Cada vez que Chávez pierde el control y se pone a vociferar insultos, amenazas y todo ese cancionero de la mediocridad que integra su repertorio, pienso en sus edecanes y guardaespaldas (en los nacidos en hogares venezolanos). Con qué fijeza se mirarán las puntas de los zapatos, qué parpadeo se instalará en su expresión, qué velo cubrirá sus ojos, todo con tal de no mirar a la cara del que desprecian porque, llamándose jefe del Estado, acaba de dar frente a ellos una demostración de bajeza; y, lejos de desplegar la conducta de mandatario que se debe a todos los ciudadanos por igual, se comporta como el capo de una banda, colérico, caprichoso, cruel y dado al empleo de un argot delictivo.
Yo, que lo sigo por la prensa y la televisión, no he podido sino concluir que Chávez no es Presidente. No de la república de las leyes ni de las instituciones; no del castellano de Venezuela; no de las acendradas aspiraciones democráticas de este país; no de las familias que tienen en la transmisión de la lengua y los buenos modales un vector del amor filial y del amor a la patria. Es un pran (el jefe de los presos en las cárceles), que ha dado un rodeo absoluto a la Constitución, a todo pacto civilizado concebible y a los más elementales principios del uso del lenguaje según las esferas en que se esté produciendo el acto de comunicación.
Al expresarse en el plano público en los términos que usaría entre amigos íntimos o en un botiquín, Chávez dimite de sus funciones de gobernante.
Es un parroquiano más, barbotando la germanía del albañal. Que no otra cosa es la que hizo, al dirigirse al gobernador de Lara, Henry Falcón, diciéndole: “Mándalos para el carajo, Henry, porque si no te vas a joder tú”. ¿Y a quien mandaría para el carajo el ex alcalde de Barquisimeto, llegado a la Gobernación de Lara con muchos votos de la oposición? Pues a esos venezolanos opositores que han manifestado su disposición a apoyar a Falcón en otras lides, entre las que se han insinuado la ruta hacia la Presidencia.
Ante un arreglo perfectamente legítimo, como sería sumar las voluntades de una comunidad que aprueba una gestión, Chávez va a Lara y allí, en la casa de Falcón, se dedica a imprecarlo con acento hamponil; y a combatir de manera airada cualquier forma de reconciliación entre los bandos que él ha contribuido a crear para desgracia de Venezuela y consternación de sus habitantes. Un tipo que abone para el resentimiento, el odio y las divisiones no es un Presidente. Como tampoco lo es el irresponsable que declara que él no tiene “problema en nacionalizar la banca”, como una decisión de semejante importancia e impacto para la economía y la sociedad en pleno pudiera ser tomada por un individuo en solitario, en forma arbitraria y en absoluta ignorancia de la materia bancaria y financiera.
En el Aló, Presidente del domingo pasado, el gobernante que juró sobre una Constitución moribunda (con lo que su juramento es írrito; y desde entonces es Presidente sin serlo), dijo “a todos los banqueros privados: el que se resbale, pierde; le quito el banco sin importar del tamaño que sea. No me importa. No tengo problema en nacionalizar la banca”. ¿Eso es un Presidente Venezuela?, podrá serlo de Zimbabwe ¿pero, de Venezuela? Yo afirmo que un tipo capaz de poner en riesgo el sistema financiero nacional, de atentar contra los ahorros de la ciudadanía, contra miles de empleos de los trabajadores de la banca, contra el funcionamiento de las empresas (ya bastante castigadas) no es Presidente de Venezuela. Él mismo renuncia cada vez que desconoce la naturaleza del país, pone en grave peligro su precaria estabilidad y nos impone su caló de malandros.
En la misma alocución, la número 344, el tipo se permitió jactarse, como lo ha hecho tantas veces, de que llamó a la fiscal, -la pobre Luisa Estela Díaz, que no gana para humillaciones-, y le ordenó que llevara a prisión a los banqueros que desfalcaron en los cuatro banco intervenidos; un robo descarado, que se hizo, por cierto, ante sus ojos y con su anuncia, aunque ahora lo niegue con esa sobreactuación de reguetonero. “Un juez dictó medida de prohibición de salida del país”, dijo el tipo, “pero a mí me gustaría que los agarraran”. Desde cuándo un presidente puede meter preso a alguien.
No es presidente, es un tipo vulgar, inepto y alcahueta de ladrones. Desde la humildad de mi escritorio le echo en cara mi acusación y mi desprecio.
msocorro@el-nacional.com
Fuente texto: Un vistazo hacia Venezuela
Yo, que lo sigo por la prensa y la televisión, no he podido sino concluir que Chávez no es Presidente. No de la república de las leyes ni de las instituciones; no del castellano de Venezuela; no de las acendradas aspiraciones democráticas de este país; no de las familias que tienen en la transmisión de la lengua y los buenos modales un vector del amor filial y del amor a la patria. Es un pran (el jefe de los presos en las cárceles), que ha dado un rodeo absoluto a la Constitución, a todo pacto civilizado concebible y a los más elementales principios del uso del lenguaje según las esferas en que se esté produciendo el acto de comunicación.
Al expresarse en el plano público en los términos que usaría entre amigos íntimos o en un botiquín, Chávez dimite de sus funciones de gobernante.
Es un parroquiano más, barbotando la germanía del albañal. Que no otra cosa es la que hizo, al dirigirse al gobernador de Lara, Henry Falcón, diciéndole: “Mándalos para el carajo, Henry, porque si no te vas a joder tú”. ¿Y a quien mandaría para el carajo el ex alcalde de Barquisimeto, llegado a la Gobernación de Lara con muchos votos de la oposición? Pues a esos venezolanos opositores que han manifestado su disposición a apoyar a Falcón en otras lides, entre las que se han insinuado la ruta hacia la Presidencia.
Ante un arreglo perfectamente legítimo, como sería sumar las voluntades de una comunidad que aprueba una gestión, Chávez va a Lara y allí, en la casa de Falcón, se dedica a imprecarlo con acento hamponil; y a combatir de manera airada cualquier forma de reconciliación entre los bandos que él ha contribuido a crear para desgracia de Venezuela y consternación de sus habitantes. Un tipo que abone para el resentimiento, el odio y las divisiones no es un Presidente. Como tampoco lo es el irresponsable que declara que él no tiene “problema en nacionalizar la banca”, como una decisión de semejante importancia e impacto para la economía y la sociedad en pleno pudiera ser tomada por un individuo en solitario, en forma arbitraria y en absoluta ignorancia de la materia bancaria y financiera.
En el Aló, Presidente del domingo pasado, el gobernante que juró sobre una Constitución moribunda (con lo que su juramento es írrito; y desde entonces es Presidente sin serlo), dijo “a todos los banqueros privados: el que se resbale, pierde; le quito el banco sin importar del tamaño que sea. No me importa. No tengo problema en nacionalizar la banca”. ¿Eso es un Presidente Venezuela?, podrá serlo de Zimbabwe ¿pero, de Venezuela? Yo afirmo que un tipo capaz de poner en riesgo el sistema financiero nacional, de atentar contra los ahorros de la ciudadanía, contra miles de empleos de los trabajadores de la banca, contra el funcionamiento de las empresas (ya bastante castigadas) no es Presidente de Venezuela. Él mismo renuncia cada vez que desconoce la naturaleza del país, pone en grave peligro su precaria estabilidad y nos impone su caló de malandros.
En la misma alocución, la número 344, el tipo se permitió jactarse, como lo ha hecho tantas veces, de que llamó a la fiscal, -la pobre Luisa Estela Díaz, que no gana para humillaciones-, y le ordenó que llevara a prisión a los banqueros que desfalcaron en los cuatro banco intervenidos; un robo descarado, que se hizo, por cierto, ante sus ojos y con su anuncia, aunque ahora lo niegue con esa sobreactuación de reguetonero. “Un juez dictó medida de prohibición de salida del país”, dijo el tipo, “pero a mí me gustaría que los agarraran”. Desde cuándo un presidente puede meter preso a alguien.
No es presidente, es un tipo vulgar, inepto y alcahueta de ladrones. Desde la humildad de mi escritorio le echo en cara mi acusación y mi desprecio.
msocorro@el-nacional.com
Fuente texto: Un vistazo hacia Venezuela