EL DOCTOR CHIRINOS Y MISTER HIDE.
Entre
Edmundo Chirinos, Luis Fuenmayor Toro, Trino Alcides Díaz y Chávez hay
un hilo conductor inocultable, además de ser frutos de la convulsión de
los 80s., esa suerte de pastiche ideológico postmodernista cuyo único
rasgo común consistía en repudiar al “Puntofijismo”, desarrollar una
reacción alérgica a los partidos tradicionales (AD-COPEI); pero sobre
todo y principalmente el ser cada uno de ellos “comunistas encubiertos”.
Lo
más inquietante del extraño caso del doctor Chirinos es que ocurre como
epílogo de una larga carrera que sólo al final se revela no como
académica, científica o política, como se hubiera esperado, sino como
una carrera criminal.
Los
testimonios abrumadores que él mismo se afanó en acumular, del que una
colección de millares de fotos de mujeres desnudas de las que no se
sabe, respecto de sus pacientes, si están todas las que son o son todas
las que están, es apenas un detalle; aderezado con historias, películas,
una “galería del sueño”, con cubículos controlados por circuito cerrado
de televisión para monitorear a seis pacientes dormidas
simultáneamente, en fin, resulta que el asesinato de su paciente, Roxana
Vargas, no es un hecho aislado o incidental, sino uno más de una
larguísima sucesión de crímenes que muy posiblemente, de no darse las
circunstancias tan poco comunes de este caso, nunca se hubieran
descubierto.
Chirinos
fue rector de la Universidad Central de Venezuela en el período
1984-1988, apoyado por el Partido Comunista de Venezuela y todos los
grupos de izquierda, ahora conocidos como “el chiripero” e
inmediatamente después fue candidato a la presidencia de la República
enfrentando, precisamente, a Carlos Andrés Pérez.
Lo
sucedió en el rectorado Luis Fuenmayor Toro para el período 1988-1992,
apoyado por casi la misma constelación política que ya se identificaba
como Plancha 80 o, en un tono más personalista, “fuenmayorismo”.
Asimismo, apoyaron a Trino Alcides Díaz para el período 1996-2000,
creando el llamado “trinismo” y de allí se fueron en bloque a formar
parte del gobierno de Chávez.
Pero
todavía no se ha calmado la alteración nerviosa de las pacientes de
Chirinos por el riesgo de aparecer mencionadas en los autos de su
expediente, cuando estalló el escándalo Fuenmayor, acusado con cargos
que hacen palidecer de espanto a una sociedad que ya creía haber
superado todos los límites del horror: primero, abuso sexual contra su
propio hijo, de 8 años; luego, mal praxis médica, por administrar
fármacos o narcóticos a menores de edad; esto agravado por antecedentes
de denuncias por lesiones contra su cónyuge.
Un
detalle, nada despreciable, es que todas estas acusaciones cursaban en
la Fiscalía desde hace años; pero nunca les habían dado curso, porque
para entonces Fuenmayor era un alto funcionario del régimen,
facialmente, jefe de la Oficina de Planificación del Sector
Universitario, pero, tras bastidores, desplegaba una influencia difícil
de calibrar.
Su
gran error, dicen los mismos chavistas, fue identificarse con el
gobernador de Lara, Henry Falcón, con su partido PPT y la osadía de
articular críticas al régimen. Como se sabe, a la mafia se puede entrar,
pero es imposible salir, al menos indemne. El tránsfuga siempre es peor
tratado que el mismo enemigo, porque al elemento de la traición se une
el peligro de la delación, lo cual lo vuelve intolerable.
El
castigo debe ser ejemplarizante, para desalentar nuevas defecciones.
Independientemente de la culpabilidad o inocencia, lo que se castiga o
se premia es la adhesión a la revolución.
LA GENERACIÓN VIVA.
Chirinos
logró una extraña notoriedad con su acusación de que le había tocado
lidiar con una “generación boba”; descalificación de la que nunca se
retractó a pesar de la rebelión de los jóvenes, causada por la llamada
“masacre de Tazón”, en que resultaron abaleados más de una treintena de
estudiantes por su equívoca solicitud al gobierno de que detuviera su
marcha hacia Caracas.
La
generación de Fuenmayor, muy por el contrario, podría calificarse como
la “generación viva”, por el tremendo aprovechamiento que han hecho del
poder durante este régimen que los demás venezolanos sufren y padecen
día a día.
La
Plancha o Movimiento 80 podría prestar un elocuente muestrario para un
ensayo de sociología política, por donde quiera se comience la lista de
sus integrantes. Por ejemplo, tome a Mari Pili Hernández o Jacqueline
Farías; Elías Eljuri o Edgardo Ramírez; en el otro extremo, Juan Barreto
o Jorge Rodríguez. Este último con el agravante de ser también médico
psiquiatra, ferviente seguidor de prácticas inspiradas por Chirinos y
Fuenmayor.
Fuenmayor
protesta por el retardo procesal de los juicios en que ha estado
involucrado, incluso sus divorcios civiles, por las constantes
recusaciones de fiscales y jueces que oponen sus cónyuges litigantes,
actitud que atribuye al cuadro paranoico de que adolecen.
Pero
dicen los abogados acusadores que una fiscal encargada de su caso era
“hermanita de Héctor Navarro”, varias veces ministro y eterno
correveidile de Fuenmayor; los jueces de la tribu de Omar Mora Díaz,
magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, jefe de la Oficina de
Asesoría Jurídica de la UCV durante el rectorado de Fuenmayor.
Cuando
Omar Mora llegó al TSJ se presentó diciendo que él “venía del 23”,
haciendo alusión al barrio 23 de enero, mismo donde está erigido el
busto a Manuel Marulanda alias Tiro Fijo, donde operan los colectivos La
Piedrita, Tupamaros, Alexis Vive y otros. Que él sabía que ellos (los
funcionarios, de clase media) los llamaban “monos”. Pues bien, de ahora y
para siempre “este será el Tribunal de los Monos”. Él iba a designar a
los jueces de este país (los mismos que gritan: ¡Uh, Ah, Chávez no se
va!).
Más
que íntimo de Fuenmayor, según los mismos abogados de la contraparte,
tuvo mucho que ver con su segundo divorcio, del que se queja Fuenmayor
que ha demorado diez años en resolverse. Como tuvo que ver en su primer
divorcio otro enigmático personaje, Jasmin Jaimes, por sus largas
reuniones terapéuticas o de trabajo (no se sabe muy bien) en el salón de
rectores.
Dicen
las malas lenguas de la UCV, que son muchas, que JJ repetía estos
ejercicios terapéuticos (o de trabajo) con el mismo Chávez en Yare,
motivo por el cual es una de sus fichas en el Consejo Nacional Electoral
(CNE), el mismo que va a garantizar los votos de la oposición en
cualquier elección, primaria, secundaria o superior, con o sin
Fuenmayor.
Fuenmayor
no pasó ni un solo día en prisión después que le asignaron como lugar
de reclusión un internado judicial en los Teques, sino que de inmediato
le dieron el beneficio de casa por cárcel. Desde allí y al contrario de
lo que ocurre con los presos políticos, que les prohíben hablar de su
caso y cualquier comunicación con el exterior, puede declarar y reunirse
con quien quiera y cuando quiera.
Por
esto le hemos oído decir telefónicamente que está seguro de que:
“Chávez no sabe nada de su caso; la Fiscal no sabe nada de su caso y
esto no tiene nada que ver con el alto gobierno; ningún ministro está
sacando partido político de su caso”. Traducido del idioma de un
comunista encubierto a lenguaje no totalitario, debe entenderse: todo lo contrario.
En conclusión, esto está en vías de negociación política, como debe ser entre camaradas, y puede esperarse un happy end.
LA MORAL COMUNISTA
Las
comparaciones siempre son odiosas y tanto más cuando se les añade el
ingrediente de la inutilidad, por lo que vamos a ahorrarnos hacer
alusión a los secuestrados políticos, exiliados, lo que se observa con
los comisarios y policías metropolitanos, militares institucionales, la
Juez Afiuni, Alejandro Peña Esclusa y ahora Oswaldo Alvarez Paz.
Fijémonos
en personajes como Elio Gómez Grillo, que compromete su autoridad
académica pero también el poder real que ejerce desde la comisión de
reforma del poder judicial, interviniendo como abogado defensor de
Edmundo Chirinos; mientras hace malabarismos para presentar un libro
sobre el derecho de la mujer a una vida libre de violencia sin la menor
alusión al caso de la juez Afiuni, sin que le remuerda la conciencia por
Roxana Vargas, Ana Teresa Quintero o las mujeres de Fuenmayor.
Los
medios de comunicación oficialistas, que usaron el hecho de ser Roxana
Vargas pasante del canal RCTV para decir que se estaba creando una
matriz de opinión contra Chirinos y para desacreditar al gobierno; pero
una vez que se pone en evidencia algo del mar de fondo de este crimen,
que ni siquiera se sospechaba, ¡no dicen nada! No hay ni una sola
aclaratoria, rectificación, nada.
El
PCV y la izquierda unida, que llevaron a Chirinos y a Fuenmayor al
rectorado y que ahora son gobierno con Chávez, ¿no sabían quiénes eran
estos personajes? Esto denotaría cierta irresponsabilidad. Si lo sabían,
¿aún así fueron capaces de llevarlos al rectorado y en el caso de
Chirinos, proponerlo como presidente de la República? Esto al menos
implicaría cierta responsabilidad política o moral.
Los
comunistas, tan dados a sentar posición por trivialidades o por asuntos
que no les conciernen, como conflictos al otro lado del mundo, ¿no
deberían fijar posición sobre los casos de Chirinos, Fuenmayor? Si se
equivocaron con ellos, ¿no se equivocarían con Chávez?
Los
comunistas solían despreciar los principios morales como prejuicios
pequeñoburgueses pero no pudieron evitar la obligación de ensayar una
suerte de “moral revolucionaria”, que supuestamente serviría de sustento
a su lucha que, aquí y en China, necesita inspiración. Al menos con eso
pretendían justificar la beatitud ante la figura del Che Guevara.
Los
comunistas encubiertos, como Chirinos, Fuenmayor, pero también Chávez,
se habitúan a la mentira como medio de vida; utilizan el materialismo
para librarse de las cargas de conciencia; cosifican a los seres humanos
y los reducen a meros instrumentos para satisfacer sus apetencias,
sexuales o de poder; se fabrican un mundo ficticio a la medida de su
insania moral.
Chirinos
es un mitómano, pero nunca se podrá saber qué había de verdad en sus
exageraciones. Dice que Bertrand Russell fue su paciente en Cambridge.
Será mentira; pero sí estuvo allí y casualmente hizo el mismo curso de
farmacología que Luis Fuenmayor, conocimientos que ambos utilizaron para
sus propios fines.
Dice
que fue Chávez quien le presentó a su esposa, María Isabel, que después
se convertiría en su paciente (no se sabe si hay fotos o películas de
ella, en consulta); asimismo le exigió que la acompañara en la fórmula
para la constituyente, que ganaron los dos; dice que él solo redactó
toda la parte de la constitución referente a educación, ciencia y
tecnología.
Es
lícito preguntarse si el caso Fuenmayor dará para otro libro como
“Sangre en el diván” que la periodista Ibéyise Pacheco le dedicó al
extraordinario caso del doctor Chirinos. La respuesta de los abogados
acusadores de Fuenmayor es categórica: “Son íntimos amigos. Kiko
Bautista, esposo de Ibéyise, es de la Plancha 80”.
Un caballero de la mesa redonda.
Luis Marín
27-03-11