Cuando el comerciante casi llegaba a su destino, de pronto vio que en su dirección venía el abogado Elías Pimentel. El saludo era obligatorio, pues a pesar de que no gustaba mucho de la personalidad del abogado, lo utilizaba cada vez que era necesario sin llegar a ser cliente fijo. "¿Cómo está don Miguel? ¿Ya supo que apresaron al general Carujo? Qué cosas tiene la vida. Ese es un hombre a quien el destino lo ha colocado en situaciones difíciles. Y pensar que apenas tiene 35 años. Casi nadie sabe que tiene una buena educación, que estudió matemáticas y filosofía en Bogotá. Todo el mundo se olvidó que Carujo estuvo en varias de las batallas importantes, siendo casi un niño. Todo porque se metió con Bolívar, pero la gente no ve el contexto: El general era un dictador en el 28, en la época del atentado. Carujo no era un militarzote ignaro, sino un oficial ilustrado, y, lo importante, antidictatorial. Por alguna razón el Libertador le perdonó la vida".
El especialista en importaciones prefirió no contestar, y más bien intentó salirse por la tangente: "Sí. Claro. Voy a una reunión en este momento", dijo y apuró un poco el paso. El abogado no captó la indirecta y más bien se invitó: "Ya veo que va a la botillería. Vamos, que lo voy a invitar con un nuevo brandy recién llegado de Francia", y ya en el sitio, empujó la puerta. Fue un verdadero contraste entre el brillante sol de la tarde y aquella tenue luz que iluminaba la gran barra de color desvaído por los centenares de brazos acodados a lo largo de los años. Aquella vieja madera pulida parecía reflejar los pensamientos ocultos de los parroquianos, quienes dejaban que el licor corriera por las venas, mientras que sus mentes divagaban persiguiendo sueños rotos.
Ernesto vio llegar a su compadre y, furibundo bolivariano, arrugó el entrecejo al ver al abogado, pero igual tuvo que saludarlo. Luego de pedir tres brandis, fue el propio cantinero, el gordo Abel, quien metió el tema: "¿Ya saben que capturaron a Carujo? Dicen que está mal herido y que de ésta no se salva". Ernesto no aguantó y se disparó: "Bien hecho. Ese hombre es mala hierba y ha debido morir en 1828, cuando comandó el asalto al San Carlos en Bogotá. Todo el mundo sabe que con la anuencia de Santander organizó, planificó y comandó el atentado contra el Libertador. Pero la cosa no le salió bien por la avispada Manuela Sáenz. Ese día Carujo asesinó al coronel Fergusson malamente: Le disparó sin compasión cuando se lo encontró de frente y desarmado. Carujo es un traidor a la patria y ojalá que esta vez sí lo fusilen".
Con la reticencia de Miguel, que veía que la charla derivaba por caminos espinosos, Pimentel saltó a la palestra: "¡Epa! Un momentico. Ni tan calvo ni con dos pelucas. Yo venía diciéndole a don Miguel que Carujo es un hombre educado, inteligente, que habla inglés y francés, y siempre fue enemigo de los dictadores. Es cierto que Bolívar fue el jefe de la Independencia, pero en el 28 se había convertido en dictador, cuando la Convención de Ocaña le dio la espalda. Hay que ver las cosas en su contexto. Cierto. Es condenable el atentado, pero ¿Por qué Bolívar perdonó a Santander, el autor intelectual? Ojo, una cosa es ser enemigo político del gran líder, y otra muy distinta ser traidor a la patria. ¿Verdad?".
El atentado a Bolívar
Contra toda la vocería popular sostenida por más de un siglo, Pedro Carujo no era un ignorante, ni falto de educación, y a pesar de lo que dicen muchos, tenía sus posiciones políticas claras. Este oficial del Ejército Libertador, nació en Barcelona, en 1801, hijo de una venezolana llamada Juana Hernández y de un capitán realista, Pedro Carujo, originario de Canarias. El niño Carujo recibió una educación esmerada, tanto, que cuando ya era un adolescente dominaba el inglés y el francés, hecho poco común entre los jóvenes de la época. A pesar de que su padre estuvo con el bando del Rey, a los 18 años Pedro Carujo ya aparecía enrolado en la causa de la emancipación, como integrante del batallón Orinoco, con sede en Angostura.
En 1821 destacó bajo las órdenes del general José Francisco Bermúdez, oriental como él, en campañas en Caracas y Santa Lucía. Dos años después Carujo era capitán y participaría en la batalla de Maracaibo, donde resultó herido en combate. Nadie sabe qué sucedió, pero el joven oficial decidió irse a Nueva Granada, aun cuando algunos dicen que fue por su herida. Lo cierto es que arribó a Bogotá y si bien ingresó de nuevo al ejército, realizó actividades poco comunes para un militar de aquellos días: Se dedicó a estudiar matemáticas y geometría bajo la orientación de un fraile llamado Tomás Sánchez Mora. Estos estudios de alto nivel lo introdujeron en los círculos intelectuales de la capital de la Nueva Granada, participando en sociedades selectas de literatura y filosofía. Se cree que en estos niveles tomó contacto con gente educada, entre quienes estaban muchos de los que luego conformarían el ala afecta a Francisco de Paula Santander.
En 1828 el teniente coronel Pedro Carujo era ayudante del Estado Mayor del departamento de Cundinamarca, y fue ascendido a comandante. Luego el general Bolívar lo nombró director de la primera Escuela Militar que se fundaba en Bogotá. La Convención de Ocaña había sido un fiasco para el partido de los bolivarianos, y al Libertador no le quedó otra vía que hacerse dictador para conservar el poder. Ese fue el momento del rompimiento no escrito con el otro bando, el santandereano, que no ganó la convención porque los partidarios de Bolívar se retiraron de Ocaña para evitar el quórum reglamentario. Carujo se alineó con el sector de Santander, y hasta ahora no hay una explicación concreta de porqué lo hizo:
Algunos sostienen que el joven oficial era antidictatorial y consideraba que Bolívar se había convertido en un tirano. Otros dicen que fue por el fusilamiento de Piar. También hay una versión que señala que Carujo ambicionaba el poder, y bajo la tutela de Bolívar no tenía futuro.
En 1828 el ambiente en Bogotá era de abierta conspiración e incluso sucedió que el general asistió a una fiesta de máscaras, sin escolta alguna, corriendo grave peligro, ante los fuertes rumores sobre un atentado en su contra. Manuela Sáenz, la compañera del Libertador en esos tiempos, sabía todo lo que se tramaba, y fue al sarao armando un escándalo que obligó a Bolívar a retirarse. Fue esta mujer quien hizo que el 25 de septiembre Bolívar se lanzara por una ventana del piso superior. Cuando los conspiradores entraron a la casona donde dormía el Libertador, Manuela lo despertó y mientras se vestía, el general le pregunto qué hacer, por lo que su compañera, viéndolo espada en mano, dispuesto a batirse en desventaja evidente, contestó: "¿Usted no dijo a Pepe Paris que esta ventana era muy buena para un lance de estos?".
Bolívar estuvo por algunas horas bajo un puente, mientras aclaraba el día, y luego vino la persecución de los complotados.
De inmediato se supo que el coronel Pedro Carujo comandaba a la gente armada que invadió San Carlos. Igual se conoció la muerte del coronel Fergusson, quien regresaba a la casa al momento del ataque: Se encontró de frente con Carujo, quien sin miramiento alguno le descerrajó un tiro con su pistola, y luego, para rematarlo le dio un golpe con su espada en la cabeza. Carujo fue detenido con varios de los conspiradores, pero al igual que a Santander se le perdonó la vida. El joven coronel estuvo en la prisión de Bogotá, luego fue trasladado a la cárcel de Boca Chica en Cartagena. Al año siguiente, en el mes de marzo, fue llevado finalmente a Puerto Cabello, donde terminó por fugarse en agosto. Recapturado, se dedicó a escribir abogando por su libertad, especialmente al general José Antonio Páez, jefe del Departamento de Venezuela. También escribió algunos artículos desde la cárcel, a favor del movimiento separatista La Cosiata, los cuales fueron publicados en el periódico "El Fanal" de Tomás Lander. En 1830 fue deportado a Curazao, pero regresó cuando Páez concedió un indulto general al momento de la separación de la Gran Colombia. Pedro Carujo estaba libre para seguir el camino que mejor quisiera.
La Revolución de las Reformas
Pedro Carujo regresó a Maracaibo el mismo año de 1830, pero no se quedó tranquilo; al contrario, organizó un cuerpo de milicias con mil efectivos y pasó la frontera para actuar en las cercanías de Río Hacha, población que se había alzado contra el presidente de Colombia, general Rafael Urdaneta. Al año siguiente el general José Félix Blanco lo derrotó y eso obligó al retiro de Carujo de la lucha armada en 1833. Entonces se hizo periodista de fuste, escribiendo artículos contra realistas y antipatriotas, según su particular punto de vista. Esas publicaciones aparecieron en el periódico "El Republicano", y tuvieron su efecto, especialmente porque entre los más criticados estuvo José María Vargas, quien sería electo presidente en 1835.
Era el primer civil en llegar a la presidencia luego de la Independencia, aun cuando respondía a intereses de un grupo de militares contrarios a Páez, cuyo candidato, Carlos Soublette, fue derrotado en la elección en el Congreso.
La estabilidad política de Vargas en verdad era precaria, tanto que renunció a las pocas semanas, pero su planteamiento no fue aceptado por el parlamento.
Entonces estalló la llamada Revolución de las Reformas, encabezada por otro grupo de militares que se consideraban desplazados del poder. Ellos fueron encabezados por Santiago Mariño, Perú de la Croix, José Laurencio Silva, Pedro Carujo, todos próceres de la Independencia.
Estos "revolucionarios" pedían la reconstitución de la Gran Colombia y la vuelta al federalismo, aunque se sospechaba que no era más que un "quítate tú, para ponerme yo". Carujo pasó a la historia nuevamente, al ser el encargado de poner preso al Presidente, y ante los reclamos del derrocado le espetó: "Doctor, el mundoes de los valientes", a lo cual Vargas respondió: "No. El mundo es de los justos".
Carujo anduvo luego por el oriente con Mariño como jefe militar, obteniendo algunas victorias en las postrimerías de su revolución. Vargas había sido restituido en la presidencia, cuando Páez fue llamado para sostener la estabilidad de la República. Luego el prócer llanero se dirigió a oriente, y Mariño y Carujo tomaron unos navíos para irse al centro del país, arribando a Puerto Cabello. En esta zona llegaron incluso a intentar tomar Valencia, en octubre de 1835, pero Carujo fue apresado y llevado al Fortín Solano. De allí escapó y prácticamente solo se dedicó a la guerra de guerrillas con algunos hombres, manteniendo a Puerto Cabello como último reducto de los alzados.
Páez en persona actuó en contra de Carujo en una confrontación en Paso Real, y el alzado cayó herido feamente.
Al día siguiente, 26 de diciembre de 1835, Pedro Carujo fue trasladado a Valencia y a pesar de sus heridas fue llevado a juicio sumario y rápido. El defensor fue el abogado Ricardo Labastidas, quien no pudo hacer nada por su cliente. El 27 de enero de 1835 el alcalde municipal, Diego Escorihuela, le impuso la sentencia que lo condenaba a muerte, la cual debería cumplirse el 31 de enero en la Plaza Mayor de Valencia. Esa decisión no pudo ser llevada a efecto, pues el hombre que comandó el atentado al Libertador y apresó al presidente Vargas, murió el día anterior por la gravedad de las heridas. Así se fue de este mundo, luego de 15 años sumido en la guerra y la conspiración, este oriental que dejó su nombre escrito malamente en la historia patria, pues para la mayoría de los venezolanos Pedro Carujo es sinónimo de traidor.
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