General de 1000 derrotas
agosto 12, 2014 11:13 pm
Si algo copió el chavismo al calco, fue la práctica perversa de la
dirigencia cubana de culpar a otros actores políticos, sociales o
económicos de las consecuencias de poner en práctica políticas
destinadas desde el principio al fracaso. Para comenzar se puso como
excusa una supuesta guerra liderada por el imperialismo gringo que
buscaba adueñarse del petróleo venezolano. Esa excusa ha sido puesta en
escena de forma constante y parece ser el pretexto matriz que se usa
para poner a funcionar todo el entramado de justificaciones del
espantoso fracaso revolucionario. Lo cierto es que a Estados Unidos no
le interesa nuestro petróleo porque tiene suficiente, incluso para
embarcarse en el negocio de exportarlo. Demás está decir que el negocio
petrolero americano está manejado casi en su totalidad por empresas
privadas.
Para justificar el dramático estado de la economía, Maduro ha culpado
a unos malvados de haber ejecutado una guerra contra el bolívar. Según
el ocupante de Miraflores, que no de La Casona, unas manos peludas han
atacado la moneda para llevarla a esos escandalosos valores que se
observan el día de hoy. Por ello, se anunciaron medidas y se pusieron en
práctica nuevos mecanismos que no han tenido el efecto deseado:
derrotar a los malvados que deterioran la inexistente moneda nacional.
No hace falta ser un genio para notar que esta guerra el gobierno la
tiene perdida.
Otra guerra perdida es la de los precios. Aquí la derrota es
estrepitosa. Según las genialidades del ejecutivo existe algo así como
una inflación inducida. Es decir, unos enemigos no identificados, elevan
los precios y hacen que el poder adquisitivo del venezolano se
deteriore cada vez más y más. La realidad es que esta práctica
comunicacional tiene como objetivo esconder a los seguidores del
chavismo las verdaderas causas de la inflación generada por las macabras
impresoras de billetes que el Banco Central pone a funcionar para
financiar el déficit de las empresas del estado. Lo verdaderamente
preocupante es que los oficialistas, en su ceguera fanática, no noten
que todo esto de la guerra inflacionaria es una patraña del gobierno
para no asumir su responsabilidad.
Una guerra ante la cual el gobierno parece haberse rendido es la de
la escasez. Una guerra suicida en la que los empresarios buscan quebrar
sus empresas para derrocar al gobierno. De verdad que tienen imaginación
los que paren estas historietas. La triste realidad es que siguiendo
las políticas de su incapacidad más manifiesta, Jorge Giordani, el
gobierno desapareció los dólares del mercado. Al meterse en medio del
comercio, la dirigencia política acabó con la intermediación en
Venezuela, el país del no hay.
La guerra perdida, para lamento de los venezolanos, es la del hampa.
Los buenandros no han oído el llamado de Maduro y siguen haciendo de las
suyas. Han logrado someter a los venezolanos a una situación de
enclaustramiento que limita el ejercicio de las más elementales
libertades individuales. Lo triste es que hay en el chavismo personas
que se creen eso de que el hampa es un fenómeno artificial desarrollado
por enemigos del gobierno. Lo cierto es que ha sido un fenómeno
fomentado por una dirigencia oficialista que solo sabe hablar el idioma
de la violencia.
La guerra contra los perversos a los que se les ocurre prender
bombillos para alumbrarse, o poner a funcionar el aire acondicionado
cuando hace calor representa otro fracaso del general Maduro que no
atina a conseguir una solución al gravísimo problema eléctrico.
La salud hace estragos en las filas del gobierno. Esta guerra en la
cual la ineptitud gubernamental se pone de bulto es verdaderamente una
muestra de la indolencia de la clase política gobernante con los
venezolanos. Las excusas y controles inundan el discurso oficial, solo
para tratar infructuosamente de eludir su responsabilidad.
El asunto del agua es producto de una guerra de la naturaleza contra
un gobierno que no construyó reservorios del vital líquido para uso
humano en los últimos quince años. La falta de previsión de una gente
que no tiene el más mínimo sentido de lo que es gobernar, tiene a
millones de venezolanos perdiendo la guerra contra lasequía.
La guerra de las aerolíneas es la más lamentable excusa que puede
haber dado Maduro. Aquí a uno le toca preguntarse si es mentira contumaz
o ignorancia. El control de cambio ha espantado la inversión de
Venezuela y ahora está aterrando a los servicios. Una derrota más para
el maltrecho general.
Lo que queda es preguntarse, ¿cómo alguien puede apoyar a un general
que pierde batalla tras batalla? ¿Cómo acompañar a un líder que no se
atreve a tomar las medidas necesarias para solucionar los problemas que
nos aquejan? ¿Cómo es que todavía existen fanáticos que se creen las
patrañas guerreristas?
Las malas noticias para el general de las mil derrotas comienzan a
llegar. Una inmensa proporción de los venezolanos considera a Maduro el
peor presidente que ha tenido Venezuela (44% según Datanálisis de Agosto
2014).
Eso quiere decir que las engañifas de las guerras no ha surtido el
efecto deseado. O peor aún, creyéndose las mentiras de las batallas, hay
venezolanos que piensan que Maduro no tiene la capacidad para resolver
los problemas del país. Quizás eso explique que en medio de la severa
crisis económica que nos empobrece, el gobierno apueste a la represión
garantizando que no haya escasez de equipos antimotines.
La lógica política elemental indica que se debe aceptar los errores
cometidos, demostrar propósito de enmendarlo y tomar las medidas que
solucionen los problemas del venezolano. ¡Ah! Se me olvidaba, esta gente
carece de lógica, incluso la más elemental.