Date: dom, 1 oct 2023 a la(s) 05:37
Subject: artículo.
NOCHE y NUEVO DIA:
Por: Humberto González Briceño
Para las pretensiones de Guyana en arrebatarle a Venezuela el Esequibo, el régimen de Hugo Chávez instaurado en Venezuela desde 1999 marca un antes y un después. La inercia institucional con la cual el Estado de partidos había manejado el estratégico asunto del Esequibo parece mostrar en 1999 una suerte de pausa cronológica que ya desde 1987 dejaba en manos de los buenos oficios de la ONU la búsqueda de alternativas para una resolución. Pero ese desgano combinado con la ligereza del régimen de Chávez ha demostrado que históricamente no estamos frente a una pausa sino ante una evidente situación de retroceso que menoscaba la posición de Venezuela.
Todo cambia para peor cuando en febrero de 2004 Hugo Chávez le dice al presidente de Guyana Bharrat Jagdeo que "el Gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área". Agregando seguidamente "El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países". Para rematar el significado y la intención indudable de sus palabras Chávez emprende una inusitada política de concesiones económicas a Guyana vía Petrocaribe que incluyeron petróleo y energía regalada a todos los países del CARICOM, aliados de Guyana. Cambiando la soberanía por un plato de lentejas Hugo Chávez lograba los votos de los aliados de Guyana para darle un puesto a Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU.
De ahí en adelante Guyana no ha cesado en sus zarpazos jurídicos y extrajurídicos con una frecuencia casi trimestral, siendo cada uno más audaz y agresivo que el anterior. Es a partir del entreguismo de Hugo Chávez que la posición de Venezuela se desmejora y que alimenta las cada vez más agresivas pretensiones de Guyana. Igualmente no se puede dejar a un lado el hecho de que en la génesis de esta crisis el ejecutor de las políticas entreguistas de Hugo Chávez fue el hoy Presidente Nicolás Maduro lo cual define a ambos, sin mayores distinciones, como absolutos traidores a la patria.
En su escalada política y militar Guyana no ha cesado en realizar actos de disposición en la zona en reclamación, mostrándole a los otros Estados y a los órganos internacionales que no solo tiene ambiciones sobre ese territorio venezolano sin que además navega soberanamente por esas aguas con soltura y sin ninguna resistencia. El último episodio de esta larga cadena de agresiones se inició el año pasado cuando Guyana convocó empresas transnacionales a un proceso de licitación para la explotación petrolera en aguas que corresponden a la zona en reclamación.
Pero no fue sino hasta hace unas semanas que el régimen chavista ofreció una vez más su respuesta tardía y retórica frente a un evento de inmensa gravedad. Como siempre en estos asuntos el chavismo no puede ofrecer nada más que palabras sin acciones concretas. La condena a los movimientos agresivos de Guyana quedó reducida a frases inconexas e insignificantes como aquel demagógico anuncio por parte de Nicolás Maduro de crear el Estado Esequibo.
Sin duda, Guyana ha hecho sus cálculos y tomará ventaja de la profunda debilidad institucional que existe en Venezuela. El descalabro abarca a todos los sectores y poderes públicos incluidas las Fuerzas Armadas que no tendrían la fortaleza orgánica ni logística para hacerle frente a una alianza militar internacional acompañando a Guyana. Y mientras algunos países se frotan las manos con las perspectivas que plantea una Venezuela desmantelada por el chavismo, Guyana está salivando ante la oportunidad que esto significa para sus ambiciones.
El régimen chavista sigue en el poder gracias al apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas. Pero es un Estado inviable, sin capacidad de sacar a Venezuela de su más grave crisis institucional y menos aún de enfrentar militarmente con éxito la avanzada de Guyana.
Como todo régimen tiránico y totalitario que se comienza a desmoronar el chavista apela hoy por salidas desesperadas e improvisadas ante la ausencia de planes y políticas. Una de estas cantinflericas ocurrencias ha sido convocar a un referéndum consultivo para que el pueblo decida qué hacer sobre el Esequibo. En otras palabras, en pleno hundimiento del Titanic Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez deciden convocar a los pasajeros para que democráticamente decidan qué hacer. Esto por si hacían falta más evidencias de la infinita incapacidad del chavismo para conducir y gestionar los destinos de la nación venezolana.
Estamos ante un asunto de soberanía frente al cual no se puede perder tiempo y hasta la propia Constitución chavista de 1999 le dice al gobierno qué debería hacer, en lugar de convocar a un referéndum. Ya la falsa oposición ha saltado a calificar la convocatoria como un atentado a la Primaria. Otra demostración de ignorancia y banalidad. Lo que el chavismo intenta con esa consulta es evadir su responsabilidad, diluir su culpa y lavar las traiciones de Hugo Chávez y Nicolás Maduro cuyas acciones entreguistas con Guyana nos han arrastrado a la situación de hoy.
En esta coyuntura los venezolanos debemos mantener la claridad y no caer en la trampa del régimen que nos quiere encallejonar para obligarnos a apoyarlo vía referéndum, supuestamente, contra Guyana. Los venezolanos patriotas no podemos apoyar este referéndum que en realidad busca darle un voto de apoyo a quienes literalmente han vendido la patria.
La cúpula del régimen chavista, amaestrada cultural y políticamente por el régimen cubano no está en condiciones de defender la integridad del territorio Esequibo frente a las pretensiones de Guyana. Tendremos los venezolanos que impulsar primero un ajuste de cuentas interno, fortalecer un nuevo Estado nacional que con una orientación genuinamente nacionalista y patriota represente los intereses de la nación y entonces podamos retomar por vías de hecho lo que a Venezuela por derecho le pertenece y que nunca jamás ha debido perder.
En lugar de votar en esa consulta espuria que convoca el régimen lo que procede es abstenerse y hacerle un llamado a los sectores patriotas y nacionalistas que aún quedan en la Fuerzas Armadas para que enfrenten a un Estado vendepatria que de continuar en el poder acabará con lo que queda de Venezuela.- @humbertotweets
Redefinir a la oposición venezolana
Por: Humberto González Briceño
La selección del candidato presidencial por parte de la MUD o la de un líder de ese sector de la oposición, como antesala de unas elecciones generales que podrían ocurrir este año, el próximo o en cualquier momento, obligan a replantear el tema esencial de caracterizar tanto a quien ejerce el poder en Venezuela como a quienes se presentan como alternativa para disputárselo. Aunque no se trata de un asunto nuevo si ha sido deliberadamente obviado por quienes se hacen llamar "oposición".
Hay que establecer un criterio basado en categorías estrictamente políticas, no sociológicas o psicológicas, para definir y caracterizar al chavismo y a la oposición. Sin un criterio claro seguiremos naufragando en un mar de confusiones como ha ocurrido desde 1999 con las dramáticas consecuencias que esto implica.
Para los efectos de este artículo reexponemos, una vez más, nuestra tesis según la cual lo que tenemos en Venezuela no es simplemente un mal gobierno del cual se puede salir por elecciones. Lo que hay es algo más complejo y sofisticado que nosotros caracterizamos como el Estado chavista que ha sustituido al Estado nacional venezolano. El Estado chavista define los límites de una legalidad a su medida. En ese Estado no hay separación de poderes y menos pesos y contrapesos.
Los poderes ejecutivo, legislativo, judicial, electoral y militar son leales a la causa chavista, no a la causa nacional. Pero esa arbitrariedad tiene un sustento Constitucional y legal en la Constitución chavista de 1999. La definimos como tal porque es la norma fundamental en la cual se apoya el Estado chavista y que sirve como su base jurídica. Con esa norma Constitucional y esa legalidad nunca habrá forma de disputarle el poder al chavismo legalmente, esto es por vía electoral. No es por falta de voluntad de los ciudadanos, sino porque no hay mecanismos confiables ni transparentes para que los ciudadanos se expresen institucionalmente.
Para asegurar su modelo político con apariencia democrática el régimen chavista a lo largo de estos 23 años le ha hecho concesiones a la oposición en la forma de pequeñas adjudicaciones electorales de alcaldes, gobernadores y diputados. Estas concesiones alimentan la esperanza de un cambio político por la vía electoral ya que se ofrece como evidencia que el chavismo también pierde elecciones, y además acepta la derrota. En realidad el chavismo logra reconocimiento pleno para su modelo fraudulento al convertir a esos alcaldes, gobernadores y diputados en voceros del régimen y de sus métodos electorales. Es un mecanismo perverso que se renova cada vez que vienen unas elecciones y funciona porque hay una oposición siempre dispuesta a colaborar.
Por eso es esencial no solo caracterizar al régimen chavista para entender a lo que nos estamos enfrentado sino también a quienes se autodenominan como "oposición". Y el criterio no podría ser simplemente llamar opositor a todo aquel que compita electoralmente contra los candidatos del chavismo y ni siquiera aquellos que en forma beligerante dicen oponerse al mal gobierno de Nicolás Maduro, pero aceptan su régimen político y su pseudolegalidad.
El criterio que hemos propuesto para definir qué es y que no es la oposición es el reconocimiento o no a la Constitución chavista de 1999 y su régimen político que hemos identificado como el Estado chavista. Aquí estamos frente a un criterio estrictamente político, no sociológico, psicológico o cultural. Partiendo de ese criterio todo aquel que reconozca y se apoye en la Constitución chavista de 1999 para sacar al chavismo del poder, díganos por vía electoral, entonces no podrá ser considerado como oposición sino más bien como colaborador, cooperante o simplemente como falsa oposición porque no es verdadera.
Este criterio permite definir en forma objetiva dos frentes irreconciliables en el campo de la lucha política. Quienes apoyan el actual régimen político chavista y apuestan por su renovación electoral y quienes buscamos confrontar para derrocarlo y sacarlo del poder.
De esta tesis se desprenden definiciones políticas importantes. Por ejemplo, no apoyar las elecciones ni las negociaciones con el chavismo porque son formas de dominación que sólo buscan legitimar y extender la vida de un régimen que de otra forma ya podría estar agonizando.
Esta tesis suele ser atacada por dos flancos. Primero, se alega que es preferible hacer algo (votar) que no hacer nada (abstenerse). Segundo, que sería la negación de la política para en su lugar buscar una insurrección armada. En ambos casos vemos un intento desesperado de los falsos opositores para seguir justificando su fracaso de dos décadas sin rendir cuentas de su gestión política. Pero admitiendo que ambos cuestionamientos podrían tener un fulcro de realidad es necesario considerarlos.
En primer lugar, decir que lo mejor es votar que quedarse de brazos cruzados es un argumento que admite de entrada la inutilidad del voto. Esto equivale a decir "sabemos que el sistema es fraudulento, sabemos que el chavismo jamás entregará el poder por las buenas, pero de todas formas vayamos a votar". Esto es votar por votar alimentando en forma perversa la ilusión de que si la gente sale a votar es posible que ocurra un milagro. El milagro por supuesto no sería que el chavismo pierda la elección sino que acepte entregar el poder.
Luego está el cuestionamiento de quienes se aferran a la idea nebulosa de una ilusoria transición electoral e intentan asociar nuestra tesis de ruptura política con golpes militares e insurrecciones armadas. A esto respondemos, con base a dolorosas experiencias acumuladas en estas dos décadas, que los civiles tenemos que ocuparnos de lo civil y los militares de los asuntos militares.
Aquí nos desmarcamos de la idea mitológica según la cual un pueblo desarmado a fuerza de pura voluntad puede tumbar un régimen político. No, son los sectores más conscientes de la población que organizados en una vanguardia asuman la confrontación política con el régimen desde la protesta ciudadana y a su vez ganen a importantes sectores de las fuerzas militares para que hagan lo propio desde los cuarteles. Son estos militares quienes tienen que dar los primeros pasos para proteger a su pueblo y no al revés. Pero mientras esto no ocurra y no haya condiciones objetivas el solo intento improvisado y espontáneo no pasará de ser un acto suicida.
Ante la pregunta ¿qué hacer en lugar de votar? la respuesta no es la desmovilización ni la antipolítica. Por el contrario, lo que procede es la organización política y social de los ciudadanos, no para ir a elecciones y legitimar al régimen chavista sino para coordinar las luchas diarias por recuperar las condiciones materiales de vida de los venezolanos. Intuitivamente muchos venezolanos ya lo están haciendo organizándose en sindicatos independientes del régimen chavista y de su falsa oposición. Este no es, por supuesto, un espacio garantizado e inmune a la represión del régimen, pero en nuestra opinión, sin duda, es el que ofrece mayores posibilidades de inserción social que los actuales partidos de "oposición".- @humbertotweets
Maduro en China.
La inminente suspensión de la Primaria y el "llegar hasta el final" de María Corina Machado
Por: Humberto González Briceño
Primero hay que hacer un repaso rápido de las premisas básicas que hemos venido planteando desde hace varios años para analizar la situación de Venezuela, las cuales no han sido refutadas por el chavismo o su falsa oposición. En Venezuela no hay un mal gobierno, hay un Estado cuyas estructuras políticas, jurídicas y militares están al servicio de la casta chavista. Ese Estado chavista establece su propia legalidad y define los límites dentro de los cuales puede actuar su falsa oposición colaboracionista.
Mientras no se reviente la estructura del Estado chavista y su apariencia de legalidad cualquier invitación a votar o ejercer los derechos ciudadanos dentro del marco de esa pseudo legalidad amañada no será más que un ejercicio de fantasía e ilusión y hasta de terapia de grupo. No importa cuántas veces se vote en estas condiciones, lo fundamental nunca va a cambiar. Menos aún importa que se negocie con el régimen chavista porque este siempre usará esas negaciones para ganar tiempo y como elemento de propaganda, tal como ha hecho en las dos últimas décadas.
En este cuadro se nos aparece la falsa oposición, siempre guiada sabiamente por la mano del chavismo, para abogar por salidas institucionales dentro de la aberrante legalidad chavista. Es la misma falsa oposición que viene dando bandazos desde 1999, actuando de forma incoherente y espasmódica, unas veces llamando a la abstención, otras llevando a los jóvenes a inmolarse en las calles por ellos, para finalmente pedirle a los venezolanos que se arrastren hasta las misericordiosas botas del régimen a implorar por clemencia electoral.
El problema fundamental de la falsa oposición venezolana es que desde 1999 ha carecido de una tesis política que caracterice correctamente al régimen chavista y en base a esa valoración defina una estrategia de lucha. Por el contrario, desde la óptica de la falsa oposición la política ha sido reducida y banalizada a lo meramente electoral que siempre pone a estos pseudo opositores en plan de conseguir al líder o al mesías de turno, al salvador tipo Chávez, que milagrosamente nos lleve a la victoria. El chavismo no podría hacer otra cosa que frotarse las manos, salivar y alentar esa postura de los falsos opositores porque encaja perfectamente con su plan de fraude y manipulación. ¡Es el reconocimiento y legitimación de su régimen, qué más podrían pedir!
Por eso la elección Primaria es tan inútil como insignificante. Es un evento intrascendente de los mismos que llevan más de veinte años dando bandazos en la política y colaborando con las vías electorales del chavismo. Sin embargo, sus organizadores quieren presentarla como una gesta épica y ciudadana, de la cual podría descender de los cielos el nuevo mesías que milagrosamente le gane al chavismo y sus refinados mecanismos de fraude electoral. Frente a esta fantasía reciclada los venezolanos reaccionan con indiferencia y siguen abandonando masivamente el país desatendiendo el seductor llamado de los traficantes de ilusiones.
La inminente suspensión de la elección Primaria no es más que una incidencia menor en un proceso cuyo desarrollo ya ha sido advertido por algunos periodistas y analistas, no comprometidos con los partidos. No se puede pretender participar en el sistema electoral chavista si no se acepta la totalidad de sus reglas. El precio que tiene que pagar la falsa oposición por hacerse parte del fraude electoral chavista es postular un candidato amaestrado y dócil que le vuelva a levantar la mano a Nicolás Maduro como ganador de la "elección". Punto. Eso es así y no se discute.
Para esta temporada electoral el chavismo ya escogió ese candidato y es Manuel Rosales, gobernador adjudicado del Zulia. Maduro le lanza piropos a Rosales y este hace lo propio en nombre de la tolerancia. El problema se presenta cuando la MUD, en un ejercicio torpe del mandado encomendado, organiza una elección Primaria que ha debido originalmente servir para coronar a Rosales pero que hoy luce fuera de control con la revuelta de las clientelas partidistas migrando masivamente para apoyar a María Corina Machado.
En este mismo medio lo hemos explicado varias veces desde hace semanas. Resulta inevitable que el chavismo vuelva a meter la mano en la primaria de la falsa oposición para echarle una mano a sus socios de la MUD. Ya lo hizo inhabilitando arbitrariamente candidatos. De no hacerlo, aun en medio del desastre y caos logístico de pretender votar debajo de matas de mango, ese proceso iría rumbo a la inevitable aclamación de María Corina Machado. ¿Y esto afecta al chavismo? Para nada, pues con decir que según su absurda legalidad ella está inhabilitada para ser inscrita es suficiente. Fin de la historia. Ahí no valen reclamos pacíficos, protestas ciudadanas, ni nada dentro de la legalidad chavista como pedir una Constituyente. El proceso viciado seguiría su curso sin mayor novedad y así esa fórmula electoral ilusa e ingenua llegaría hasta el final.
Entonces ¿por qué el chavismo estaría a punto de suspender la elección Primaria? Porque tiene que despejarle el camino a Manuel Rosales para que, como resultado de esa crisis, sea escogido como el candidato de consenso de la falsa oposición. Rosales, el filósofo del Zulia, quien sabiamente no inscribió su candidatura en la Primaria y supo hacerse a un lado para orar, pedir y meditar por la unidad de la falsa oposición cuando todos los demás se peleaban.
La inminente suspensión de la Primaria, vía TSJ chavista, provocará una implosión en la falsa oposición y le obligará a escoger por consenso a un candidato (Rosales) dejando a María Corina Machado sola con su popularidad, unas inmensas ganas de contarse, pero sin ni siquiera poder ir al CNE chavista a inscribirse como candidata independiente, aunque solo sea en forma simbólica. Este es el costo de hacerse parte de la legalidad chavista y coquetear con la idea de cumplir sus reglas a medias. Es muy probable que en ese momento, cerradas todas las vías de la institucionalidad chavista, y sin otras opciones María Corina Machado se devuelva nuevamente a retomar el discurso radical de la abstención, el cual nunca jamás debió abandonar.- @humbertotweets