia es el de alcanzar objetivos y metas, de aportar lo mejor de cada quien para el crecimiento de la empresa, de la organización donde se proyecta en la excelencia, y de la sociedad y del país como un todo. Debo acotar que, en mi estimación muy personal, a pesar de la disciplina que caracteriza a esas sociedades, ciertas desviaciones habrán de ocurrir pues, como dije antes, el sistema es vulnerable, aunque como herramienta es lo mejor que existe para nivelar el desempeño individual.
¿Qué ha ocurrido en Venezuela? Nuestra sociedad en general se ha valido de elementos propios e intrínsecos a nuestra cultura para dar paso a la mediocridad. Ninguna estructura organizacional del mundo puede alcanzar logros de excelencia sin talento. Hoy día miramos con tristeza las ruinas organizacionales de lo que son las fanb (minúsculas exprofeso), de pdvsa, de los ministerios, de las empresas expropiadas, de institutos autónomos, el metro de Caracas y, en fin, a todo lo que el narcorégimen, en práctica extraordinaria del “amiguismo político imperante”, le ha puesto mano.
Profesionalmente crecí y me desarrollé en organizaciones donde la meritocracia tenía fundamentos éticos, donde los supervisores eran lo más objetivos posible y hasta donde se podía exigir había una justicia equitativa en la distribución de evaluación de desempeño. Miré como en el transcurrir del tiempo, la “amiguismocracia” se fue entronizando, donde el mejor evaluado era el “alto pana” del jefe. Ese “jefe”, practicante del amiguismo, se rodeaba de aquellos que les eran “leales” a su trayectoria en la organización, los que le encubrían negocios y negociaciones, quienes obviamente y en definitiva no eran los mejores ni los más capacitados. Los resultados están a la vista.
Muy oportuna para estas consideraciones resulta la huelga que llevan a cabo los educadores venezolanos, a esta fecha algo mas de dos semanas. Por lo general, en casi todo el mundo se alaba la educación y la competitividad japonesa. En una alegoría a la importancia del educador en Japón leí algo que resulta interesante en un país de tanta tradición y respeto a sus costumbres; me refiero a que se mencionaba que en Japón los únicos que no se inclinan ante el Emperador son los educadores y la acotación al final explicaba que “sin educador, no hay Emperador”. Tremenda distancia la que debemos recorrer los venezolanos; no para tener un Emperador, si no para alcanzar ese nivel del concepto de excelencia.
Aunque si nos detenemos a considerar, en Venezuela hemos tenido dos “emperadores” en estos últimos veinticuatro años, al intergaláctico inmortal que falleció y al platanote narcolás, de quien parece importarnos un comino que no sea nacido en la amplia geografía nacional. Ellos han sido la máxima representación del imperio del mal, verbigracia los emperadores de la corrupción, de la desorganización, de la improvisación, malversación y un etcétera infinito de hechos inauditos que nos han sumido en la crisis existencial que nos arrolla.
Con ellos esa palabra acuñada a martillazos, “amiguismocracia”, ha alcanzado los niveles supremos de aplicación, tan solo miremos a la recién nombrada junta de pdvsa, o al sempiterno general Padrino (que de paso ha estado muy ausente últimamente) pero de que es mediocre y resultado del concepto utilizado en este escrito, no nos cabe la menor duda. Los ejemplos sobran.
En cada uno de mis mensajes, trato de mantener el eje central, la idea que me motiva a redactar estos escritos y que nos es otra si no la recuperación de nuestro país. Busco enfocar lo que en mi concepto son los males que debemos abordar y superar si en verdad queremos salir de esta situación. Los venezolanos nos jactamos de ser “extraordinariamente buenos y siempre con oportunidad de mejorar”, pero para ello debemos superar con creces los factores sociales que nos han conducido al sitio donde estamos hoy.
Hace unos días, de la plataforma de Twitter capté un anónimo que describe a la perfección lo que los cubanos han aplicado en Venezuela: “Si quieres destruir una nación, no hay necesidad de hacerle la guerra. Basta con hacerle olvidar su historia, perturbar su lenguaje, alejarlo de su religión y por tanto desintegrar sus valores espirituales y su moralidad”. Cualquier parecido con nuestra realidad es obra y gracia del narcorégimen y sus amos.
P.S
Mil gracias por los comentarios recibidos del escrito anterior. Muchas
sugerencias de abordar temas puntuales, lo que me resulta un poco difícil, pero
buscaré una manera de hacerlo.
REMISIÓN: