23 de noviembre de 2014, 20:14
LA CARTA PASTORAL
Por: Robert Gilles Redondo
Fue el 1 de mayo de 1957 cuando
se leyó la contundente Carta Pastoral de Mons. Rafael Arias Blanco, arzobispo
de Caracas, donde se le plantó cara a la crisis de los obreros en Venezuela y
se dictó cátedra sobre la doctrina social de la Iglesia. Quizá aquel hecho pudo
pasar desapercibido, pero nadie podrá objetar que dicho mensaje fue entonces
una llamada de conciencia que logró manifestarse el 23 de enero siguiente. El día
del despertar, cuando nació la democracia que perdimos en 1999.
Evoco la Carta de Arias Blanco
para una vez más solidarizarme con el Episcopado venezolano. La última vez que
lo hice le expresé públicamente mi humilde respaldo a S.E.R Cardenal Jorge
Urosa, arzobispo de Caracas. Respaldo que él me agradeció con un mensaje en el
que me recordaba las posiciones “incómodas” que la Iglesia asumió en el pasado
cuando advertían sobre el corte “totalitario” del régimen de Hugo Chávez. Palabras
más, palabras menos, hoy esas palabras definen con total claridad el talante
del régimen de Nicolás Maduro Moros. Pero más allá de una definición, dicha afirmación
se ve en la práctica. No existe en la Venezuela del aquí y ahora la más mínima
tolerancia a las opiniones adversas y el Estado, o supuesto Estado, se ha
convertido en pleno en una conjura que criminaliza todo tipo de disenso con la
destrucción de la patria que seguimos contemplando impávidos.
Los ataques están en el menú
cotidiano del verdugo Diosdado Cabello, que indignamente preside la Asamblea
Nacional, aunque en la práctica no es más que el más grande frustrado por no
haber sido el heredero ungido del fallecido expresidente Hugo Chávez. Pero su
frustracón no es común; él trata de demostrar que no es Nicolás Maduro y deja
claro que busca convertirse en el impoluto político revolucionario que no
acepta de nadie, ni siquiera de sus partidarios, el disenso, los ataques a la
patria, la conspiración y muchos menos la corrupción.
En días pasados cargó contra el
Arzobispo de Coro y ahora la víctima es Mons. Baltazar Porras, arzobispo
metropolitano de Mérida, a quien acusa de conspiración internacional contra Venezuela,
como si acaso Venezuela y el chavismo (o como se llame la revolución) son una
misma cosa. La criminalización de la opinión opositora es, de hecho y de
derecho, un delito de lesa humanidad, este es el punto. Disentir de Nicolás
Maduro y compañía no es ni puede seguir siendo un delito. Es la gran mayoría de
los venezolanos los que estamos conspirando cuando pedimos medicinas por el
Twitter; también conspiran las madres que pasan interminables horas en las
colas para comprar alimentos racionados; conspiran los enfermos en los
hospitales mientras agonizan porque no hay luz para operarlos o no hay medicina
para remediarlos y sobre todo conspira aquel venezolano que al fin ha ido
cayendo en cuenta que este país se nos fue de las manos.
El Episcopado venezolano, sigo
insistiendo, debe asumir una postura más enérgica que deje claro su unidad y la
solidaridad con estos tres prelados que han sido sometidos al escarnio público
por la insensatez demencial de Diosdado Cabello, quien deja muy claras sus magras
intenciones respecto al país al atacar sin más algo tan simbólico para nuestro
país como es la Iglesia.
Urge que los Obispos agrupados en
la CEV o bien sea individualmente alcen su voz para orientar a nuestro pueblo
que está acéfalo por ese necio comportamiento de la oposición política-partidista
que no es capaz de ponerse de acuerdo. La voz del Episcopado en esta hora
aciaga e infernal sería la voz que convoque a la unidad de la sociedad civil para
que sin más demora podamos acelerar el gran despertar y así vayamos juntos por
el camino de la libertad, del progreso, de la paz, del nunca más el odio y de
la justicia.
Que hablen los Obispos ante el horror
nacional de los actos violentos (físicos y psicológicos) que el régimen le está
infligiendo al pueblo para ver si despertamos la empatía moral que nos hace
falta y así salir adelante.
Ojala algún Prelado se ciña bien la
sotana y el solideo. Nuestra Venezuela reclama con urgencia una Carta Pastoral
que nos oriente. Iglesia somos todos, Venezuela somos todos y, a decir, de las
redes sociales: con mis Obispos no te metas. Abajo la dictadura.
Robert Gilles Redondo <robertgillesr@gmail.com>
IMAGEN SUPERIOR: Cortesía de GANTILLANO.