Para los que están, los que se fueron, los que se van, para los que volvieron y los que no lo harán.
Es un hecho que ya no se puede ocultar, existe una grieta, cada día más grande, entre los que se fueron y los que se quedaron, muy pocos, independientemente de su nivel académico o cultural, saben llevar este ovillo. Pareciera que las palabras a usar en un chat o llamada, en un post o comentario de red social, debieran ser analizadas en laboratorios de semántica o en su defecto, ser tamizadas entre largos procesos de posibles interpretaciones, para que unos y otros no se ofendan, no se sientan señalados por haberse ido o haberse quedado. Irse de Venezuela, de tu tierra, en donde basaste, lógicamente, todas tus aspiraciones y anhelos profesionales, económicos, sociales y familiares, es un acto que requiere el mismo valor que quedarse en ese mismo país donde trazaste tu vida pero ya dejó de ser, de existir, porque más que un pedazo de tierra, se perdió, al menos en nuestra generación, la oportunidad de recuperar épocas donde no estábamos divididos por fronteras ideológicas, ni existía esta memoria colectiva tan manchada de sangre, miseria y totalitarismo.
No es lo mismo salir de Venezuela huyendo para no ser detenido o asesinado por organismos de inteligencia, que salir, voluntaria y planificadamente, en busca de una sociedad menos adversa. Tampoco es lo mismo quedarse en el país por no tener medios para salir, que hacerlo, porque sencillamente no fuiste, ni te sientes afectado por una realidad tangible; dictadura y pobreza.
Hay un tema de auto validación, de justificación, por ello, muchos de los que se fueron sienten que su decisión y duro proceso de migración ha sido asertivo, cuando se enteran que hubo tiroteos en las autopistas, o colas de gasolina, o un apagón. Pero también sienten un fresquito los que siguen en Venezuela, cuando saben de inflación, xenofobia, crisis o problemas de cualquier tipo en países donde se concentran sus paisanos. Parece un chiste sacado de los monólogos del conde, pero es verdad. Este fenómeno ha estado históricamente presente en cada sociedad afectada por éxodos y diásporas, penosamente lo seguirá estando, sin representar esto que unos sean buenos o malos, maduros o infantiles. Sencillamente el ser humano necesita validar sus decisiones con las señales que vaya consiguiendo en su camino. ¿entonces que hacer? Pues para que todos avancemos un poquito más ligeros de equipaje, lo que debemos es amar y abrazar nuestros infiernos, disfrutar los paraísos es cosa fácil, avanzar en nuestros procesos sin voltear a ver el del amigo o el conocido, estemos en una bajada o en una cuesta, estemos en una sucia habitación en Queens o en una quinta en lecherías, estemos en un rancho de Petare o en un apartamento ostentoso en el centro de Madrid.
Las decisiones, siempre que sean tomadas persiguiendo el desarrollo y la felicidad, siempre, siempre serán correctas, a pesar de las consecuencias, porque para ganar hay que arriesgar, para surgir hay que apostar a nosotros, donde quiera que estemos, como quiera que estemos. Curiosos conceptos, constructos más que conceptos, se han enquistado en nuestra cultura, se asume que ser feliz es hacer un baile de tik tok o tomar una foto de lo que comes, de lo que bebes, de donde estas, no importa que al bajar la cámara la vida te esté azotando. Entonces, de acuerdo a ello, lo importante no es ser, sino parecer. Que peo. Justo por ello las batallas entre venezolanos ahora se libran por redes sociales, cada día el esfuerzo es mayor de parte y parte para demostrar que en Caracas o en Maracay, el nivel de vida es mejor que en Luxemburgo o en Bélgica o vicerversa.
En todo este proceso lo que me va quedando es que el mejor nivel de vida es donde tú te sientas bien, donde te sientas pleno, obviamente sin tapar con un dedo las realidades. En Venezuela hacer un buen mercado es un lujo, a pesar de los negacionistas, los números están allí, pero ese kilo de solomo que tanto esfuerzo requiere comprar, se puede compartir con familiares y amigos de siempre, en los lugares de siempre, eso no tiene precio. Mientras, en otras latitudes puedes comprar los artículos de mayor calidad con medio día de salario, pero sin tu gente, sin tu familia cerca para compartirlos entre amigos, primos, sobrinos y tías. Ambas realidades son duras de tragar. Sea cual sea la tuya, abrázala, acéptala y avanza, avanza, avanza. Los venezolanos de fuera, también los de dentro, necesitamos avanzar sin medirnos, sin señalarnos, sin ofendernos, sin interpretaciones ni predisposiciones. Luego de ello, avanzará la sociedad y con ella irremediablemente el país. Tenemos que avanzar.
Atte. Uno de los que se fue.
De: Eduardo Figueroa eduardofigueroamarchena@gmail.com
Date: dom, 20 mar 2022 a la(s) 07:05 Saludos cordiales mi Coronel, le envío el artículo; Para los que están, los que se fueron, los que se van, para los que volvieron y los que no lo harán. Reciba un abrazo fraterno y mis infinitas deferencias. Atte. Eduardo Figueroa Marchena.