El miedo es libre
José Vicente Carrasquero A.
Un célebre e importante dirigente adeco
inmortalizó la frase que sirve de título a este artículo. Palabras que no
aceptan discusión. El miedo es consustancial a la naturaleza humana. Incluso
los valientes sienten miedo en los momentos más peligrosos a los que logran
sobreponerse precisamente por su arrojo.
Sin embargo, también existe el miedo que
obnubila la mente e impide medir las situaciones con el debido cuidado. La
cúpula roja corrompida en cuyas manos se encuentran las riendas del país está
dando todas las señales de estar sumida en una situación de pánico. No es para
menos.
Las empresas Datincorp, Meganalisis y
Datanalisis estiman en estudios independientes que varios cientos de miles de
personas participarán en la toma de Caracas. La cobardía roja, de la cual
Chávez era el supremo exponente, está llevándolos a proferir todo tipo de
amenazas, a inventar cualquier cantidad de historietas a culpar a los demás de
lo que en realidad son sus propios defectos y errores.
El miedo de la cúpula podrida los tiene
tomando acciones que ponen en evidencia no solo su debilidad sino también el
carácter antidemocrático que los antecede y que ha quedado debidamente probado
en diferentes momentos desde las fracasadas operaciones militares de 1992.
El cierre de los accesos a Caracas para el
1S es una acción de la dictadura que viola la constitución que en actitud
farsante promovieron y aprobaron en 1999. Los otrora manifestadores de oficio
que cerraban las Tres Gracias para sus prácticas violentas se dan el tupé hoy
de culpar a la oposición de violenta. ¿Quién diría que líderes estudiantiles
que supuestamente luchaban para liberar al pueblo se constituyen hoy en jefes
de los esbirros que lo oprimen? ¿Qué pasará por las mentes de Jaua o Rodríguez
para nombrar solamente dos de ellos? ¿Por qué las protestas escuálidas de ellos
si eran buenas y las multitudinarias del pueblo no lo son? ¿Será que el poder
los hizo ricos y burgueses y ahora tienen miedo de perder lo logrado?
El miedo los lleva a la ominosa y
comunicacionalmente estúpida acción de expulsar a un grupo de políticos
ecuatorianos que vinieron al país a manifestar solidaridad con los presos
políticos venezolanos. La visita hubiese pasado inadvertida sino hubiese sido por
la bobísima orden dada contra los visitantes del Ecuador. Pero esos son los
efectos del miedo. Hacer cosas que deterioran cada vez más la imagen de un
gobierno que ya en el exterior se reconoce como una dictadura.
El miedo lleva a la bobocracia roja a perseguir
a los líderes de Voluntad Popular. Este miedo, hay que decirlo, no es gratuito.
Fueron jóvenes como Yon Goicochea, Freddy Guevara, David Smolansky entre muchos
otros quienes alzaron su voz de protesta cuando Hugo Chávez, en la cúspide de
su megalomanía, decidió cerrar RCTV y emprenderla contra la constitución que el
mismo promovió. Está fresca en la memoria de los escuálidos rojos de ahora
aquel famoso reto de Guevara: ¡A que la llenamos vamos! Y cumplieron, la
Avenida Bolívar se quedó pequeña para aquella marcha-concentración que selló la
muerte por la vía de los votos de los cambios que el comediante supremo quería
hacer a la carta fundamental.
Esto explica la inquina roja contra
Leopoldo López y los jóvenes que se le han parado de frente a la dictadura de
Chávez heredada por el poco capacitado Maduro. Lo que les queda es seguir
abultando la cuenta de violación de derechos humanos. El juicio inventado al
líder de VP es una muestra de la ausencia de escrúpulos de una clase política
que sabe que el universo se ha reducido al territorio nacional si y solo si
ellos controlan las instituciones. Caso contrario, su destino es rendir cuentas
a la justicia y serían muy pocos los que no resultarían condenados.
El concepto de gobierno que manejan los
revolucionarios es totalmente distinto del que espera el pueblo en general. La
cúpula podrida solo busca un control total de las instituciones para imponerse
por la vía de una legalidad amañada. Además su concepto de debate de ideas se
reduce a la alabanza de las peroratas del líder a quien pretenden presentar
como un ser erudito con un conocimiento cercano a lo divino.
Esta triste forma de gobierno se estrella
contra la realidad y se hace añicos. La gente lo que espera de un gobierno es
un mínimo de calidad de vida. Espera poder conseguir los productos de consumo
diario, espera seguridad, espera hospitales que funcionen, espera colegios que
formen a la juventud, espera servicios públicos de calidad. Y muy importante,
espera condiciones para que se creen oportunidades que ayuden a la gente a
crecer, a formar familia, a tener un vivienda un vehículo.
Durante los últimos 17 años todas esas
condiciones fueron desapareciendo paulatinamente. Con el agravante de que
durante todo este período, el gobierno recibió por concepto de petróleo y
prestamos mucho más que el doble de la sumatoria de los ingresos de todos los
gobiernos desde 1830 hasta 1998. Ese dinero fue dilapidado y robado por quienes
hoy gobiernan a través de testaferros. Como si el botín fuese pequeño, pusieron
las estructuras del país al servicio del narcotráfico del cual se benefician a
manos llenas.
Estos elementos querido lector son los que
al final explican el pánico que le tiene el dictador Maduro y su séquito al
reclamo popular de un referendo revocatorio tal como está previsto en la carta
fundamental. Y ese miedo los lleva a cometer disparates de todo tipo.
Y en medio de ese terror cometen dos
errores que dan cuenta de su debilidad. El primero y muy graves es que los
capitostes del régimen sacaran a sus familiares del país. Unos a Australia,
otros a Madrid y unos camino a Rusia. Un indicador de miedo clásico de aquellos
gobiernos que se saben derrotados y caídos. El segundo error lo comete un
vacilante y casi tartamudo ministro de la defensa (intencionalmente con
minúsculas) que denuncia un posible golpe de estado de las fuerzas armadas
promovido por el gobierno norteamericano. Semejante bobería no puede ser otra
cosa que producto de una culicardia que desconecta la lengua del cerebro.
El 1S constituye un momento histórico en
el que el pueblo venezolano, protagonista de la gesta libertadora del proceso
independentista, asume el protagonismo para recuperar la libertad de su país.