PORTACHUELO: Por: René Núñez
Si no te inscribes o no votas, no te quejes
No me cabe duda: en esto de la política hay aciertos y desaciertos. Intencionados y malintencionados. Natural, si partimos de que somos seres imperfectos. Para unos, el medio idóneo de resolver problemas ante la diversidad del pensamiento y de las acciones en beneficio del bien común. La mejor forma de administrar recursos y esfuerzos para que los ciudadanos, en general, tengan una mejor calidad de vida integral y digna. Para otros, un instrumento utilizado por unos vivos y oportunistas para enriquecerse y detentar poder ignorando el compromiso del beneficio colectivo. Unos sinvergüenzas capaces de alcanzar alianzas con quien sea con tal de preservar el poder.
Por esos fariseos de la política, se explica en gran parte los altos porcentajes de abstención en elecciones municipales, regionales y nacionales en América Latina. Una minoría, por lo general, siempre elige los gobernantes, mientras un vasto sector poblacional suele no hacerlo, mostrando indiferencia por quienes serían los administradores de sus destinos. No obstante, en su descarga, ese desinterés se puede atribuir a la desconfianza que les tienen a sus dirigentes y líderes.
La política ha de ser la fuerza de atracción y de unión de voluntades para trabajar en la búsqueda de metas comunes de una sociedad. No hay otra interpretación. Que los gobiernos seleccionados hayan salido deshonestos, mediocres, autoritarios, irrespetuosos y abusadores de poder, debe más bien ser un incentivo ético político para participar masivamente votando por la mejor opción que inspire mayor confianza y esperanza de revertir y mejorar el estado de cosas empeoradas por los gobiernos irresponsables y demagogos.
Todo gobierno que se precie democrático se debe a los ciudadanos y no los ciudadanos al gobierno. Cualesquiera sea su responsabilidad constitucional, como actividad humana, ésta debe fundamentarse sobre la base del amor, la solidaridad, el respeto y la conciencia, elementos integradores de una sociedad con derechos a la paz, a la libertad, a la igualdad, a la justicia y a la felicidad social. Nunca, pero nunca, centrada en la lucha de clases, conducta perversa y criminal causante de conflictos domésticos e internacionales, donde millones de seres inocentes, en su mayoría, han perdido sus vidas de la manera más miserable.
Hoy nuestro país se encuentra ante una situación muy delicada, se ha venido perdiendo progresivamente la confianza en las autoridades y los entes públicos. Inmerso en una espiral de violencia que nos afecta en todos los sentidos, ya que además de dejarnos indefensos y temerosos, afecta la actividad económica y social en una época de por sí, muy difícil, por la crisis financiera de los grandes mercados mundiales.
Se está ante un régimen que ha acelerado la lucha de clases como factor ideológico para conservar el poder ante la pérdida progresiva de apoyo popular. Que sigue apelando a la amenaza, al chantaje, a la descalificación, a la mentira, como elementos políticos estratégicos para confundir e ignorar los graves problemas de productividad, de ineficiencia y de corrupción. Que no tiene realmente una visión de nación integrada, que nos permita trabajar unidos y en equipo. Para él, no hay ni debe haber espacios alternativos, salvo su proyecto de gobierno de por vida.
El pueblo, harto de restricciones y de deficiencias, ha comenzado a voltear la mirada hacia la alternativa democrática de Capriles para el 7 octubre. Porque no habla de milagros, sino de trabajo en equipo, de inclusión, de visión a largo plazo y con, probada voluntad política, de hacer realidad su compromiso de unión, de progreso y de paz. De allí el llamado al millón cien mil jóvenes que no se han inscrito para votar, igual a los abstencionistas de siempre, pues de no hacerlo no tendrán derecho a quejarse después cuando terminen de destruirlo todo.
(*) Internacionalista
@renenunezr
http//:elportachueloderene.blogspot.com
FUENTE: Correo del Caroní