Subdesarrollo potenciado
José Vicente Carrasquero A.
Con
la facilidad característica con la que hablan los ignorantes, la clase política
gobernante ha prometido convertir el país en una potencia tantas veces que
sería difícil enumerarlas. Sin duda alguna, Venezuela cuenta con una cantidad
de recursos naturales y posición geoestratégica que resultan fundamentales para
convertirnos en un país con algo que decir y hacer en el concierto de las
naciones.
Sin
embargo, la política de los últimos quince años lo que ha terminado haciendo es
arrojarnos despiadadamente al pasado primitivo. Al extremo que el informe del Instituto CATO nos ubica como el país más miserable del planeta. Por
supuesto que algún afecto al gobierno verá eso como un ataque al régimen. La
realidad es que nuestra querida Venezuela cursa el camino de la involución como
país, al extremo de que ya se menciona la posibilidad de su disolución como
nación.
Para
demostrarlo solo es necesario hacer un rápido inventario que compare la
situación actual con la que vivíamos en 1998. El chavismo llega al poder
gracias a la existencia de una aún imperfecta separación de poderes. El antiguo
CNE posibilita unas elecciones que ratifican la decisión que los venezolanos
habían expresado en 1993 de dejar atrás a los partidos tradicionales AD y
COPEI. Hoy, no existe la separación de poderes en Venezuela. Se dice que son
extensiones o secretarías del partido de gobierno. El propósito de las mismas
no es servir al pueblo a través del respeto a la constitución. Por el
contrario, se dedican enteramente a implantar un proyecto político, muchas
veces en abierta violación de la carta fundamental. Este aspecto nos ubica en
la esfera de un país subdesarrollado con pocas posibilidades de superar las
taras de gobiernos autoritarios arcaicos.
En
salud se nota claramente un retroceso que algunos podían ubicar al principio
del siglo veinte. Vemos como enfermedades previamente erradicadas han vuelto a surgir con fuerza inusitada. Se reportan
casos de malaria, tuberculosis, dengue y recientemente chikungunya. Los pacientes de cáncer no cuentan con la certeza de ser debidamente tratados.
Las noticias están plagadas de mala praxis de unas personas a las que les
hicieron creer que son médicos. Las medicinas para los diabéticos se encuentran desaparecidas. Los materiales
necesarios para operaciones quirúrgicas no se consiguen. Tragedia de semejantes
extensiones no se observa en ningún país de la región. En esta dimensión queda
también demostrado nuestro nivel de nación subdesarrollada. Demás está recalcar
que este momento precario que vive la salud es mucho peor que el de 1998.
El
asunto de la inseguridad clama ante los ojos de Dios. Caracas figura como la ciudad más peligrosa del
planeta. La ciudadanía
se quejaba de la criminalidad en 1998. En estos momentos la situación es
verdaderamente dantesca. Recientemente aparecieron las manos y la cabeza de una
persona que había sido secuestrada y cuya familia no tenía los recursos para el
rescate. En este rubro somos claramente un país subdesarrollado con visos
prehistóricos, cuando la vida humana no tenía valor alguno. El gobierno se
muestra absolutamente incapaz de enfrentar esta gravísima tara social. El hampa
le discute abiertamente al estado el monopolio de la violencia.
Venezuela
no tiene moneda. En 1998 un dólar se podía comprar libremente por 0.58 BsF. En
la actualidad ha llegado a perforar la barrera de los 90. Lo peor es que no se
pueden comprar según las necesidades de las personas o de las empresas. Este,
en mi opinión, es el elemento que mejor explica la tragedia económica que vive
el país. En asuntos de viajar al exterior, un venezolano tiene menos
posibilidades que cualquier ciudadano de las Américas incluyendo países como
Haití, Nicaragua y Guatemala. El venezolano es un ciudadano de cuarta en este
aspecto. La involución es clara y perniciosa.
Para
colmo de males, con las reservas probadas de petróleo más grandes del planeta,
ahora nos vemos en la necesidad de importar, además de gasolina y otros
productos refinados, crudo liviano para poder darle viabilidad a la explotación
de la faja petrolífera del Orinoco. En materia de política petrolera hemos sido
disparados a finales del siglo XIX. Nuestro conocimiento en el área fue
exportado por la vía de la fuerza a otros países que supieron aprovecharlo.
Quienes hoy están a cargo no tienen el discernimiento necesario para ponernos
en niveles adecuados de producción y de independencia económica. Lo peor de
todo esto es que volvimos al lamentable estado de país mono productor y mono
exportador de materia prima. Subdesarrollo en su peor manifestación.
Los
venezolanos que pueden huyen en masa de un país que se viene abajo. En manos de
una clase política incapaz de resolver los problemas que vivimos. Las promesas de
convertirnos en potencia se ven hoy como lo que son: una burla descarada al
pueblo venezolano.
La
triste realidad es que se potenció el subdesarrollo. Somos mucho más atrasados
que en 1998. Y para empeorar la situación, tenemos primera y segunda derivadas
negativas. Estas condiciones de empobrecimiento generalizado van a continuar.
No hay nada en la clase política gobernante que indique que tienen inteligencia
para sacarnos de este subdesarrollo que nos pone a la cola de las Américas.
Contrario
a lo que piensan muchos, esto que vivimos no es por diseño, Es incapacidad
pura. Es el resultado de tratar de hacer realidad los sueños infantiles de un
militar mediocre que pensó que su sola voluntad era suficiente para
convertirnos en un país desarrollado. Quienes lo rodearon y heredaron no son
mejores que él. Esa es nuestra tragedia.
Ninguna
fuerza vendrá a salvarnos del negro futuro que no espera si no reaccionamos y
nos ocupamos de implantar un sistema político que verdaderamente sepa
aprovechar nuestras posibilidades de convertirnos en una verdadera potencia
mundial.
@botellazo