“Jesús se echó a llorar” (Juan 11:35)
El tiempo es la medida relativa a la sucesión de eventos, sucesión irreversible que no impide que culmine con la consabida muerte física, el fin de nuestros días.
Fue Zuleika una joven y linda mujer, una paciente más victima del cáncer.
Fueron muchos los tormentos vividos primeramente en una clínica especial para este tipo de enfermos; donde vivió en carne propia, la ausencia diaria -en la mayoría de las veces-, de uno que otro de sus compañeros de aposento. Pero triste fue su final, ya que sus últimos meses de vida, postrada en cama en su propia casa, debió soportar un largo y doloroso sufrimiento, mientras su débil cuerpo apenas podía moverse producto de interminables llagas y olores verdaderamente nauseabundos.
A pesar de esto, Zuleika no tuvo miedo aún por encima del dolor, lo soporto estoicamente e incluso se acostumbró a convivir con él. Casi lo vence.
Todos sabemos la impotencia de la ciencia para erradicar este tortuoso mal. Muchas clínicas sabedoras de esto, muchas veces dejan de lado su corazón y exprimen su seguro con mimos, halagos y engañosos paliativos, donde una vez consumido la limitante, son enviados a casa como cualquier moribundo a enfrentar los restantes días de vida y sufrimiento.
Que insensible es la ciencia médica. Insensible al dolor y poco o nada le importa el ser humano. Es fría y directa hasta para dar un diagnóstico.
Los seres humanos no tenemos que halagar o forzar a Dios. Su amor ha abarcado ya todas nuestras necesidades. Es solo a la medicina a quien nuestras oraciones tienen que cambiar. No es la ciencia más que un 1% de lo que necesitamos para vivir, pero desgraciadamente nos hemos acostumbrado a erigirla en salvadora de nuestro destino.
Estuve ligado a la enfermedad de Zuleika en sus últimos años, porque creo inmensamente en Dios y estoy convencido que la sanación procede únicamente del amor y nada mas que del amor. Demostrándole nuestra firme dedicación a esa ley del amor suplimos las necesidades de otros.
Lo que hay del otro lado de la muerte no lo sabemos, pero podemos estar seguros que es vida. ¿Porque temerle a la muerte? Por la muerte no podemos culpar a Dios, si no vemos su amor demostrado en nuestros corazones. Lo que amamos puede pasar más allá del alcance de nuestras manos. Zuleika murió, su luz resplandecerá como una estrella más en el firmamento; pero, esa gran deuda del amor entre los seres humanos debe continuar.
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. (Art.19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos)
Afectuosamente, Imperfecto.