Chávez a la defensiva o cuando la realidad impone su agenda
No le resultaron a Chávez las ollas montadas contra Polar, la Iglesia Católica y Globovisión durante los meses de mayo, junio y julio pasados, pues tan pronto empezó una feroz campaña que pareció culminaría con la confiscación y agresión a estas instituciones, el olor de la comida podrida de PUDREVAL le inundó los estudios y cabinas de radio y televisión, Miraflores y aun los helicópteros y aviones en que viajó dentro y fuera del país.
Pero es que también en los cuarteles, policías estatales y municipales, cuerpos de seguridad e inteligencia, en la burocracia y salas situacionales, se hizo sentir la experiencia fétida, llegando al extremo de prohibirle a los funcionarios por una orden presidencial -que no se publicó- usar tapabocas y mascarillas, de modo de no atizar el fuego de lo que fue el fogón noticioso de uno de los escándalos más escatológicos vividos en este y otros continentes.
Había otras razones, sin embargo, para no hacerla efectiva, como es la inexistencia en Venezuela de textileras en capacidad de fabricar tapabocas y mascarillas en las cantidades y urgencias requeridas, aparte de que escasean los petrodólares para importarlas, y que, si llegan al país ¿dónde almacenarlas?
De todas maneras, caso único el de un gobierno que, no solo maquilla cifras, adultera la historia y truca los hechos ilegales que comete diciendo que los cometieron otros, sino que, además, se protege ojos, nariz y boca para que la pestilencia de sus políticas no le conviertan en otro de los tantos enfermos que subviven en la sociedad venezolana.
Pero nada que amilane la incontinencia de Hugo Chávez en echar las culpas a los demás, en autoeximirse de responsabilidades porque su gobierno “está comenzando” después de 10 años, o a decir que fueron funcionarios de baja jerarquía y no sus ministros lo que cometieron los delitos de PUDREVAL y el colapso eléctrico, sino que ahora, a raíz de un debate promovido en CNN sobre la presencia de guerrilleros de las FARC en el territorio nacional y la violencia de Venezuela (luego de la trasmisión del documental “Los guardianes de Chávez”), se lanzó el mismo comandante en persona y sus corifeos a desmentir cifras y datos y a sostener que en cuanto a violencia, Venezuela era algo así como Suiza, el Tibet o el reino Katmandú.
Más le valiera no abrir la boca, porque en medio de sus alegatos, precisamente en viernes antepasado, “El Nacional, publicó en su primera página, la foto espeluznante de una sala de la morgue de Caracas, donde literalmente se apiñaban y descomponían decenas de cadáveres.
Y por supuesto, que nuevos desmentidos, amenazas de cerrar a ” El Nacional” y llevar a Miguel Henrique Otero, su director, a la cárcel, la decisión, por último, de prohibir a los medios impresos publicar fotos y noticias que reflejaran la violencia que ciega las vidas de centenares de venezolanos semanalmente, mientras en el interín, 80 niños y niñas eran asaltados y despojados de sus pertenencias cuando se dirigían en un bus a vacacionar a las playas de Higuerote, y en Fuerte Tiuna, la más importante instalación militar del país, una jugadora del seleccionado de Hong Honk era herida de bala en una pierna cuando participaba en un juego del Campeonato Mundial de Béisbol femenino que se celebraba en Caracas.
Sin ir más lejos: esta mañana del sábado, cuando redacto estas líneas, ya se han reportado un tiroteo en Fuerte Tiuna donde murieron 2 oficiales y están heridos 3 soldados y una señora, Carmen de Perdomo, denuncia que anoche cuando viajaba en un autobús de la ruta Caracas-El Tigre, la unidad fue detenida en plena vía, desviada, y en un descampado, los pasajeros fueron despojados de sus pertenencias, golpeados los ancianos y las jóvenes (niñas y adolescentes) amenazadas con ser violadas y abusadas.
Y ese el abreboca, de otro fin de semana de terror, sangre y muerte en la guerra venezolana, de una que no viene del extranjero ni tampoco es ejecutada por ejércitos regulares y formales, sino por ciudadanos a quienes se les permite ilegalmente le uso de armas, viven en condiciones extremas de pobreza, desatención y abandono, y reciben el estímulo de un gobierno militar, cuyo jefe viste a menudo en zafarrancho de combate, usa uniforme rojo y cuyo lema es: “Patria, Socialismo o Muerte”.
¿Cuántos serán los asesinados de este fin de semana, los heridos, los asaltados, los secuestrados, los mutilados? Difícil cuantificarlo, pero, no lo olviden: serán más que las víctimas de las guerras de Irak, Afganistán, Pakistán juntas y de los enfrentamientos entre bandas terroristas en el Medio Oriente.
Una cifra que paraliza: según datos oficiales graficados por el sociólogo, Roberto Briceño León: “En el 1999, primer año del gobierno de Chávez, las cifras anuales de muerte por violencia en el país alcanzaban las 5000, hoy, para 2010, se calcula que pueden pasar de 19.000”.
En otras palabras: que la obra de un desgobierno para el cual es más importante “hacer la revolución” que proteger la vida y los derechos de los venezolanos, mantener y perpetuar en el poder a un militar chafarote del origen decimonónico que garantizarle a los ciudadanos vivienda y trabajo dignos y seguridad mientras regresan a sus casas a descansar y divertirse en lo que más les plazca.
No, el plan de Chávez y el chavismo es la “politización a la fuerza”, el intento de convertir a los ciudadanos en piezas de un mecanismo o maquinaria cuya única ocupación es vivir día y noche para las convocatorias, las reuniones del partido, las tareas de lo círculos o los consejos comunales y calarse por horas las líneas que baja el comandante en jefe por las cadenas presidenciales o Aló presidente.
¿Y la educación para el trabajo, la productividad, la cultura y la ciencia? Que se vayan al carajo: más importante es estudiar marxismo, que Bolívar murió asesinado, las batallas que ganó Fidel Castro, el Diario del Che en Bolívia, o los fundamentos del Socialismo del Siglo XXI en las versiones de exégetas como de Harnecker, Chomsky, Oliver Stone, las películas de Villa del Cine, Ramonet y Monedero.
Y por si todo fuera poco, vienen versiones en edición de lujo de los “Discursos Escogidos” de Freddy Bernal, Jorge Rodríguez, Cilia Flores Darío Vigas y Pedro Carreño.
En definitiva, que todo lo que ha contribuido a la destrucción de Venezuela hasta estos mediados del 2010 cuando el país se encamina a las elecciones parlamentarias de septiembre y sigue a las presidenciales del 2012: dos hitos, dos acontecimientos ante los cuales están expuestos todas las incompetencias, corruptelas, maramucias, truculencias y estafas del chavismo, expuestas con tal fuerza y dramatismo que no le cabe sino esperar dos catastróficas, ominosas, insoslayables e inapelables derrotas.
Y ante las cuales, por supuesto que Chávez no está llorando (no le quedan ni lagrimas de cocodrilo), ni siquiera gimoteando, pero sí diciendo insensateces como que “la corrupción en el Federal y en Econoinvest fue peor que la de Pudreval”, o que “la violencia es mucha, pero no como en México y Colombia” y que la corregirá en los próximos 20 años.
O sea, un Chávez a la defensiva, como no se le veía desde el 2002 y el 2003, cuando la oposición y el país le impusieron la agenda política nacional y pareció conducirlo a la derrota del referendo revocatorio de agosto del 2004.
Chávez se escabulló, y desde entonces, con el asesoramiento cubano y el alza de los precios del petróleo, empezó a crear el modelo de “socialismo petrolero” que consiste en destruir el aparato productivo nacional, privado y capitalista, para sustituirlo por un sistema económico estatal cuya única viabilidad se traduce en importar comida, materias primas y productos elaborados que ya no se producen ni se producirán en el país, en gigantescas cantidades financiadas por las exportaciones de crudo.
Importador neto de todo cuanto se necesita y produce en el extranjero, y exportador neto de petróleo, es el lema o principio que resume y grafica el socialismo del siglo XXI, o socialismo petrolero, de características que son analizadas hoy en medios académicos internacionales, pero no por lo viable o inviable, sino por lo esperpéntico.
Y en medio de todo, resonando en CNN en español las risas del exministro y director de Telesur, Andrés Izarra, que no era que estaba desmintiendo las cifras de sociólogo, Roberto Briceño Leòn, sino revelando su propia miseria.
Opinión
Manuel Malaver
La Razón / Noticiero Digital