Miércoles, 23 de Enero de 2013
¿Cuál 23 de enero celebramos?
Regresamos como todos los años renovados de bríos para continuar
escribiendo como lo hemos hecho en los últimos treinta años, en defensa
de valores y principios humanos y democráticos únicos garantes para
evolucionar como sociedad en paz y en progreso y donde la nuestra sigue
en deuda en calidad de vida integral.
Convencido que con la verdad ni ofendo ni temo, este 2013
seguiré -mientras se pueda- pugnando por una Venezuela más próspera,
segura y justa sin exclusión alguna; y esto pasa por la
erradicación de la pobreza moral y ética en muchos dirigentes de
gobierno pero también en muchos dirigentes aspirantes a gobierno del
futuro cuya prioridad es común: servirse asimismo.
Después de tantos 23 de enero celebrados políticamente en los
últimos cincuenta y tres años, los resultados del país que tenemos no
son nada satisfactorios ni halagadores si lo asociamos a la inmensa riqueza humana, económica y financiera que hemos tenido y seguimos contando.
Hoy tenemos una Venezuela que en lo económico depende en un 80% de la importación de bienes y servicios,
y en lo político, de los caprichos e intereses de un régimen
(comunista) extranjero, el cubano, desde donde salen órdenes y
directrices de gobierno; con la descarada complicidad y aceptación del
nuestro, quien no oculta ni tiene empacho político para ufanarse de esa
-supuesta- ayuda, que todos sabemos no es tal por el subsidio petrolero y
la triangulación comercial con la isla de los Castro.
Por otro lado, la deuda externa supera los 135 mil millones de dólares,
la fuga de capitales sobrepasa los 145 mil millones de dólares, la
ayuda a otros países exceden anualmente los 7 mil millones de dólares,
el servicio de la deuda en dos años suman 38 mil millones de dólares, la
inflación sigue alta en dos dígitos, la moneda criolla súper devaluada,
el poder adquisitivo cada vez paupérrimo, la escasez, la especulación,
el creciente mono de los pasivos laborales y los pagos pendientes a
empresas expropiadas, si a estas cuentas le sumamos la confusión
reinante de la legitimidad de las decisiones que se vienen tomando en
nombre de la república, los problemas graves de la inseguridad, de la
corrupción, las hipotecas a futuro de producciones de empresas básicas,
etc., no cabe duda, entramos en un nuevo año muy complicado y con pocas
esperanzas de rectificación por quienes nos desgobiernan los últimos
catorce años donde lo más importante para ellos ha sido la revolución y
la figura emblemática de Chávez como su jefe supremo y eterno.
Entretanto, la alternativa (la oposición) para cambiar el estatus quo chavista,
sigue encontrada en sus propósitos e intereses personales y grupales
donde lo electoral priva como lucha, ignorando la unidad en defensa del
sistema democrático, la cual debe constituirse a largo plazo; pues aquí
se viene implantando a la calladita un régimen parecido al cubano con el
descaro del apoyo directo e indirecto de la familia Castro.
Tanto los actores de la vieja forma de hacer política como los nuevos,
muchos de ellos diferenciados solamente por la edad biológica, siguen
difusos y repitiendo los mismo vicios y las mismas estrategias
pretéritas. Mientras los partidos opositores, cada uno por su
lado anda ocupado en cómo beneficiarse de las alianzas electorales
imponiendo o exigiendo cuotas de poder, el chavismo con apoyo de los
poderes públicos aprueban leyes, dictan sentencias, violan normas a todo
nivel, anuncian radicalización del proceso -esta vez- apurados por la
penosa enfermedad que padece su máximo líder, quién en su último
discurso en diciembre nombró como su sucesor a Nicolás Maduro.
Internacionalista.