PORTACHUELO/René Núñez |
Jueves, 15 de Marzo de 2012 |
Autocrítica y complicidad política
Si en algo hemos de asumir los venezolanos de cara al futuro, es la necesidad de cambiar
nuestra forma, actitud y conducta de hacer política. Entendiendo por ella el
compromiso humano de hacer las cosas bien y correctas ante la diversidad del
pensamiento y de los intereses individuales y colectivos. Haciendo la salvedad
que en gobiernos autoritarios militaristas la política pública no existe ni
tiene importancia porque se gobierna bajo órdenes verticales y una dirección
única.
Mentiría si digo que en Venezuela la democracia ha funcionado plenamente siempre. Ni en el pasado ni en el presente. Fue en 1977 cuando aparecieron los primeros vicios en el manejo de la administración pública, vicios éstos que se fueron agravando y acumulando con los gobiernos siguientes ante la mirada pasiva y complaciente de la mayoría de la dirigencia partidista. Desde entonces, éstas han venido ignorando y desconociendo la crítica de su militancia que lenta pero firme no han dejado de reclamar espacios para la discusión y la participación en la toma de decisiones políticas en lo que a renovación de liderazgo se refiere.
La mayoría de esas toldas, unas más que otras, se cerraron a la autocrítica. Herramienta fundamental para hacer juicio crítico sobre lo que se hace o se deja de hacer. Como también para reconocer debilidades y fortalezas. La posibilidad de reconocer fallas, errores y vicios, en otras palabras, para expresar con crudeza lo mal que se ha estado haciendo de espalda al pueblo. Lo bueno o malo, voluntarioso o sinvergüenza que han sido sus dirigentes. La oportunidad de reconocer aciertos y desaciertos, pero también las trampas. Los excesos. Los abusos. Sin darse cuenta los vivos que son para engañarse así mismos y a engañar a otros.
El examen autocrítico no se ha hecho porque se ha contado de alguna manera con cómplices, convertidos en trabas para el avance positivo y constructivo. Para el derecho: un cómplice, es una persona que participa o está asociada en un delito, sin haber sido la autora directa del mismo. El cómplice coopera con la ejecución delictiva con actos previos o simultáneos. En esto de la política también se es cómplice por ignorancia, negligencia u omisión...
Los vivos de oficio se han incrementado a todo nivel en los últimos 13 años, protegidos y defendidos por un estado sesgado interesado únicamente en la validación de un proyecto de socialismo-comunismo del siglo XXI bajo el pensamiento y ejecución de por vida del comandante jefe de la revolución. En menor cuantía, estos desviados de la política lo encontramos también en fundaciones, asociaciones y sectores religiosos, sociales y gremiales; adonde llegan para servirse a sí mismo y no para servir al colectivo.
La candidatura de Henrique Capriles Radonski se nos presenta como una oportunidad para cambiar este status quo político ideológico e instar y motivar a las organizaciones políticas, gremiales y sociales tanto viejas como nuevas a hacer de la autocrítica el instrumento idóneo para lograrlo. Un conveniente acto de contrición política para planificar el futuro de una manera distinta apegada a valores y principios donde quede garantizado el derecho a la renovación de ideas, de propósitos y de liderazgo.
A nivel de sociedad en general nos sale por igual aplicarla; pues en 50 años de democracia seguimos siendo un país rentista, dependiente casi de la totalidad de los ingresos petroleros. Estamos en 2012 y nos encontramos con un Estado sin recursos, que todo lo dilapida en burocracia y en cosas no productivas, centralizando y concentrando todas las responsabilidades en un “mesías” adicto al poder, por un lado; y con una sociedad sin libertades de creación y participación por otro.
Mentiría si digo que en Venezuela la democracia ha funcionado plenamente siempre. Ni en el pasado ni en el presente. Fue en 1977 cuando aparecieron los primeros vicios en el manejo de la administración pública, vicios éstos que se fueron agravando y acumulando con los gobiernos siguientes ante la mirada pasiva y complaciente de la mayoría de la dirigencia partidista. Desde entonces, éstas han venido ignorando y desconociendo la crítica de su militancia que lenta pero firme no han dejado de reclamar espacios para la discusión y la participación en la toma de decisiones políticas en lo que a renovación de liderazgo se refiere.
La mayoría de esas toldas, unas más que otras, se cerraron a la autocrítica. Herramienta fundamental para hacer juicio crítico sobre lo que se hace o se deja de hacer. Como también para reconocer debilidades y fortalezas. La posibilidad de reconocer fallas, errores y vicios, en otras palabras, para expresar con crudeza lo mal que se ha estado haciendo de espalda al pueblo. Lo bueno o malo, voluntarioso o sinvergüenza que han sido sus dirigentes. La oportunidad de reconocer aciertos y desaciertos, pero también las trampas. Los excesos. Los abusos. Sin darse cuenta los vivos que son para engañarse así mismos y a engañar a otros.
El examen autocrítico no se ha hecho porque se ha contado de alguna manera con cómplices, convertidos en trabas para el avance positivo y constructivo. Para el derecho: un cómplice, es una persona que participa o está asociada en un delito, sin haber sido la autora directa del mismo. El cómplice coopera con la ejecución delictiva con actos previos o simultáneos. En esto de la política también se es cómplice por ignorancia, negligencia u omisión...
Los vivos de oficio se han incrementado a todo nivel en los últimos 13 años, protegidos y defendidos por un estado sesgado interesado únicamente en la validación de un proyecto de socialismo-comunismo del siglo XXI bajo el pensamiento y ejecución de por vida del comandante jefe de la revolución. En menor cuantía, estos desviados de la política lo encontramos también en fundaciones, asociaciones y sectores religiosos, sociales y gremiales; adonde llegan para servirse a sí mismo y no para servir al colectivo.
La candidatura de Henrique Capriles Radonski se nos presenta como una oportunidad para cambiar este status quo político ideológico e instar y motivar a las organizaciones políticas, gremiales y sociales tanto viejas como nuevas a hacer de la autocrítica el instrumento idóneo para lograrlo. Un conveniente acto de contrición política para planificar el futuro de una manera distinta apegada a valores y principios donde quede garantizado el derecho a la renovación de ideas, de propósitos y de liderazgo.
A nivel de sociedad en general nos sale por igual aplicarla; pues en 50 años de democracia seguimos siendo un país rentista, dependiente casi de la totalidad de los ingresos petroleros. Estamos en 2012 y nos encontramos con un Estado sin recursos, que todo lo dilapida en burocracia y en cosas no productivas, centralizando y concentrando todas las responsabilidades en un “mesías” adicto al poder, por un lado; y con una sociedad sin libertades de creación y participación por otro.
@renenunezr
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FUENTE: Correo del Caroní