22 de marzo 2013
Líder y pésimo presidente
PORTACHUELO/René Núñez
14 años son suficientes para evaluar a un personaje muy querido por unos, muy mal querido por otros, me refiero al difunto presidente Chávez. En sus largos discursos, por lo general en cadena de radio y televisión, nunca dejó de recordar su paso camuflado por las fuerzas armadas para conspirar contra los gobiernos de turno.
Dotado de unas cualidades sobresalientes entre las cuales se destacaron su carisma, capacidad y facilidad para comunicarse con las masas, bajo el pretexto y promesa de hacerlas iguales, libres y felices en un tiempo indefinido.
Un político superactivo que recorría el país realizando mítines, haciendo programas de televisión y de radio, haciendo declaraciones a la prensa para vender el proyecto de socialismo comunismo del siglo XXI, detrás del cual escondió el propósito de su permanencia en el poder de por vida, al mero estilo de los Castro en Cuba.
La tesis de la división, del resentimiento y de los odios, la lucha de clases, la inculpación para todo al imperio norteamericano de sus ineficiencias y corruptelas, resultaron estrategias que funcionaron a cabalidad para lograr salir airoso en todas las contiendas electorales; además de la compra de conciencia y la creación de misiones sociales que en el fondo no resolvieron los problemas pero sí paliaron algunas necesidades de los grupos sociales más vulnerables.
No cabe duda, el conspirador de Sabaneta logró amalgamar una relación emocional, de fidelidad absoluta de los más pobres hacia él, como nunca otro líder en democracia lo había alcanzado. Una realidad.
Empero, una cosa es convencer, una cosa es demostrar y otra es realizar. Si bien es cierto Chávez fue un líder muy seguido y obedecido, no es menos cierto que fue, a la vez, un pésimo gobernante. En los tiempos venideros seguramente esta contradicción tendrá explicación de los historiadores; pues no se explica cómo alguien que hizo tanto daño estructural a la economía, a la productividad nacional, a la propiedad privada, dividió en dos partes a la sociedad, dilapidó más de un billón de dólares, mantuvo la inflación más alta del continente, desvalorizó el poder adquisitivo, creó escasez de productos alimenticios, no encaró la corrupción heredada ni la que se consolidó durante su gobierno, la más alta de la historia republicana, no solicitó investigación a casos tan graves y emblemáticos como los del maletín de Antonini, pudreval, Mackled, Aponte Aponte, plataforma petrolera hundida en el oriente del país, robo del fideicomiso de trabajadores de Pdvsa, quema de refinería de Amuay, quiebre técnico de las empresas de Guayana, las denuncias de irregularidades administrativas de su entorno gubernamental, entre otros, pudo obtener victorias electorales tan contundentes.
En resumen, fue un político, sagaz e inteligente, hábil en la maniobra y brillante en la exposición de sus ideas, pero un pésimo gobernante. Incompetente y destructor de la economía, con anti valores y anti principios democráticos y humanistas. Enemigo del capital. Sin obras por exhibir.
Para entender esa confusión como sociedad, no me queda remedio que recordar a Clemenceau: “La guerra es un asunto demasiado serio para ser confiada a los militares”. De igual modo, el manejo de un país es asunto demasiado grave para ser entregado a políticos sin horizonte e imaginación.
Mientras no hagamos la distinción, entre el capacitado y el no capacitado para dirigir algo tan serio como los destinos del país, seguiremos dando tumbos hacia el abismo.
Pueden oírme en Diplomacia de Micrófono, 7:00 a 8:00 am, por Circuito Skandalo 90.3 FM en Ciudad Bolívar y 106.9 FM en Puerto Ordaz.