Se respira un aire más contaminado del que se respiraba a finales de los ochenta, “cuando los cerros de Caracas bajaron”. La situación en el país es peor que la vivida con los acontecimientos del llamado Caracazo. Más que demostrado: los militares que se alzaron contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, y que todavía están del lado del llamado proceso revolucionario, comenzando por el comandante golpista Hugo Rafael Chávez Frías, lo hicieron motivado en una única y pura razón: la de tomar el poder para vengar sus resentimientos. Querían llegar al poder para abusar de él y hacer lo que han hecho: cometer actos atroces, contrarios a la ley, y como se dice popularmente “defecarse” en el alma de los venezolanos.
Esta afirmación la hago porque esa forma de actuar es exactamente igual a la de ciertos delincuentes que demuestran una especie de intolerancia frente a la víctima. Te atracan y no conforme con ello, también te humillan. Lo han logrado, ciertamente. Los que hoy gobiernan, comenzando con el comandante golpista, ordenan confiscar, invadir y ocupar militarmente cualquier propiedad, y luego utilizan a Venezolana de Televisión para burlarse de la víctima seleccionada.
Querían apoderarse de toda la riqueza nacional y manejarla discrecionalmente, lo que en buena medida también han conseguido.
Desde el 4 de febrero de 1992 para acá, nada ha cambiado para bien del país, y al contrario, todo lo malo que había, ha empeorado. Lo único que se ha transformado es la manera como los funcionarios públicos delinquen. Ahora hay mayor descaro en todos los niveles; y existe una suprema protección de tal conducta corrupta por parte de los organismos encargados de perseguirlas y de enjuiciarlas. Policías y ladrones se funden.
Si en el año 1992 el comandante golpista se quejaba por la poca moral en la institución militar, qué decir hoy, sino que la dignidad se ha evaporado y no es precisamente lo primero que salta a la mente de un ciudadano cuando oye o ve a un militar identificado de nuestra tristemente Fuerza Armada.
Antes, es cierto, había militares corruptos, pero la institución no se consideraba como corrompida, porque aquellos malandros eran la minoría. Aquellos que ayer eran pocos, hoy se multiplicaron como la hierba mala. Cuando ves un uniforme ya sospechas de la honestidad de quien lo porta. Cuando le ves el carro, la casa y sus lujos, la sospecha se convierte en certeza. Nada de honor. Y cuando ves que ese militar activo o retirado está en algún cargo gubernamental, ya sabes que lo primero que debe cumplir es el requisito de carecer de dignidad para ejecutar los trabajos sucios del régimen. Diosdado lo ha demostrado desde Conatel con su infame persecución a RCTV.
En este momento son muy pocos los que dudan de la existencia de una dictadura en Venezuela. Por más que se empeñe el gobierno en negarlo, su comportamiento es propio de los tiranos. Elimina o saca del camino todo aquello que le incomoda, que lo critique, o que no acepte sus abusos. Nada de esconder su condición dictatorial. RCTV, nacional e internacional, Éxito, ocupación militar de fincas productivas, invasión de inmuebles urbanos, nombramiento de autoridad paralela en la Alcaldía Mayor, modificación inconstitucional para reelegirse, manejo del erario público sin control alguno, son situaciones que explican claramente esa afirmación drástica de que en Venezuela no hay democracia.
Este gobierno en 12 años ha hecho de nuestro país una verdadera bomba que en cualquier momento puede explotar. Hay mechas por todas partes, y espontáneos también. Quién sabe si todo esto lo está provocando el régimen, que sabe que ya no recupera terreno en el campo del prestigio por la realización de una obra. Lo cierto es que es muy probable que el régimen esté induciendo un estallido, sabiendo que es el terreno en el que mejor se desenvuelve. ¿Estaremos preparados para ese momento? No lo sabemos. Ojalá no nos agarre el catarro sin pañuelo.
La unidad es la salvación
Sigo con la cantaleta: no lograríamos absolutamente nada si el sector democrático no amalgama sus esfuerzos. Solos somos exageradamente débiles, mientras que si estamos unidos, al régimen lo vemos como un pigmeo.
El comandante golpista tratará de hacer todo lo posible para que las elecciones parlamentarias no se realicen. El sector democrático, sin descuidar la calle, debe seguir trabajando en confeccionar alianzas perfectas con todas las organizaciones políticas adversas al régimen. El problema no es de nombres de los candidatos o de las agrupaciones partidistas. El asunto es de mayor relevancia: tiene que ver con organizar la unidad para enfrentarnos al régimen. Si se produce una unidad sincera, y que todos trabajemos en favor de ella, seríamos imbatibles en cualquier escenario electoral. Mientras que si nos presentamos divididos, la abstención y la decepción serían las triunfadoras el próximo 26 de septiembre.
Africanización de la justicia
Con motivo de los apagones injustificados e irresponsables de los últimos días, la legitimidad de la justicia se viene al suelo, cuando se pretende someter a un servicio público, al igual que la salud, a las limitaciones que padecen los ciudadanos de a pie. Esta deplorable situación de una justicia hasta la una de la tarde, ha terminado de colapsar el sistema. Se somete a las personas que están privadas de libertad y en proceso judicial, a una situación medieval, premoderna. Ninguno sabe a ciencia cierta cuándo habrá audiencia, o si habrá tiempo para que se celebre su audiencia y se conozca la verdad procesal. En las cárceles venezolanas hay una estadística de homicidios de 2.000 por cada 100.000 (datos del Observatorio de Ciencias Sociales), lo cual, sumado a la de 60 por 100.000 de la calle, que supera la del año anterior y dobla la tasa mundial, que es de 25 por 100.000. Son cifras demoledoras, que avergüenzan la dignidad y la tolerancia del venezolano. Es necesario que los órganos gremiales profesionales tomen la palabra con urgencia; no con paliativos, para que se restablezca la operatividad plena del sistema de justicia como servicio público. Vienen por los abogados primero, y no nos estamos percatando.
La unidad está en la calle
Muchos motivos para salir a la calle: la falta de luz, de agua, por la inseguridad, por el cierre de RCTV y en fin, por la conculcación de nuestros derechos.
No esperemos recuperar los derechos perdidos en los tribunales. Ellos ya sabemos a quién obedecen. No esperemos que el régimen cambie, sin que se le combata con protestas pacíficas y civilizadas. Las dictaduras no creen en tribunales ni en los poderes constituidos. Sólo sucumben ante la fuerza determinante de los pueblos. Mientras no entendamos esto, seguiremos haciéndole el juego al comandante golpista. La calle también serviría para unificar las fuerzas opositoras y comprometería a los partidos a integrarse unitariamente para el próximo 26 de septiembre, si llegase a cumplirse el cronograma electoral.
pabloaure@gmail.com
Fuente:
El Carabobeño