Señores presidentes:
Me permito escribirles en su calidad de presidentes de la eminente Sociedad de Geografía de Rusia, creada en 1845, homóloga y socia desde su origen de la Sociedad de Geografía, la primera del mundo, creada en París en 1821, y también porque ustedes son respectivamente presidente y ministro de Defensa del gran país que es la Federación de Rusia. No deben ignorar qué emoción y qué tristeza crea en Francia la inicua guerra que ustedes emprendieron en Ucrania. Siembra la muerte, empuja a millones de hombres, de mujeres y de niños al éxodo y produce la devastación de ese país que tanto queremos. Los geógrafos franceses mantienen desde hace largo tiempo relaciones científicas y amistosas con sus homólogos rusos y nuestras dos sociedades cultas están unidas por un acuerdo activo que ya ha brindado numerosos frutos. Les ruego pues aceptar leer las siguientes palabras.
Yves Lacoste, uno de los eminentes geógrafos franceses que contribuyó a rehabilitar la geopolítica, una rama indispensable de nuestra disciplina, escribió en 1975 un ensayo que despertó algún ruido en su tiempo: "La geografía sirve primero a hacer la guerra". Fue una forma algo provocativa para decir que la ciencia geográfica se desarrolló mucho desde la Antigüedad, por la solicitud de los militares para satisfacer la demanda de sus misiones, pero en ningún caso una afirmación del uso exclusivo de ella con fines bélicos. Muy al contrario, ustedes lo saben bien, la geografía que ha conocido un desarrollo prodigioso desde la Segunda Guerra Mundial sirve sobre todo a mejorar el control de las sociedades humanas sobre su ambiente y, al permitirles un mejor conocimiento mutuo, a favorecer la fraternidad y la paz.
Señor presidente ejecutivo, usted ha creado y dirigido con talento de 1994 a 2012 el Ministerio de las Situaciones Urgentes, una función para la cual los conocimientos geográficos son indispensables. Convertido en 2012 en gobernador de la región de Moscú, mostró que la geografía también permite administrar el buen funcionamiento de un territorio tan complejo cuya capital es una gran metrópoli mundial. Al mismo tiempo, usted se convirtió en ministro de Defensa e, infortunadamente, usted pervirtió esa función indispensable a cualquier país al lanzarse al asalto de Ucrania, un país independiente y reconocido. Usted actúa desconociendo todas las reglas del derecho internacional, en primer lugar, al de los pueblos a su autodeterminación. Todos conocemos los poderosos vínculos históricos que unen Rusia y Ucrania y los entrelazamientos de vuestras poblaciones, pero sus destinos se separaron hace tres décadas, lo que fue suficiente para crear en Ucrania una verdadera nación que se construyó su propio modelo cultural, político y económico, que aspira a vivir en paz con sus vecinos en un mundo abierto a todos los intercambios posibles, inclusive con ustedes. Usted lo sabe, la inmensa mayoría de los rusos parlantes de ese país se sienten, se dicen y quieren ser ucranianos. Es una realidad cultural y en consecuencia geográfica que puede usted negar en vuestros discursos, pero no en lo profundo de vuestra conciencia y que usted no puede concretizar en la realidad geopolítica, excepto por la violencia. ¿Se le olvidó el recuerdo de los horrores perpetrados por Stalin y por Hitler quienes quisieron torcer el destino de pueblos al imponerles una nueva identidad, al desplazarlos por la fuerza de sus territorios legítimos? Ambos eran bárbaros espantosos, sin Dios ni ley, y ambos eran, además, profundamente ignorantes de la geografía, laguna que siempre ha sido en el mundo un arma de destrucción masiva.
¿La inmensidad de Rusia no les es suficiente? Usted mismo, señor ministro, que es un touvain, que nació en Siberia meridional, a 3.500 kilómetros de Moscú, sabe, por experiencia propia, cuán difícil es administrar un territorio tan vasto, sobre todo cuando ocurren catástrofes.
Como todos los presidentes de las sociedades de geografía del mundo entero, le había invitado hace algunas semanas a las ceremonias del bicentenario de la Sociedad de Geografía. No pudo usted venir a París en esa ocasión, pero permítame decirle cómo se cerró la ceremonia que reunía a más de 600 personas en el Gran Anfiteatro de la Sorbona, en presencia de un enamorado de la geografía y artesano de la paz, el príncipe Alberto II de Mónaco. El coronel Boulanger, jefe de orquesta de la Guardia Republicana que acompañaba el evento, decidió concluir con una pieza de música rusa que es popular en todo el mundo: kalinka. Sorprendido, el jefe de orquesta vio a la asistencia sonreír y marcar el ritmo con aplausos como sucede en Rusia. Las caras se iluminaban y esa pieza si festiva terminó en el júbilo general. Amamos vuestro país cuya literatura, la música y todas las artes han aportado tanto al mundo. Queremos ser sus amigos y, de parte de la Sociedad que me honra presidir, continuar a hacer juntos la buena geografía, con verdadera complicidad y al servicio de la paz. ¡Por favor, escuche la voz de la sensatez, la de la geografía, retírese de Ucrania y regrese al concierto de las naciones!
Jean-Robert PITTE, presidente de la Sociedad de Geografía, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, ex rector de la Sorbona.
Traducción del original en francés, por el doctor Omar Jaén Suárez.
REMISIÓN:
C/A (ARV) Daniel Comisso Urdaneta.
Panamá, 25-03-2022
IMAGEN SUPERIOR: Por cortesía de MSN, publicada en el artículo: Serguéi Shoigú, el posible sucesor de Putin