"Hay 1.875 generales"
El
profesor Hernán Castillo lamenta que con el cuento de la alianza
cívico-militar una casta de oficiales haya invadido la administración
pública, abandonando funciones sagradas como la defensa de la soberanía
nacional
ELIZABETH ARAUJO/ FOTO SAÚL UZCÁTEGUI
El
profesor Hernán Castillo lamenta que con el cuento de la alianza
cívico-militar una casta de oficiales haya invadido la administración
pública, abandonando funciones sagradas como la defensa de la soberanía
nacional.
El docente de la Universidad Simón Bolívar, quien viene de bautizar su libro Militares y control civil en Venezuela,
afirma que en los gobiernos anteriores a Chávez los generales y
almirante no pasaban de 10. “Ahora hay más 1.875, una cifra que no se ve
ni en un país en guerra”
–Publicó un libro donde examina
los vínculos del estamento militar y la sociedad civil, a partir del
discurso político en el Parlamento. ¿Ha cambiado esa relación desde la
era de Betancourt a la era chavista?
–Sí . Los cambios de la relación entre la institución militar, la sociedad, el gobierno, durante el Pacto de Punto Fijo, la Constitución del 61 y la situación de hoy, son muy radicales. Aunque entonces hubo circunstancias diferentes. No hay que olvidar que Betancourt, Leoni, Jóvito Villalba y Caldera eran herederos de la tradición militar. En primer lugar, Gómez, López Contreras y Medina; y luego, de Pérez Jiménez. Por eso redactaron una Constitución con controles militares que, a mi juicio, quizás eran débiles, pero funcionaban. Con esos mecanismos de control, los gastos y ascensos militares eran vigilados, acompañados de control directo del Presidente como comandante en jefe. Lograron derrotar el militarismo. Ese que venía de Pérez Jiménez, y el castrocomuinismo que venía de Cuba. Mi tesis, sin embargo, es que ese débil mecanismo se cristalizó, se solidificó, cuando debería haberse mejorado. El mundo fue cambiando y la sociedad venezolana también, pero nos quedamos con esa visión que señalo: por no hacer los cambios y controles en esos 40 años se fue generando un conjunto de privilegios, independencia y autonomía en la FAN que fueron incubando el virus petroniarianismo.
–¿Con el ascenso de Chávez se agudizó ese deterioro?
–En el caso de Chávez fue más débil el control de la FAN por la sociedad civil, porque todos los ascensos, salarios y prebendas las decidía él. Antes, al menos pasaba por la Comisión de Defensa del Senado. Había mínimo control. Todo eso está erradicado en la nueva Constitución, lo que significa el fortalecimiento de los privilegios militares en la política. Eso lo vimos claramente con Chávez y se fortaleció porque él sabía cómo se batía el cobre en los cuarteles controlando a su antojo a los militares, con el atenuante de los hermanos Castro de por medio. Visto así, han sido pocos los periodos de dominio civil sobre los militares. Lógico: el chavismo es la exacerbación de todos los males y problemas de la sociedad venezolana. Agudizó los errores del pasado: populismo, corrupción, militarización, atraso. Por eso hoy Maduro es prisionero, por un lado del régimen castrista, y por el otro, del alto mando militar venezolano. Tras la muerte de Chávez ese poderío militar se ha fortalecido.
–¿Esa situación no facilitaría un golpe militar?
–En lo absoluto. Aquí los militares son tan ineficientes y están tan inmersos en actos de corrupción que no tienen capacidad para enfrentar movimientos internos. Es triste enterarse cómo el alto mando está altamente deteriorado, al punto que no están cumpliendo con sus funciones profesionales, como es la defensa de la soberanía nacional. Han invadido la administración pública y han desplazado a civiles en sus funciones. Aquí esa relación cívico-militar está invertida.
–Pero también es cierto que en los gobiernos anteriores a Chávez, los ascensos militares se decidían en el Congreso por acuerdos entre AD y Copei. ¿Cómo se hacen hoy esas promociones?
–Bueno, en ese entonces eran partidos mayoritarios, pero ellos no decidían, y se juzgaban a partir de los méritos en cada una de las fuerzas. En cada fuerza estaban los mejores. A la Comisión de Defensa del Congreso llegaba una lista con los primeros de cada promoción. En estos momentos no es así y la situación es tan grave que hoy tenemos 1.875 generales y almirantes. Es una cifra desproporcionada. Una exageración, en comparación con el tamaño de la fuerza militar o en una situación de guerra. Nuestra Fuerza Armada no debería tener más de 10 generales y almirantes.
–Además de contar con generales al frente de milicias bolivarianas.
–Esa es una de las peores consecuencias de la militarización en la gestión de Chávez. Para completar, ahora Maduro quiere crear milicias obreras, milicias campesinas, milicias de los barrios, y hasta sueña con tener un millón de milicianos. Un hecho grave, porque elimina todo vestigio de democracia, de poder civil. Militarizar la sociedad es el autoritarismo puro. El Estado se convierte en cuartel. Mientras que la democracia es pluralismo. Con la militarización se pretende imponer un régimen cuartelario. Un elemento clásico de las dictaduras comunistas, como Cuba y Corea del Norte.
–Es verdad, en estos 15 años los militares han estado como vendedores de pollos, apoyando invasiones o permitiendo que los Colectivos agredan a opositores. Pero debe haber cierto espíritu institucional porque, de lo contrario, no habría diferencias entre la FAN y la fuerza militar al servicio de los Castro.
–Después del 4F y el 27N, que fueron conspiraciones militares, derrotadas por las propias fuerzas militares institucionales, Chávez se propuso destruir la capacidad operativa e institucional de los militares. Sabía, a partir de su propia experiencia, de lo que eran capaces los militares. Su objetivo fue destruirla y lo logró. Chávez destruyó la FAN, la humilló y la destruyó profesionalmente. El mejor ejemplo de su incapacidad es que su mismo Plan Patria Segura ha sido un fracaso. Los militares no son capaces ni de garantizar la seguridad pública de la sociedad.
–Usted señala que en época de Betancourt existía la “doctrina militar”, esa que vulgarmente era conocida como “las tres C” y que se reducía a la idea de domesticarlos con whisky, dinero y mujeres.
–Eso sucedió y funcionó. Pero ahora con las denuncias que se han hecho, puede que se añada otra C: la cocaína. Hoy los militares venezolanos son una casta. Hasta tienen un servicio social separado distinto al de la sociedad civil. Tienen seguro social especial separado del resto de la sociedad. Cada vez que hay crisis les aumentan el sueldo, una situación que debe causar malestar dentro de los mismos militares, porque ellos no son diferentes al resto de la sociedad.
–¿No será que esa alta oficialidad está comprometida con el proceso revolucionario?
–Una parte de esa oficialidad está comprometida. Pero hay también corrupción, oportunismo político, así como existe un gran sector institucionalista.
–Cada vez que Maduro y Diosdado aparecen rodeados de militares, pareciera que pugnaran por enviar el mensaje de que cada quien tiene su FAN. ¿Quién tiene más influencia hoy en los cuarteles?
–En términos generales creo que Diosdado, aunque ha comenzado a perderlo. Sin embargo, se está conformando un nuevo sector liderado por el ministro Rodríguez Torres, hasta el punto de que puede ser el nuevo ministro de Defensa. La situación ahí es tan difícil que ellos mismos no pueden llegar a hacer crisis. Podrá haber pugnas, diferencias, pero no creo que lleguen a la ruptura. No olvidemos que ese sector hay muchos oportunistas.
–Experiencias en la región indican que cada vez que un gobernante habla de alianza cívico-militar parece buscar la excusa para quedarse más tiempo en el poder, como pasó con Fujimori o con los militares argentinos. ¿Percibe algún riesgo aquí en ese sentido?
–Cierto. Cuando ocurren esas situaciones, los militares ven a los civiles como adorno, como una justificación para no aparecer solos en el control del estado. Pero aquí hay mucho peligro de que esto suceda. Las amenazas son graves. Sólo que se han solapado por la renta petrolera. Eso se ha pospuesto. Pero cada vez estamos más cerca de un desenlace de ese tipo.
–¿Qué deberían hacer los militares para no terminar convirtiéndose en cómplice de gobiernos incapaces para resolver los problemas del país y muy dados a corromper a la alta oficialidad?
–El sector constitucionalista en la FAN debe tratar de recuperar sus funciones profesionales, que en estos momentos están abandonadas. Han tratado de convertir al Ejército en un ejército de milicianos y ese ha sido la destrucción del profesionalismo. El sector institucionalista debe luchar por recuperar su esencia. Solo así será percibido por el país con confianza y no con malestar y miedo.
–Sí . Los cambios de la relación entre la institución militar, la sociedad, el gobierno, durante el Pacto de Punto Fijo, la Constitución del 61 y la situación de hoy, son muy radicales. Aunque entonces hubo circunstancias diferentes. No hay que olvidar que Betancourt, Leoni, Jóvito Villalba y Caldera eran herederos de la tradición militar. En primer lugar, Gómez, López Contreras y Medina; y luego, de Pérez Jiménez. Por eso redactaron una Constitución con controles militares que, a mi juicio, quizás eran débiles, pero funcionaban. Con esos mecanismos de control, los gastos y ascensos militares eran vigilados, acompañados de control directo del Presidente como comandante en jefe. Lograron derrotar el militarismo. Ese que venía de Pérez Jiménez, y el castrocomuinismo que venía de Cuba. Mi tesis, sin embargo, es que ese débil mecanismo se cristalizó, se solidificó, cuando debería haberse mejorado. El mundo fue cambiando y la sociedad venezolana también, pero nos quedamos con esa visión que señalo: por no hacer los cambios y controles en esos 40 años se fue generando un conjunto de privilegios, independencia y autonomía en la FAN que fueron incubando el virus petroniarianismo.
–¿Con el ascenso de Chávez se agudizó ese deterioro?
–En el caso de Chávez fue más débil el control de la FAN por la sociedad civil, porque todos los ascensos, salarios y prebendas las decidía él. Antes, al menos pasaba por la Comisión de Defensa del Senado. Había mínimo control. Todo eso está erradicado en la nueva Constitución, lo que significa el fortalecimiento de los privilegios militares en la política. Eso lo vimos claramente con Chávez y se fortaleció porque él sabía cómo se batía el cobre en los cuarteles controlando a su antojo a los militares, con el atenuante de los hermanos Castro de por medio. Visto así, han sido pocos los periodos de dominio civil sobre los militares. Lógico: el chavismo es la exacerbación de todos los males y problemas de la sociedad venezolana. Agudizó los errores del pasado: populismo, corrupción, militarización, atraso. Por eso hoy Maduro es prisionero, por un lado del régimen castrista, y por el otro, del alto mando militar venezolano. Tras la muerte de Chávez ese poderío militar se ha fortalecido.
–¿Esa situación no facilitaría un golpe militar?
–En lo absoluto. Aquí los militares son tan ineficientes y están tan inmersos en actos de corrupción que no tienen capacidad para enfrentar movimientos internos. Es triste enterarse cómo el alto mando está altamente deteriorado, al punto que no están cumpliendo con sus funciones profesionales, como es la defensa de la soberanía nacional. Han invadido la administración pública y han desplazado a civiles en sus funciones. Aquí esa relación cívico-militar está invertida.
–Pero también es cierto que en los gobiernos anteriores a Chávez, los ascensos militares se decidían en el Congreso por acuerdos entre AD y Copei. ¿Cómo se hacen hoy esas promociones?
–Bueno, en ese entonces eran partidos mayoritarios, pero ellos no decidían, y se juzgaban a partir de los méritos en cada una de las fuerzas. En cada fuerza estaban los mejores. A la Comisión de Defensa del Congreso llegaba una lista con los primeros de cada promoción. En estos momentos no es así y la situación es tan grave que hoy tenemos 1.875 generales y almirantes. Es una cifra desproporcionada. Una exageración, en comparación con el tamaño de la fuerza militar o en una situación de guerra. Nuestra Fuerza Armada no debería tener más de 10 generales y almirantes.
–Además de contar con generales al frente de milicias bolivarianas.
–Esa es una de las peores consecuencias de la militarización en la gestión de Chávez. Para completar, ahora Maduro quiere crear milicias obreras, milicias campesinas, milicias de los barrios, y hasta sueña con tener un millón de milicianos. Un hecho grave, porque elimina todo vestigio de democracia, de poder civil. Militarizar la sociedad es el autoritarismo puro. El Estado se convierte en cuartel. Mientras que la democracia es pluralismo. Con la militarización se pretende imponer un régimen cuartelario. Un elemento clásico de las dictaduras comunistas, como Cuba y Corea del Norte.
–Es verdad, en estos 15 años los militares han estado como vendedores de pollos, apoyando invasiones o permitiendo que los Colectivos agredan a opositores. Pero debe haber cierto espíritu institucional porque, de lo contrario, no habría diferencias entre la FAN y la fuerza militar al servicio de los Castro.
–Después del 4F y el 27N, que fueron conspiraciones militares, derrotadas por las propias fuerzas militares institucionales, Chávez se propuso destruir la capacidad operativa e institucional de los militares. Sabía, a partir de su propia experiencia, de lo que eran capaces los militares. Su objetivo fue destruirla y lo logró. Chávez destruyó la FAN, la humilló y la destruyó profesionalmente. El mejor ejemplo de su incapacidad es que su mismo Plan Patria Segura ha sido un fracaso. Los militares no son capaces ni de garantizar la seguridad pública de la sociedad.
–Usted señala que en época de Betancourt existía la “doctrina militar”, esa que vulgarmente era conocida como “las tres C” y que se reducía a la idea de domesticarlos con whisky, dinero y mujeres.
–Eso sucedió y funcionó. Pero ahora con las denuncias que se han hecho, puede que se añada otra C: la cocaína. Hoy los militares venezolanos son una casta. Hasta tienen un servicio social separado distinto al de la sociedad civil. Tienen seguro social especial separado del resto de la sociedad. Cada vez que hay crisis les aumentan el sueldo, una situación que debe causar malestar dentro de los mismos militares, porque ellos no son diferentes al resto de la sociedad.
–¿No será que esa alta oficialidad está comprometida con el proceso revolucionario?
–Una parte de esa oficialidad está comprometida. Pero hay también corrupción, oportunismo político, así como existe un gran sector institucionalista.
–Cada vez que Maduro y Diosdado aparecen rodeados de militares, pareciera que pugnaran por enviar el mensaje de que cada quien tiene su FAN. ¿Quién tiene más influencia hoy en los cuarteles?
–En términos generales creo que Diosdado, aunque ha comenzado a perderlo. Sin embargo, se está conformando un nuevo sector liderado por el ministro Rodríguez Torres, hasta el punto de que puede ser el nuevo ministro de Defensa. La situación ahí es tan difícil que ellos mismos no pueden llegar a hacer crisis. Podrá haber pugnas, diferencias, pero no creo que lleguen a la ruptura. No olvidemos que ese sector hay muchos oportunistas.
–Experiencias en la región indican que cada vez que un gobernante habla de alianza cívico-militar parece buscar la excusa para quedarse más tiempo en el poder, como pasó con Fujimori o con los militares argentinos. ¿Percibe algún riesgo aquí en ese sentido?
–Cierto. Cuando ocurren esas situaciones, los militares ven a los civiles como adorno, como una justificación para no aparecer solos en el control del estado. Pero aquí hay mucho peligro de que esto suceda. Las amenazas son graves. Sólo que se han solapado por la renta petrolera. Eso se ha pospuesto. Pero cada vez estamos más cerca de un desenlace de ese tipo.
–¿Qué deberían hacer los militares para no terminar convirtiéndose en cómplice de gobiernos incapaces para resolver los problemas del país y muy dados a corromper a la alta oficialidad?
–El sector constitucionalista en la FAN debe tratar de recuperar sus funciones profesionales, que en estos momentos están abandonadas. Han tratado de convertir al Ejército en un ejército de milicianos y ese ha sido la destrucción del profesionalismo. El sector institucionalista debe luchar por recuperar su esencia. Solo así será percibido por el país con confianza y no con malestar y miedo.