No es que desestimemos la acción de gobierno cuando decimos que tenemos un gobierno malo e inculto, harto de ejecutores que se creen aprendidos siguiendo las enseñanzas del comandante, el irrespetuoso jefe de gobierno que aprendió las tácticas del soldado y las asemejó a las de un hábil gobernante. Al final solo le queda la habilidad y adolece por ineficiencia de la solidez del soldado y colma su miseria al creerse gobernante. No puede ser mayor su miseria, cuando se autocalifica como “soldado” para defender sus andanzas, creyendo que ser soldado es un título que lo abastece del don de la generosidad del sabio o del mesías encumbrado. En el fondo, su intención es bajarse de estatus o pertenencia para engatusar al humilde venezolano carente de fortaleza cultural y de equilibrio simbiótico y someterlo bajo engaño a un sistema político que solo ha servido para perennizar la miseria humana. Pudiéramos decir que es un anticristo.
Sobre la conducta de nuestros gobernantes han sido inmensas las críticas, cual mas justa y acertada endilgándosele su incapacidad para gobernar y el habido deseo de los “revolucionarios” por satisfacer su hambre de riqueza han hecho de su deseo político un antro de corrupción y de ignorancia. Pero lo que mas llama la atención es su inercia en procurarle al venezolano y a todos los habitantes de la patria de Bolívar, la seguridad necesaria para disfrutar de sus derechos. Es, por no decir lo más propio, la omisión que ha conducido a un clima desaforado de INSEGURIDAD, esa concepción, que para la iletrada defensora del pueblo es una simple sensación. No hay dudas sobre la asesoría que recibe para su capacitación, pero es lamentable el grado de experticia del militar que la ha llevado a creer que es factible trasmutar la concepción o ficción de SEGURIDAD con la negación de ella.
Es cierto que la seguridad conceptualmente la hemos entendido como “calidad de seguro”, como una situación adjetiva, de estar libre de todo peligro daño o riesgo. Solo como un concepto virtual que nos alegra; algo indubitable e infalible, comprable a la confianza, a la certeza o a la verdad, donde la certidumbre de que no existe peligro alguno que amenace nuestros intereses; crea en el sujeto una SENSACIÓN de confianza o tranquilidad, y la percepción de tener eliminados la ansiedad y el temor. Es este el sentimiento que crea un “seguro” con cobertura contra el riesgo, que realmente de seguro no tiene nada para el sujeto activo y aunque parezca una paradoja, es un seguro, que cuando es de vida, beneficia, a otros, a terceros por deseo del asegurado.
Sin muchas disquisiciones, el seguro real no existe, porque aún con una póliza y sin los elementos de protección necesarios, son permanentes los momentos de inseguridad, los que se agravan cuando no se toman medidas de protección posibles. Pero cuando hablamos de inseguridad, nos referimos a los momentos permanentes que se presentan como daños a las sensaciones de seguridad. Esos momentos creados por la sensación de estar protegido. Y de esto se trata. La seguridad es imperceptible, toda vez que ella logra el estatus de normalidad deseado, que por tratarse de normalidad no causa el efecto de atención que si causan las acciones de inseguridad. Con inseguridad no puede hablarse sensación sin percepción. La inseguridad no solo se siente sino que se teme, y lo que causa es estrés con temor que se traducen en depresión, cuando no esquizofrenia.
La inseguridad es el fruto de las malas políticas de protección ciudadana. Protección que siendo notoria por cierta, aún cuando intangible, tiene que materializarse mediante acciones o medidas concretas, que logren establecer frenos o barreras a los percances, a los antagonismos intersocietales y hasta los personales, acorazando los medios de protección comunal y las instituciones que luchan contra la violencia y contra el delito, que son los elementos o actos provocadores de los reveses económicos, políticos y/o de conducción social.
Se equivoca y se transforma en mentiroso y demagogo, quien pretenda transformar la inseguridad en un acto mental de percepción sensitiva. Especialmente cuando es por demás notoria la existencia de situaciones sociales, muchas veces dantescas en la comisión de delitos. Es tonto o de pensamiento de mentecato, creen que por ocupar un cargo superior en el gobierno colectivo, como es el caso de la defensora del pueblo, creer que puede cambiar el esquema mental de los venezolanos, haciéndoles ver que la inseguridad es solo un asunto de SENSACIÓN.