Foto: Imagen REFERENCIAL, por cortesía de Diario Las Américas
Sultanato a la venezolana
Enrique Meléndez
En la opinión pública se está acuñando el término sultanato, para referirse al tipo de la estructura del Estado chavomadurista, en el sentido de que sus instituciones pertenecen a clanes familiares. Obsérvese que La Razón en su edición del pasado domingo divulgó lo que constituye el clan Cabello en el Seniat, y que se ha vuelto de terrorcito en los últimos días, a propósito de esa represión, que se ejerce sobre todo tipo de servicio (hotel, transporte o restaurante), del que se sirve María Corina Machado en sus giras por el interior del país, a través de multas, cierres o decomisos, y en donde participan agentes del Seniat y la Guardia Nacional; componente éste que también pertenece a los Cabello. Incluso, llamó la atención la fotografía de primera plana de La Razón, donde aparecen Diosdado y José David Cabello Rondón; como decir, los dos chicos con pistolas de las leyendas del Oeste norteamericano, esto es, las dos cabezas del clan, con licencia para torturar y matar, a través de la Guardia Nacional y el Sebin o de malandros integrantes de los llamados colectivos, y a continuación viene una lista de hermanos, primos, sobrinos, cuñados y "huele peos".
El año pasado, cuando estalló el escándalo de Tarek El Aissami, entonces salió a relucir el tema de su clan, desde su papá, de quien se decía que era embajador en Siria, pasando por su hermana: representante diplomática nuestra en la Corte Penal Internacional, todos los hermanos del susodicho, y quienes estaban encadenados, diabólicamente, a una serie de cómplices, lo que explica que el número de detenciones, de lo que se conoció como la trama de El Aissami, se elevara a unos doscientos, y quienes aparecían en los noticieros de televisión vestidos de braga naranja; lo que se tomó como una extravagancia, puesto que nunca se había visto en el país semejante escena; unos sujetos que desfilaban, uno por uno ante una cámara, vestidos con tal atuendo, hacia unas salas judiciales, improvisadas en El Helicoide, para ser juzgados, es decir, algo que también pareció teatro de mal gusto. Es aquí donde se observa que cada clan familiar tiene, a su vez, subclanes, dada la jerarquía, que ocupa cada uno de ellos, y que también se rodean de sus familiares y amigos; gente que te gana de tres mil dólares en adelante, y es por aquí por donde se mide el carácter burocrático de este socialismo. Dime de lo que te jactas y te diré, de lo que careces: una gente que habla de inclusión; que cuando la derecha se apodere de nuevo de este país, entonces desparecerá el "gobierno de la inclusión", dice una Delcy Eloína con su voz atiplada, como si se tratara Jauja, donde vivimos.
Ahora, si uno observa lo que fue la trayectoria de El Aissami en esta cleptocracia, que ha significado la era chavomadurista, se explica el por qué, al final de la misma, al sujeto lo cegó su consumada vocación de trepador. No se pase por alto que estamos ante un hombre, (perdón por la digresión) que ocupó las más altas jerarquías del país; donde hizo mucho daño, especialmente, cuando estuvo al frente de la Dirección de Identificación y Extranjería, y donde le otorgó pasaporte a sujetos vinculados al terrorismo islámico, de cuya corriente es incondicional El Aissami. Es decir, fue de escalón en escalón en esa cúpula chavomadurista, "consentido de Hugo Chávez", hasta sacar en bomba a Rafael Ramírez, el hasta entonces "rey del petróleo", de Pdvsa y coronarse él. Por supuesto, era la mejor carta, que tenía el chavomadurismo para estas elecciones, visto el desgaste de Maduro, que se mide en niveles de rechazo de 90%; mejor que Diosdado Cabello y los hermanos Rodríguez (buen orador, estampa de galán de telenovela, con mucho dinero y ambiciones de poder); trío que, al parecer, se unió para chalequearlo, sobre todo, cuando se descubrió que estaba conspirando contra Maduro o eso es lo que se saca, luego de su estrepitosa caída, y que arrastró ex ministros, alcaldes, jueces.
Ahora lo más grotesco de Maduro, cuando se refiere a este caso, es cuando dice, que él había puesto toda su confianza en este hombre; no obstante, le estaba jugando sucio, aprovechándose de sus espaldas y entonces lo relaciona con ladroneo: por detrás suyo se movía con el dinero del chanchullo Pdvsa-Cripto. ¿No tenía Maduro un soplón, que lo pusiera al corriente de esta situación? Eso es lo mismo que en el caso de sus sobrinos: el día que ambos cayeron en manos de la DEA, y que salieron del aeropuerto de Maiquetía por la llamada Rampa Presidencial, con un alijo grande de cocaína: ¿ese día no tuvo un soplón que lo informara al respecto?
Que es otro de los notables casos de clan familiar: el de Cilia Flores, y que se apropió del poder judicial y hasta del poder electoral, puesto que se dice que Elvis Amoroso es de la absoluta confianza de la señora Flores. Existe una lista, como la de los Cabello, relativa también a todos los familiares de la susodicha, que ocupan altos cargos en estos "predios" suyos. No hay que pasar por alto que en la ocasión en que se sacaron los trapos al sol entre Ramírez y la susodicha, éste decía que sus hijos habían desfalcado Pdvsa, lo que también le endilgaba a él la señora Flores. Se habla de un sultanato, ya que el jerarca ve en la nación su patrimonio personal, que esfuma todo principio de democracia en su conciencia, y esto porque se lo permite un Estado rentista, y como nuestra principal renta es Pdvsa, hacia allá enfocan los trepadores del estilo de El Aissami; lo que explica la caída también de Rafael Ramírez: tentaciones de trepador. De allí la tendencia a meterle la mano al Fisco, que caracteriza a esta gente, y que no tendrían modo de explicar las propiedades que poseen. Incluso, se especula que una de las miras, que tiene Delcy Eloina en mente, es Pdvsa, puesto que abriga ambiciones de poder, transformarse en una especie de María Corina. El hecho es que aquí cuenta también el clan de los Rodríguez, Jorge y la susodicha; aunque los hijos de aquél, al parecer, viven en el extranjero; ambos tienen sus tentáculos en las jerarquías del régimen, especialmente, en el CNE, que también le pertenece al psiquiatra.