El neoallendismo chileno. Por: Enrique Meléndez.
Hay quien ubica, entre los antecedentes del horrendo crimen del teniente Ronald Ojeda Moreno en Chile, al apoyo irrestricto, que le brindó Sebastián Piñera a Juan Guaidó; que fue lo que llevó a Nicolás Maduro a vaciar las cárceles de malandros y enviárselos a Chile; aprovechando un beneficio, que otorgó Michelle Bachelet a la inmigración venezolana; continuado por el propio Piñera, de abrirle las fronteras sin mayores requisitos; unos se dedicaron a ejercer sus respectivas profesiones; otros, a montar empresas, comercios, y los de más abajo al mercadeo informal. Por supuesto, otra es la presencia de esa partida de delincuentes, que Maduro filtró en ese país con falsas identidades, agrupados en lo que por generalización se ha comenzado a llamar "Tren de Aragua"; convertido, con esta decisión de Maduro, en una transnacional de crimen y, como tal, actúa como una mafia; que, incluso, extorsiona a la propia colonia venezolana, cobrándoles lo que se conoce como vacuna.
El otro antecedente lo ubican en la figura de un joven abogado; que ha egresado de la Universidad de Santiago (US); proveniente de la región más recóndita de Chile, casi en el Polo Sur, de abuelos inmigrantes; educado en colegios privados; pero de pensamiento de izquierda; que es la ideología que profesan algunos sectores de esa sociedad; sosteniendo una diferencia muy marcada con el otro sector, que sería la derecha, cuyos jóvenes estudian en otra universidad; que profesa la ideología capitalista, y de donde proviene la clase gobernante chilena; con la excepción de Gabriel Boric; que llega a la presidencia, apoyado por los partidos de izquierda, en especial, el Partido Comunista Chileno (PCCH). Boric es el instigador más prominente de los sucesos de octubre de 2019; en su condición de diputado, enfrentado a Piñera, habiendo sido presidente de la Federación de Centros Universitarios y estudiante aventajado de Derecho; signados estos sucesos por una serie de amotinamientos, llevados a cabo por el movimiento estudiantil, y el que demanda la gratuidad de la enseñanza; puesto que la educación en Chile es muy cara, y los estudiantes, para poder obtener un título universitario, tienen que financiarse a base de créditos estudiantiles, y quienes terminan siendo victimas de la usura a la hora de cobrarles. En estos motines participaron los malandros del "Tren de Aragua", en calidad de agitadores. Es aquí donde se observa que esta transnacional del crimen está llamada a fomentar disturbios, para desestabilizar gobiernos, que no comulguen con el Foro de Sao Paulo, como se observó, asimismo, en otros países de nuestra América, tal y como se señaló en su momento.
Se trata de una sociedad muy traumada por el golpe del 11 de septiembre de 1973 y el asesinato de Salvador Allende; de modo que constituye una sociedad en permanente tensión; tanto más que quedó marcada por esos sucesos de octubre de 2019, y los que se conocen como el "octubrazo"; es decir, temor a que se repitan una segunda vez y, de hecho, la presidencia de Boric vendría a significar una contención política, en ese sentido. Una izquierda que le critica a la derecha el haber pactado con Augusto Pinochet la transición hacia la democracia. He allí el género de rencores que se arrastran en ese medio chileno; producto de dichas indisposiciones, unido al hecho, de que el PCCH funciona como un satélite de La Habana y, por ende, de Caracas. De hecho, se señala que algunos dirigentes del PCCH visitan con frecuencia Venezuela, en especial, Daniel Jadue, quien compitió en unas elecciones primarias con Boric la candidatura presidencial de la izquierda; vienen a nuestro país en función de sus bolsillos, y, algo todavía muy indignante: el gobierno de Maduro le hizo un aporte de millones de dólares al PCCH, para la creación de una "universidad bolivariana", que no era sino una forma de financiar dicha organización marxista. ¿Qué pasó con el caso de la condena, que pronunciaron todos los partidos de chilenos, a propósito del asesinato del teniente Ojeda Moreno? Que allí no dijo esta boca es mía el PCCH, y más bien uno de sus altos dirigentes confesó que lo enorgullecía su amistad con Nicolás Maduro; calificando, por lo demás, a Ojeda Moreno de ser un delincuente; que es lo que explica el silencio de Boric, al respecto. Obsérvese hasta donde llega la lealtad de estos comunistas con Nicolás Maduro, que su dirigencia apoyó la judicialización del Partido Comunista de Venezuela, y la amistad que ellos tenían con el antiguo jefe de dicha organización, Oscar Figuera, quedó disuelta. En efecto, Boric se sumó a esta condena; pero demasiado tarde, y un acontecimiento como estos, por lo menos, implica llamar a consulta al embajador del país en el Estado, que tuvo la osadía de llevar a cabo una acción, que ha conmovido a media humanidad; puesto que, como se ha señalado, lo primero que se observa aquí es una injerencia de un Estado en otro, a partir del momento en que se asesina a una persona que goza de la gracia del exilio, y por cuya protección el Estado está llamado a velar; solo que, como se observa, Boric es un rehén del PCCH, y sólo vino a asumir la condena en España y esto emplazado por un periodista.
El PCCH ocupa varios ministerios; cuenta con una fracción importante de parlamentarios; aparte de que domina federaciones sindicales a todos los niveles. He allí la cuota que cobró para poner la maquinaria al servicio de la candidatura de Boric, cuando éste se lanzó en 2022 a la presidencia. ¿Se movió allí dinero venezolano? Ha trascendido que el jefe de la operación del secuestro del teniente Ojeda Moreno, Walter Rodríguez Pérez; quien, según el parte policial, dejó huellas por todos lados, forma parte del Tren de Aragua; persona de la más absoluta confianza de Tarek El Aissami; un dato que no ha podido ser corroborado sin embargo, puesto que las pesquisas, que se han hecho en torno a este nombre, no lo han confirmado en ningún registro ni civil ni electoral aquí en Venezuela; menos en lo que fue la nómina de la gobernación de aquél, como tampoco de la de Rafael Isea, y que es la parte oscura de este asunto, además, de otros cabos sueltos, que han venido apareciendo entre una y otra revelación. En lo que coincidimos algunos, al especular sobre este asunto, es que la idea no era asesinarlo, sino traerlo a Venezuela vía Bolivia; cuya frontera con Chile se parece mucho a la colombo-venezolana. Chile es la casa grande para los bolivianos; como lo fue Venezuela para los colombianos. Lo otro que me cuenta un compatriota, residenciado en Santiago, es que a Bolivia se dirigen muchas avionetas, que provienen de nuestro mal llamado Arco Minero. Allí está Evo Morales: ¿una forma éste de lavar el "oro de sangre", que sale de allí? En ese sentido, se habla de que agentes de la Dgcin esperarían el rehén allí, y se lo traerían, a los fines de ponerlo a grabar un video; admitiendo su intento de participación en la operación "Brazalete Blanco"; en cuyo final revelaba que la que estaba detrás de todo esto era María Corina Machado; tal y como lo hizo el capitán Angelo Heredia (se oye un pito al nombrarla en sus palabras), unido al video de Rocío San Miguel, que se pondría a rodar de inmediato; aguantado, seguramente, para esta ocasión, lo que daría pie para enjuiciar a la candidata de la oposición, y que creo que a esta altura se les congeló; como regresó con el puesto vacío, donde iba a venir Ojeda Moreno, la avioneta de la Dgecim. Por supuesto, a la sociedad chilena no le indigna tanto la atrocidad del crimen, como el hecho de que, en este sentido, sale a relucir en forma patética el principal problema, que se sufre en la actualidad: la delincuencia desbordada; tanto más que hay un presidente que no está en capacidad de garantizarle la seguridad a sus ciudadanos, muchos menos, a un extranjero, que goza de la gracia del asilo, y que se gana la vida a la manera de un todero, es decir, lo que salga, para redondear la arepa, dicho a la venezolana: falso que era un malandro; delincuencia propiciada, sobre todo, por el Tren de Aragua; razón por la que hemos visto a un Boric tener que admitir que dicha banda constituye un flagelo, que se ha enquistado en la sociedad chilena, y que hay que exterminar.