En cuanto al servicio activo, el militar está obligado a obedecer las órdenes de sus superiores en todo lo relativo al servicio y a cumplir estrictamente lo establecido en la Constitución, leyes y reglamentos que regulan el funcionamiento de la Fuerza Armada Nacional. Aquí, el principio delimita el alcance de la obediencia debida en lo militar, al clarificar el concepto de lo estricto. Es decir, tanto la norma militar, como la potestad del mando están reguladas por la normativa mencionada.
La concepción de arbitrio en la relación de mando y obediencia, deja al militar en ambos roles, su auto regulación para entender y actuar con la convicción de que debe ejercer las funciones de su empleo con verdadero espíritu de abnegación, dando siempre el ejemplo, cultivando los valores morales y el respeto a los derechos humanos; desechando la intriga, el egoísmo, la vanidad y la ambición, que se constituyen como elementos que destruyen la autoridad moral necesaria en un mando, que permita alcanzar de sus subordinados la obediencia y la buena voluntad con respeto y juricidad en todo lo relativo al servicio. Es decir, legal, justo y verdadero.
Bajo esta concepción del deber ser militar, con gran preocupación calificamos de desvergüenza la actitud de los altos mandos militares actuales en nuestra Fuerza Armada. Y mas que desvergüenza, una atrocidad antiética, que como colofón corrompe las bases en que se fundamentan: la disciplina, el honor, la ética y todo lo que involucra el perfil histórico de la Institución militar venezolana, donde pareciera que la jerarquía militar hubiera perdido la brújula indicadora del norte constitucional, contagiada por la perversa actitud anti militar, antidemocrática y antipatriótica del presidente de la República, quien, ante la respuesta sierva y rastrera de los mandos, asume con soberbia ignara una actitud ajena a la relación de un consciente comandante en jefe. No es tolerable, que un jefe militar profesional, confunda sus funciones de mando con la de un comisario político, para adular al “líder”, y de manera desproporcionada, en un discurso incoherente y vacío, se autoproclame parte de una “revolución” inexistente, transformando su vistoso uniforme militar en un disfraz de payaso sin gracia.
Referimos con desagrado y vergüenza ajena, los discursos del general Mata Figueroa, Comandante Estratégico Operacional de la FAN y del director de la Escuela Técnica, el vicealmirante Diego Molero, quienes con el miedo reverencial y temor al venezolano consciente, no se atrevieron a levantar la vista para intercambiar miradas con el escucha que tuvo en las pantallas de la TV sus dislocados, estúpidos, inconstitucionales y rastreros discursos, que quiéranlo o no, enlodan el prestigioso nombre de nuestros militares.
Dice el general Mata Figueroa, siguiendo el verbo de su mentor comandante en jefe, que en Venezuela no hay “gorilas”. ¿Si?, pareciera ser una verdad de Perogrullo si solo llamamos gorilas a los militares que irrumpen contra un orden constitucional preestablecido, como lo hizo Chávez y sus secuaces en 1992. Se refiere a los militares hondureños, que si a ver vamos, fueron impulsados por una circunstancia temerosa de que en Honduras tuvieran con Zelaya la réplica del gorila mayor que a él lo conduce, lo orienta y lo dirige como director de la jaula. ¿Qué entenderá Mata Figueroa por la calificación de gorilas a los militares? Sentimos decirlo, pero una estupidez de ese tamaño no cuadra en un “militar”, que piensa que el gentilicio venezolano es también estúpido como él. Sinceramente Mata Figueroa, te quedan muy grandes esos soles, que en lugar de luz, lo que generan son ideas de mentecato.
En nombre de los militares venezolanos, asumimos la vergüenza que tú no tienes. Bolívar reconoció en Sucre, no su estampa de militar adornada con condecoraciones y estampa, sino su talento, que lo llevó a decir, que ese sería su sustituto, lamentablemente truncada su vida por la codicia y la envidia de quienes creyeron que no ero era suficiente su genio, sino era necesaria la adulancia. He aquí la estampa del “gorila”. Un militar no puede ser rastrero con el superior, ni irrespetuoso con el subalterno. He aquí la base de la ética del militar; lo contrario es desvergüenza.
Enrique Prieto Silva
Miércoles 8 de julio de 2009