Este fornido y barbudo árabe de 51 años de edad, siempre elegante, es el Consejero de Asuntos Internacionales del presidente nicaragüense Daniel Ortega, cargo que ocupa desde 2007, cuando el sandinista volvió a gobernar tras 16 años alejado del poder. Ambos mantienen una relación muy estrecha. El ajetreo que ha invadido su oficina durante los últimos días tiene una sorprendente explicación: Lashtar es el último de los Gadafi con poder y en el poder.
Durante casi tres décadas mantuvo alejado de la opinión pública su valioso secreto: es sobrino del dictador libio. No fue hasta el pasado abril que un cable de Wikileaks, publicado por la prensa local, reveló el parentesco entre ambos. El documento filtrado cita un encuentro entre el ex embajador de EEUU en Nicaragua, Paul Trivelli, y Antonio Lacayo, Ministro de la Presidencia durante la época de Violeta Chamorro (1990-1997) donde el diplomático aseguró que Lashtar era sobrino del dictador. Algo que, por otro lado, el ahora consejero de Ortega también se encargó de difundir entre su círculo cercano de amistades. Esta súbita popularidad habría provocado un cambio en su estilo de vida. Antes se movía sin escoltas, pero ahora se hace acompañar de guardaespaldas en su vehículo.
El sobrino de Gadafi aterrizó en Nicaragua a mediados de los años 80 como responsable de una empresa agropecuaria de capital mixto entre los dos países, llamada Anilib, a cargo de grandes proyectos en localidades cercanas a Managua. Pronto consiguió nacionalizarse nicaragüense, trabajando en calidad de adscrito a la embajada árabe libia. Ya en aquella época había indicios de su poder: se recuerda que el propio embajador adoptaba, en su presencia, una actitud sumisa.
La relación del libio con Daniel Ortega se habría cimentado a partir de 1990, cuando el líder revolucionario perdió sorpresivamente el poder. Lashtar se convirtió entonces en el enlace para canalizar el dinero que el dictador Gadafi enviaba al guerrillero derrotado en las urnas. Su importancia le convirtió, en opinión del ex embajador estadounidense Trivelli, en una de las principales “figuras de poder en la sombra” del líder sandinista.
Lashtar no habría mantenido una relación de simple parentesco con su tío: el representante de Washington también notificó que el sobrino del dictador era identificado por varios países como agente de la Inteligencia libia. Entre ellos España. De hecho, Lashtar protagonizó un incidente con nuestras autoridades durante un viaje oficial junto a Ortega, en 2005. La Inteligencia española tenía registrado al libio como un agente de Gadafi, según el semanario nicaragüense Confidencial.
Fuentes diplomáticas afirman que se le permitió la entrada en España al presentar el pasaporte nicaragüense. De haber viajado con el documento libio, habría sido expulsado. Otro momento de tensión se produjo durante la visita oficial del Príncipe Felipe a Managua, con motivo de la toma de posesión de Ortega, en 2007. La seguridad del heredero extremó las precauciones por la presencia del sobrino de Gadafi entre los invitados al acto.
Estas revelaciones de Wikileaks no sirvieron, sin embargo, como acicate para un cambio de postura de Ortega con respecto al Lashtar, sino todo lo contrario: a los pocos días del destape, el Frente Sandinista publicó la lista de políticos con la que concurrirá a las elecciones de noviembre y el libio figura en ella como aspirante a una diputación en el Parlamento Centroamericano (equivalente al Europarlamento), donde ejerce actualmente como delegado suplente. Y tiene reales posibilidades de salir elegido.
Quienes han tenido acceso a él aseguran que es una persona tranquila, “Incluso reservada”, subraya a Crónica Antonio Lacayo, la persona que recibió la noticia del parentesco de Lashtar con Gadafi. “Lo conocí en el 97, en una reunión en casa de un amigo. Habría unas 40 personas disfrutando un almuerzo de cordero asado. Lashtar era el cocinero. Parecía disfrutar preparando el animal al estilo árabe”, declara el ex ministro.
AFICIONADO A LA HÍPICA
El libio también mantiene una actitud sombría ante los medios de comunicación. Nunca ha dado declaraciones. Se mantenido en un segundo plano, convirtiéndose en todo un enigma para los periodistas. Suele aparecer en las fotografías cuando algún líder afín al gobierno sandinista visita Nicaragua, pero el país sigue sin escuchar su voz… Sí es conocida su afición a la hípica. Lacayo recuerda una ocasión en la que Lashtar acudió a un desfile de caballos en Managua: “Iba vestido al estilo árabe, con una gran túnica blanca y un turbante. No pasó desapercibido”, asegura el ex Ministro. El segundo de Lacayo, Boanegres Matus, incluso fue invitado, mediados los 90, a su boda en Libia, arreglada con una mujer que no conocía y cuyo nombre es una incógnita. No acudió, por orden de la ex presidenta Chamorro, alejada ideológicamente del régimen norafricano.
La relación entre Ortega y Gadafi ha pasado por dos grandes etapas. Una primera institucional, durante los años 80, cuando se daban relaciones de estado a estado. Gadafi prestó oficialmente 100 millones de dólares al primer gobierno sandinista en aquella época. Tras la derrota de Ortega en las elecciones de 1990, la relación financiera pasó a ser personal. Ya no había contribución al partido, sino que los fondos pasaban directamente a engrosar el patrimonio del líder sandinista. “Fue entonces cuando la mediación de Lashtar se hizo relevante”, apunta Víctor Hugo Tinoco, ex vicecanciller durante el gobierno revolucionario y hoy en la oposición.
El fulgurante ascenso del libio se debió a su posición como mediador entre Gadafi , Ortega y el dinero que fluía entre ambos. El dictador norafricano se convirtió en el mecenas del revolucionario nicaragüense cuando perdió el poder. Ortega realizó, durante sus años en la oposición, continuos viajes a Libia de los que volvió con las manos llenas. Es un secreto a voces que Gadafi financió lo que en Nicaragua se conoce como “el gobierno desde debajo de Ortega”: la movilización de las bases sandinistas en continuas manifestaciones para desestabilizar a los gobiernos de la derecha. Lashtar fue clave en la comunicación entre las dos partes, revela Wikileaks.
La ayuda Libia habría descendido durante los años de bonanza del liberalismo, cuando parecía que Ortega no podría volver a imponerse en unas elecciones. “Pero cuando volvió a tener posibilidades, hubo un incremento, y Lashtar tuvo que ver con el mismo”, asegura Irving Dávila, coronel retirado del Ejército Popular Sandinista.
Como amor con amor se paga, Ortega le premió con su puesto como consejero al volver al poder. Este cargo le otorga unos privilegios diplomáticos en rango similar al de embajador. Por si fuera poco, también ha entrado a formar parte del poderoso conglomerado económico del líder sandinista. Posee, junto a otros dos colaboradores de Ortega, la empresa Celeste TV, propietaria de la señal del Canal 13 de televisión, dirigido por Camila, Luciana y Maurice Ortega Murillo, vástagos del presidente. Concebido como un canal de noticias 24 horas, comenzó sus emisiones en junio.
Muchos consideran un premio adicional su nominación como candidato a una diputación en el Parlamento Centroamericano. “No hay que olvidar que si triunfa adquiriría inmunidad, siempre preciosa en un grupo que requiere de la ilegalidad para llevar a cabo sus políticas”, subraya el general retirado, Hugo Torres.
Ortega no disimula su gran interés por Lashtar y el derrocado régimen libio, motivado por su fascinación por el Libro Verde de Gadafi. “Una de las mayores influencias del texto en la política orteguista han sido los Consejos de Poder Ciudadano que ha instaurado, cuyas bases enumera el tomo”, subraya Torres.
La colaboración entre ambos líderes no se limitó a territorio nicaragüense. En el ordenador que el Ejército colombiano incautó, en marzo de 2008, al entonces jefe de las FARC Raúl Reyes, fue encontrado un correo electrónico donde el guerrillero anunciaba a sus correligionarios la respuesta de Gadafi a una petición de 100 millones de dólares para financiar la guerrilla: “Los libios nos han dicho que la responsabilidad política de las operaciones de Libia en la región están en manos de Daniel Ortega”, escribió.
El sobrino de Gadafi opera en distintas partes del globo. En 2007, su nombre apareció en la lista de destinatarios de un correo electrónico, en forma de comunicado, emitido tras una cumbre nuclear entre Argentina e Irán. En la reunión, triangulada con Venezuela, se discutió la implicación de Buenos Aires en el proceso de enriquecimiento de uranio iraní. Ese mismo año se pudo ver a Lashtar sentado junto al presidente persa Ahmadineyad, durante su visita oficial a Nicaragua.
Su mediación también habría sido clave para proponer al sacerdote nicaragüense Miguel D’Escoto, afín al sandinismo, como representante de Libia ante la ONU, tras la renuncia del ministro de exteriores norafricano Musa Kusa, en los albores de la guerra libia. Esta sugerencia, finalmente rechazada por el organismo internacional, puso de relieve una vez más el padrinazgo existente entre Ortega y Gadafi. Ninguno de los dos duda en referirse al otro como “amigo” o “hermano”. El líder sandinista no dejó de apoyar a su “compañero” durante el proceso bélico, criticando en varias ocasiones los bombardeos de la comunidad internacional “imperialista”.
El desenlace del conflicto ha caído como un jarro de agua fría sobre los dirigentes sandinistas. Según los rumores, uno de los posibles destinos del dictador podría ser Nicaragua. Altos cargos sandinistas han abierto las puertas a esa posibilidad en los últimos días. Si se diese tal extremo, la gestión de Mohamed Lashtar sería decisiva. En caso contrario, el protagonismo del sobrino de Gadafi se podría ver resentido por el derrocamiento del régimen de su tío.
La tormenta desatada por la primavera árabe ha caído con especial insistencia sobre el escritorio de Ortega, beneficiario y defensor a ultranza del depuesto régimen. Sólo si el saliente gobierno guardaba registro de sus dádivas podremos conocer a cuánto ascendió realmente la ayuda libia al líder sandinista.