Tal como es su costumbre dominical, el jefe del Estado volvió a contarnos otra película de vaqueros. Ahora se trata de que en Táchira hay campamentos paramilitares, dirigidos por el gobernador César Pérez Vivas, un político al que jamás se le ha visto con una pistola en la mano, sino armado con una carpeta de razones y de exigencias para mejorar las condiciones de vida de la gente que votó por él.
Se trata del mismo esquema que se empleó contra los zulianos y el alcalde Manuel Rosales, contra los gobernadores de Miranda y Carabobo, y el alcalde metropolitano Antonio Ledezma. Pronto el Presidente irá contra los orientales en Margarita como ya lo hizo en Guárico contra Manuitt.
Es la vieja táctica comunista, empleada por Stalin en la Unión Soviética, dividir a los pueblos por regiones y luego buscarse un verdugo que los reprima. Es una jugada macabra dirigida a desintegrar el país y debilitarlo por medio del odio.
Vale preguntarle a la Fuerza Armada lo siguiente: ¿cómo podemos luchar contra los enemigos externos si el Presidente dirige una política encaminada a que los venezolanos nos odiemos cada vez más, que carezcamos del sentido de nación, que nos multipliquemos como enemigos en cada calle, barrio, municipio o estado? En verdad, ¿podemos, como venezolanos, luchar contra las amenazas externas si en nuestro propio país somos unos parias, si nuestro derecho a la justicia está clausurado, si los votos que depositamos para elegir a los candidatos de oposición son desconocidos en la práctica?. ¿Cómo luchar por Venezuela y su integridad económica, política y territorial, si el Presidente nos trata públicamente, a través de los medios de comunicación, como perros miserables que no merecen la más mínima protección del Estado? Hoy somos un país débil, dividido por el odio oficial, fácil presa de los enemigos externos, que saben y conocen la quiebra de la economía nacional, la férrea dependencia de las importaciones de alimentos, la tutela de cuerpos de inteligencia cubanos que pasan por encima de la soberanía y mancillan nuestro orgullo patriótico. Ni la CIA se atrevió a tanto.
Está claro que el discurso agresivo, prepotente y lleno de odio del Presidente contra un sector de los venezolanos constituye el centro de nuestras divisiones internas y de nuestra debilidad para afrontar los peligros que nos acechan. Brasil nos coloniza en lo comercial, Colombia nos desprecia militarmente, Guyana entrega concesiones en un territorio que está en disputa y un grupito de islas antillanas se niegan a reconocer los derechos marítimos que nos corresponden.
La fe de Venezuela sólo pervive y se prolonga en la vigencia de sus universidades y sus estudiantes, en los gremios y en los sindicatos democráticos, en la unidad de los partidos, en los medios de comunicación, en los alcaldes y gobernadores de oposición, y en la creencia firme de que la Fuerza Armada sigue siendo patriótica, institucional y jamás ni nunca comunista.
Se trata del mismo esquema que se empleó contra los zulianos y el alcalde Manuel Rosales, contra los gobernadores de Miranda y Carabobo, y el alcalde metropolitano Antonio Ledezma. Pronto el Presidente irá contra los orientales en Margarita como ya lo hizo en Guárico contra Manuitt.
Es la vieja táctica comunista, empleada por Stalin en la Unión Soviética, dividir a los pueblos por regiones y luego buscarse un verdugo que los reprima. Es una jugada macabra dirigida a desintegrar el país y debilitarlo por medio del odio.
Vale preguntarle a la Fuerza Armada lo siguiente: ¿cómo podemos luchar contra los enemigos externos si el Presidente dirige una política encaminada a que los venezolanos nos odiemos cada vez más, que carezcamos del sentido de nación, que nos multipliquemos como enemigos en cada calle, barrio, municipio o estado? En verdad, ¿podemos, como venezolanos, luchar contra las amenazas externas si en nuestro propio país somos unos parias, si nuestro derecho a la justicia está clausurado, si los votos que depositamos para elegir a los candidatos de oposición son desconocidos en la práctica?. ¿Cómo luchar por Venezuela y su integridad económica, política y territorial, si el Presidente nos trata públicamente, a través de los medios de comunicación, como perros miserables que no merecen la más mínima protección del Estado? Hoy somos un país débil, dividido por el odio oficial, fácil presa de los enemigos externos, que saben y conocen la quiebra de la economía nacional, la férrea dependencia de las importaciones de alimentos, la tutela de cuerpos de inteligencia cubanos que pasan por encima de la soberanía y mancillan nuestro orgullo patriótico. Ni la CIA se atrevió a tanto.
Está claro que el discurso agresivo, prepotente y lleno de odio del Presidente contra un sector de los venezolanos constituye el centro de nuestras divisiones internas y de nuestra debilidad para afrontar los peligros que nos acechan. Brasil nos coloniza en lo comercial, Colombia nos desprecia militarmente, Guyana entrega concesiones en un territorio que está en disputa y un grupito de islas antillanas se niegan a reconocer los derechos marítimos que nos corresponden.
La fe de Venezuela sólo pervive y se prolonga en la vigencia de sus universidades y sus estudiantes, en los gremios y en los sindicatos democráticos, en la unidad de los partidos, en los medios de comunicación, en los alcaldes y gobernadores de oposición, y en la creencia firme de que la Fuerza Armada sigue siendo patriótica, institucional y jamás ni nunca comunista.
Editorial de el Diario "El Nacional"
Carcas, Lunes 15 de Junio de 2009