¡MILITARISMO y ANTIMILITARISMO: EL GRAN DETALLE!
Domingo 26 de julio
de 2020
El conde
ruso Lev Nikoláievich Tolstói, mejor conocido como León Tolstói o Lev Tolstói, novelista
considerado uno de los escritores más importantes de la literatura mundial,
donde resalta una de sus dos obras más famosas, Guerra y paz, considerada junto
a Ana Karénina, como la cúspide del realismo ruso, recibió múltiples
nominaciones para el Premio Nobel de Literatura todos los años de 1902 a 1906 y
nominaciones para el Premio Nobel de la Paz en 1901, 1902 y 1910; premios que
nunca ganó, siendo una gran controversia del premio Nobel.
Lo traemos a
colación cuando queremos insistir en el drama o tragedia venezolana, que
siempre será la misma causa que exponemos en el título del artículo. Por ello recordamos
su expresión: “La base del poder es la
violencia física y la posibilidad de hacer sufrir a los hombres; una violencia
física es debida sobre todo a individuos mal organizados, de tal modo que obran
sometiéndose a una sola voluntad. Son uniones de individuos armados que
obedecen a una voluntad única, forman el ejército y el Poder se encuentra
siempre en manos de los que mandan el ejército, y siempre todos los jefes del
Poder, desde los cesares romanos hasta los emperadores rusos y alemanes, se
preocupaban del ejército más que de cualquier otra cosa, y no favorecen si no a
él, sabiendo que si está con ellos, el poder les está asegurado. Esta composición
y esta fuerza del ejército, necesarias a la garantía del Poder, son las que han
introducido en la concepción social de la vida el germen desmoralizador…”
De mayor
gravedad lo que continúa en su escrito: “…El
fin del Poder y su razón de ser están en la limitación de la libertad de los
hombres que querrían poner sus intereses personales por encima de los intereses
de la sociedad. Pero, sea el Poder adquirido mediante el ejército, por herencia
o elección, los hombres que lo poseen no se distinguen en nada de los demás
hombres y, como ellos, son impelidos a no subordinar su interés al interés
general; al contrario, cualquiera que sean los medios empleados, no se ha
podido hasta el presente, realizar el ideal de no confiar el Poder sino a
hombres infalibles, o solamente de arrebatar a los que los que lo detentan la
posibilidad de subordinar a los suyos los intereses de la sociedad…”
Sobre el
tema hemos insistido siempre, cuando recordamos que desde 1830, al nacer el
Estado venezolano, la Constituyente de Valencia designó al general Páez
Presidente del naciente Estado, quien, a finales de ese mismo año, al ser
aprobada la Primera Constitución, fue electo Presidente de la República
separada de la Gran Colombia. Su habilidad, lo hizo rodearse de los hombres más
capaces de la época: civiles y militares, esforzándose en mantener el control
del gobierno, amparado en su prestigio, ganado en Carabobo y en la Campaña de
los Llanos. Pacíficamente, se transformó en el árbitro de la vida venezolana y dio
vigencia a instituciones que no existían.
Tal vez sin
quererlo, con Páez en la Presidencia y luego con las candidaturas de Santiago
Mariño y Soublette al término de su mandato, se quiso entronizar en la naciente
República, el Poder Militar en el gobierno. De allí, que para limitar el papel
predominante de los militares, en 1834, es elegido un civil, el Dr. José María
Vargas, quien postulado por civiles que se había opuesto al centralismo de
Bolívar y patrocinaron la separación de la Gran Colombia, compitió en las
elecciones con los generales Santiago Mariño y Carlos Soublette.
Pero tan
pronto Vargas asume el poder, se reaviva la pugna entre civiles y militares,
impulsada por los jefes militares de la independencia, quienes querían mantener
su predominio. Era el aparente pensar, de que los únicos venezolanos eran los
que habían empuñado las armas y combatido en la lucha independentista, para
ellos, los demás, no tenían los mismos derechos. De hecho, este pensar marca el
inicio de la antidemocracia y de la cultura de los golpes de Estado.
En efecto,
Vargas es conminado por Pedro Carujo a que renuncie, pero ante la negativa de
éste, en un trance muy narrado por la historia, es hecho prisionero y
desterrado, estableciéndose un gobierno militar presidido por el honorable
general margariteño y prócer de la independencia, Santiago Mariño. Fue el
primer golpe contra el poder civil en la República.
En este
estado, marca la historia hechos curiosos de la vida política y democrática de
Páez, quien, dedicado a sus faenas de hacendado, es llamado a asumir el mando
de la República, pero éste se niega, y antes por el contrario, emprende una
corta campaña al frente de un ejército reunido por él y mediante negociaciones,
restablece el orden y “le devuelve la silla” al Dr. Vargas, quien al poco
tiempo, sintiéndose débil ante el poder de los militares, renuncia y entrega la
presidencia por los restantes dos años de su mandato, a otro de sus
contendores, el prestigioso general Soublette, quien al término del período
entrega el mando al general Páez, quien había sido electo para un segundo
período.
Luego
vendrán otros presidentes militares, manteniéndose la pugna entre civiles y
militares. No obstante, con los mandatos de Páez, y el de Soublette, se produce
una gran transformación, que a decir de otros países, Venezuela figuró en
Latinoamérica, como uno de los países más adelantados, más prósperos y en
camino de prosperar. Es algo que se reconoce hoy día, pero se mantuvo a semilla
del militarismo de mediados del siglo XIX.
Hoy pareciera
una paradoja atacar al militarismo, cuando muchos claman por una intervención
militar para acabar con este desastre en que vivimos. Mayor incoherencia,
cuando algunos de los aclamadores, piden la intervención extranjera sea como
fuere, intentada por fuerzas militares en una coalición o con fuerza integrada
por militares autóctonos en el exilio.
Sin dudas,
es una posibilidad que no puede descartarse, porque es real; sin embargo, el
hecho de que la resistencia opositora en Venezuela no haya cedido a la
rendición ni a la lucha democrática y que sea respetada por el régimen, da la
confianza que debemos tener, de que el gobierno agoniza y cederá en lo que se
le pida.
Pero es
grave que en el status de la política de hoy, surge nuevamente la lucha similar entre civiles y militares después del
inicio de la República, pero ya no impulsada por los jefes militares, sino por
los seudo intelectuales que desde 1992 se montaron en la hegemónica política de
guerra del chavismo, que a su vez hizo insurgir el antimilitarismo que hoy se
quiere empoderar del opositor, creando una peligrosa disyuntiva, que quiere
fundarse en la nueva anti política y la abstención electoral y como única
solución la intervención militar.
@Enriqueprietos