Me refiero a esos compañeros militares que sin pudor ni justa medida de la estética aparecen con sus uniformes repletos de «Chapas» y con pretendido orgullo lucen sublimemente sin poder apreciar las distorsiones ridículas de sus atuendos.
Sin entrar al antipático detalle de antropometría referida al tamaño, contextura, peso y todas aquellas variables que pudieran incidir en la marcialidad del porte que se espera debe acompañar al que usa un uniforme militar, no deja de ser verdad la comparación que utiliza mi Cmdte Lozano Arias haciendo referencia al folklórico y recordado personaje de Maracay apodado «Japa Japa» cuyo nombre era referencia a manera de jodedera cuando los uniformados no exhibian el porte ni la elegancia requerida o esperada.
¡Estás peor que Japa Japa ! era una especie de llamada de atención al uniformado desgarbado, sucio y desaliñado. Sin embargo; tratando de adornar mejor el ejemplo en lo referente al exceso de distintivos y condecoraciones, pareciera mejor la comparación de algunos militares venezolanos con aquella grotesca figura del Sargento de Uganda devenido en presidente de nombre Idi Amin.
En verdad, el problema de ver colegas militares con el uniforme lleno de chapas sin verdadero valor moral sumado al afán cuantitativo que desprecia la estética, no puede plantearse en forma aislada.
Ese desespero en acumular distinciones es consecuencia de un perverso sistema de evaluaciones y de ascensos que acabó con el orden moral que sostenía los valores institucionales y dió preponderancia a la cantidad sobre la calidad; a mayor cantidad de chapas mayor currículum y mayor mérito.
Una ética que fue mutando a pasos agigantados desde la década de los ochenta, y poco a poco fue apartando la razón de ser de los grados militares y de los cargos de comando.. Esto por supuesto arrastro en su rodada las condecoraciones y todos los demás símbolos que alguna vez dieron prestancia al ser militar.
Estos desaciertos convirtieron a las FAN en ese mamotreto que hoy nos avergüenza, ese mercado que describe Ramón Ortega en su triste poema » Verdades Amargas», un vulgar mercado dónde se venden y se negocian, méritos, cargos, voluntades y hasta conciencias. Allí se comercian soles, chapas ,estrellas y cargos sin importar nada más que la apariencia.
El grotesco error de hacer prevalecer a la actitud engañosa, lisonjera y acomodaticia, desplazando la aptitud intelectual, moral y física como única y verdadera fuente del mérito, fue el cancer que hizo metástasis en una Fuerza Armada dominada por la dupla vanidad – adulación como principios institucionales sazonadas de la complicidad como sustituto de lealtad.
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Rechazar condecoraciones y barras de honor al mérito inmerecidas, que ya en mis tiempos de activo se regalaban y negociaban como baratijas, era y es un asunto de conciencia y dignidad y eso está a la vista que es mucho pedir.
Particularmente lo hice muchas veces y las pocas que no pude evadir recibir, nunca las usé ni las envié a mi expediente. Por tal razón me puedo dar el lujo de afirmar que no existe alguna foto mía usando barras, distintivos o condecoraciones sin verdadera justificación moral.
Recuerdo que una vez siendo Capitán, en la Ciudad de Barinas con indignación observé como un Sr General, entonces Presidente de la Federación Polideportiva de la FAN, (FEDOFA) en un patio de bolas criollas lleno de militares y civiles alegres con los vapores etílicos, repartió como galletas de pasapalos, la Barra de honor al mérito deportivo de la FAN. El entonces Capitán Bellorin, aún deportista activo y ajeno al vicio del cigarro y del licor, campeón suramericano en Pentatlon militar, con tres suramericanos y un mundial en esa disciplina, además de varios interfuerzas representando al Ejército en Atletismo, nunca más utilizó esa barra que varios años antes en un acto formal le habían entregado en Caracas y que en su presencia perdió el valor que la sostenía.
Siempre ví con desagrado esa exageracion en compañeros militares de llenarse y recargarse abusivamente el pecho de distintivos obtenidos sin esfuerzo ni verdadero valor diferenciador y por tal razón, en mis pocas fotos uniformado siempre porté con orgullo pocos distintivos y condecoraciones apreciadas por su incuestionable valor .
No voy a entrar al detalle de mis «Chapas», ya que estoy conciente que en las guerras de egos a nadie le gusta ver ojos bonitos en cara ajena, y cada quien defenderá con esmero las las suyas.