Muchas personas dicen que un SECUESTRO es como un mal sueño; pero al final es una realidad traumática. Desde ese estadio, se presagia la libertad, se abriga la esperanza y se conversa con los captores. El objetivo final es que todo termine satisfactoriamente y muchas veces cuando despiertas; el entorno te indica, que has sido víctima de un SECUESTRO CIRCUNVECINO.
La Historia que narramos puede ser la suya, la nuestra o la de cualquier persona que viva en un Ciudad como Caracas adornada por barrios populares y viviendas construidas en cualquier pendiente de un cerro. Quizás es producto de la INSEGURIDAD que vivimos en Venezuela, de la ausencia de políticas públicas adecuadas y puede estar reforzada por los efectos de IMPUNIDAD de individuos envalentonados en un proceso político. Lo cierto es que aquellos que NO comulgan con las ideas revolucionarias son susceptibles de aplicarles procedimientos de hostigamiento, amenaza, amedrentamiento, "ruleteo" o simplemente lo SECUESTRAN.
Salimos de una sala de un bingo y al dirigirnos al estacionamiento se nos acercó una persona con uniforme de vigilante, que nos indicaba algo escrito sobre su carpeta de control. De ahí en adelante entramos en una especie de etapa subconsciente. Despertamos en una comunidad donde deambulaban muchas personas pero nadie nos conocía. Aunque NO veíamos los carros sentimos el ruido que parecía provenir de una carretera nacional o autopista. No sabíamos dónde estábamos y pensábamos: ¿Qué nos paso? ¿Dónde estamos? Las interrogantes se aclaran posteriormente al ver que NO tenemos identificación, teléfono, dinero, contactos o salida.
Nuestros acompañantes iníciales, son dos personas andrajosas que parecen parapléjicos. Su piel es negra -por lo sucio- y nos besan las manos. NO lo entendemos; pero nos dan ánimos para amoldarnos al lugar y nos ofrecen su hospitalidad. Esa cuestión permite ubicarnos en lo que ocurre: ¿Cuánto tiempo llevan ahí? NO lo preguntamos, pero nos han confinado a una especie de sótano, del que luego salimos por un hueco y los compañeros de cautiverio; nos ayudaron.
Nos llevan a otra parte. Al salir de esa especie de madriguera, conseguimos personas que hacen labores diarias y NO se inmutan ante nuestra presencia. Todavía llevamos nuestra vestimenta del día que desaparecimos; incluyendo la chaqueta y los zapatos. Tratamos de reconocer ese paraje que converge a una vía, pero estamos en un laberinto. La gente se nos acerca y son amables. Desde ahí podemos ver viviendas en unas colinas distantes y ciertos edificios de una ciudad. Una señora se acerca y le preguntamos: ¿Como se llama este sitio? Ella contesta; no tiene nombre municipal, pero nosotros la llamamos: “Comuna revolucionaria: De frente con Santaella.”
¿Sera una organización terrorista? ¿Un grupo paramilitar? Decidimos continuar hablando con la señora y le indicamos que conocemos ciudadanos con ese apellido, que proviene del oriente del país. La señora se dirige a los que nos custodian y murmura: “Ese hombre conoce a muchas personas que pueden ser nuestros parientes; quizás hasta es; familia de nosotros.” “NO estoy de acuerdo con lo que hacen” y su interlocutor le contesta: “Camucha esto es un negocio.” Quizás por eso la gente nos trataba con tanta amabilidad. Parecería que nuestra categoría es diferente a aquellos que vimos en el hueco o esos son producto de los revendedores de seres humanos.
NO vemos ningún refrigerador pero toman cerveza fría. NO hay depósitos o tanques, pero nos dan agua potable. Hacen pequeños paquetes de papel toilette -kit sanitario- que venden a 5 bolívares. Tocan el cuatro y las mujeres entonan sus cantos y tenemos deseos de integrarnos: ¿Síndrome de Estocolmo? Nuestros captores entonan: “Amor eterno e inolvidable. Tarde o temprano estaré contigo pare seguir amándote.” En efecto son nuestra familia de ocasión. Nadie nos habla de nuestros seres queridos pero nos indican que tomarán una foto o filmarán un video. Estamos ahí SECUESTRADOS. La comunidad la conforman personas que nunca conocimos y nuestro paisaje se circunscribe a unas montañas y al ruido de los carros en una carretera.
Pero un día cambia la situación, llega una muchacha en una moto. Usa bule jeans, tiene buena figura; deja ver su cabellera de tono rojizo, una vez que se quita el casco. Nos llega el aroma del perfume de mujer y también el eco de sus palabras: “Yo NO me voy a aprestar para eso.” “Si estuviera enfermo; lo sacaría ahorita mismo.” Nos asaltan los nervios; decidieron trasladarnos o matarnos. Pero “la motorizada” se marcha tranquila. Nos llama la atención, que todos en el lugar tienen teléfono celular y NO les importa hablar cerca de nosotros.
De repente un día percibimos una algarabía; todos se abrazan, corren, toman sorbos de whisky o ron; disparan al aire y gritan: ¡Lo hicimos! ¡Lo hicimos! Al parecer contactaron con nuestra familia y lograron que “pagaran” la liberación. Uno se acerca y nos dice: “Te vas chamo. Estas libre.” Nos advierten: Puedes ir a la policía; pero NO des muchos detalles, sabemos dónde trabajas, sitios que visitas, conocemos tú familia y tenemos ubicado el colegio de tus hijos. Al final NO podrán con nosotros. Estamos con CHÁVEZ y nos protege el EJÉRCITO BOLIVARIANO y la PM -refiriéndose a la Policía Metropolitana.- Es inútil que denuncies; somos la ley. Somos MAYORIA.
Llegado el momento de la libertad. No sabemos a dónde dirigirnos; pero estamos libres. Nos dicen que subamos una pequeña cuesta y conseguimos una carretera. Apreciamos una especie de parada y aunque hay personas ahí, nadie nos habla. Visualizamos con mayor claridad los cerros y sus ranchos. Pasan varios carros: pero nadie se detiene, excepto una camioneta pick-up, con techo trasero fabricado de manera artesanal y asientos de madera; donde nos dan un lugar.
Una persona que NO aborda, se para en el parachoques trasero y golpea el techo, mientras grita: ¡DALE PA´L NUEVO CIRCO! y nos damos cuenta que siempre estuvimos en los alrededores de CARACAS. Relatar este hecho puede ser producto de un sueño o el testimonio de la realidad vivida mediante el SECUESTRO político, religioso, ideológico o económico en VENEZUELA. DENUNCIAMOS su ocurrencia y afirmamos la existencia de innumerables casos, de lo que hoy narramos como: SECUESTRO CIRCUNVECINO.
Cita: “Mi corazón se hallará siempre en Caracas: allí recibí la vida; allí debo redimirla; y mis caraqueños serán siempre mis primeros compatriotas”
Simón Bolívar
Coronel (FAV) Sammy Landaeta Millán
Caracas. 17 de Junio de 2009.