Luis Fernández Moyano
¡BOLIBURGUESES TEMBLAD!
¡FUSILAMIENTOS A LA VISTA!
ARNOLDO OCHOA ASESINADO
Todos recordaran la tragedia del general Arnoldo Ochoa Sánchez y sus hombres de confianza, entre los cuales el coronel Tony de la Guardia, fusilados el 13 de julio de 1989 en La Habana luego de un juicio ominoso llevado a cabo por sus propios compañeros de armas. Entre ellos Ulises Rosales del Toro, quien junto a Ochoa Sánchez participara de la invasión de tropas de asalto cubanas a la Venezuela democrática en 1966 y 1967.
Las inculpaciones fueron una siniestra farsa típica de un dictador maquiavélico e inescrupuloso como Fidel Castro y su pandilla. Siguió el clásico método totalitario: deshacerse de quienes le estorbaban en su proyecto hegemónico. Primero les exigió y luego les permitió que se hicieran de moneda extranjera a cualquier precio y a cualquier costo. De allí todo tipo de negociados, considerados un acto de heroísmo digno de las más altas condecoraciones mientras sirvieron a mantener las tropas estacionadas en África bajo el comando supremo de Ochoa Sánchez. El más eximio de los guerreros cubanos.
Hasta que llegó el momento de sacarlo del juego. Siguiendo el guión de una tragedia griega les rogó aceptaran las inculpaciones, asegurándoles la vida. Cuando obtuvo la confesión, suficientemente retransmitida en vivo y en directo por la televisión cubana, mandó al demonio sus promesas y lo fusiló a él y sus más directos colaboradores sin que le temblara un pelo. Ése es el padre putativo, inspirador y maestro del teniente coronel.
No es casual que el zarpazo a su estrecho colaborador financiero y económico Ricardo Fernández Barrueco, quien le sacara las patas del barro durante el paro cívico y le montara la cadena de Mercales, sucediera en pocas horas a la reunión de altos enviados del gobierno cubano – entre ellos dos vicepresidentes – con los más confiables operadores de Hugo Chávez en Miraflores. Pues nada que suceda en Venezuela lo hace sin la orden, el aval o el consejo de los Castro.
En días el todopoderoso Fernández Barrueco estaba en las mazmorras de la policía política y sus cuatro bancos en manos del gobierno. Amén de todas sus empresas afincadas en territorio venezolano. Pero la orden de La Habana fue mucho más extensiva: ahora cae en desgracia Perucho Torres Ciliberto y con él sus tres bancos. Pendientes sus otras propiedades, entre las cuales la poderosa empresa SEGUROS LA SEGURIDAD.
En días el todopoderoso Fernández Barrueco estaba en las mazmorras de la policía política y sus cuatro bancos en manos del gobierno. Amén de todas sus empresas afincadas en territorio venezolano. Pero la orden de La Habana fue mucho más extensiva: ahora cae en desgracia Perucho Torres Ciliberto y con él sus tres bancos. Pendientes sus otras propiedades, entre las cuales la poderosa empresa SEGUROS LA SEGURIDAD.
La orden es perentoria: librarse cuanto antes del lastre de la boliburguesía. Y si la circunstancia lo permitiera, ya hubieran sido enjuiciados Fernández Barrueco y Torres Ciliberto desde los estudios del Canal 8 y fusilados sin más trámites. Posiblemente acompañados por algunos de sus socios y secuaces: Arné Chacón Escamillo, José Vicente Rangel y una media docena más de altos funcionarios enriquecidos a expensas de la miseria de los venezolanos propiciada por el propio teniente coronel.
El guión es conocido. Caerán todos. Se repite la historia, no como tragedia, sino como farsa. ¡Boliburgueses temblad! ¡Fusilamiento a la vista! ¿Pasará Chávez del asesinato moral al exterminio físico? Es la pregunta que se hace una sociedad atónita por tanto desparpajo. Chávez lo sabe: o corre o se encarama. El candidato al paredón no son sus allegados. Los cubanos lo saben.
Fuente del texto: Noticias Universitarias
Diseño: Alberto Rodríguez Barrera