Ramiro Valdés Menéndez es ahora nuestro Virrey de Indias en Caracas. No se trata de una críptica escritura en la pared, sino de un claro mensaje que manifiesta extrema y angustiosa urgencia ante circunstancias políticas de suma gravedad: Existe la posibilidad que los generales-empresarios pierdan Venezuela. La decisión como es obvio fue tomada en La Habana, decisión que revela dos hermanadas e irrefutables desesperaciones: la de Hugo Chávez y la de Raúl Castro. El primero ha dejado sus ínfulas previas -que le llevaron a coquetear con esos chicos malos de Lage, Pérez Roque y Remírez de Estenoz. Chávez buscaba invertir la ecuación de su relación con la Isla, por lo que desaparecido Fidel Castro, ambicionó hacer de Raúl Castro un subordinado y manejarlo como a cualquiera de sus ujieres del patio, pero tras sus fallida deslealtad, ha terminado finalmente corriendo a entregarse a los brazos no precisamente amorosos del dictador y general de ejércitos cubano. Y aunque éste es un matrimonio de inconveniencias, ambos se necesitan -por el momento- mutuamente.
Lo de encomendar a Menéndez el encabezamiento de la Comisión de Asesoramiento para la crisis energética en Venezuela, es un eufemismo que no osa siquiera disimular la vulgaridad o crudeza de la significación de utilizar un pretexto tan inofensivo para tamaño "nombramiento". Lo que se trata es de estado de sitio, de represión de alto voltaje, de purga de todos los cuadros militares claves venezolanos, de suspender las garantías constitucionales, de establecer tribunales sumarísimos y de recurrir a la pena capital y sentencias de incontables décadas como lo hicieron en Cuba. Todo ello a toda prisa, porque el tiempo se les acaba.
En fin una titánica e imposible tarea ¿Y quien otro existe más calificado para al menos intentarlo que el Cancerbero Mayor Ramiro Valdés Menéndez? El es el único hombre del régimen que no puede ni debe ser subestimado. Su misión es garantizar para el Raulismo, el control de los recursos de Venezuela.
Sus prioridades serán purgar a los jefes militares venezolanos en activo, y neutralizar a los estudiantes, organizar el aparato de vigilancia y las milicias y las paramilitares brigadas de respuesta rápidas. Sin embargo la agenda de Menéndez tiene otras muchas prioridades: Resolver de una vez por todas el problema del "control mediático", suprimir las libertades de expresión, reunión y asociación, establecer un férreo bloqueo a la información exterior con todo los medios posibles, incluida la Internet, que como en Cuba, sea tan sólo una intranet a la que tengan acceso los "autorizados".
Nuestro "Adelantado de Tierra Firme", Ramiro Valdés Menéndez, es un asesino serial devenido en político y sus manos están inimaginablemente ensangrentadas. Encabezó por décadas el aparato de la policía política y el sistema carcelario cubano y sembró el terror y el luto en el seno de la nación cubana.
Persiguió inmisericordemente a religiosos, periodistas, intelectuales, campesinos, estudiantes, obreros y a todo al que endilgaran la más mínima sospecha de "desviación" ideológica incluidos marxistas, troskistas, comunistas e izquierdistas cubanos. Sus tribunales revolucionarios -sin garantías ni imparcialidad alguna- utilizaron los juicios sumarísimos para juzgar y llevar a los paredones de fusilamiento en menos de 72 horas a millares de cubanos. A muchos se les ejecutaba, donde se les arrestaba, como ocurriera con los campesinos que se oponían a la colectivización forzosa y para los familiares de sus víctimas creó los infamantes "pueblo prisiones". Su implacable quehacer no reconoció límites ni compasión.
Si alguien logró encarnar aquel hombre nuevo de la Parusía cheguevarista capaz de transformarse "en una fría máquina de matar" ese es Ramiro Valdés Menéndez. De él y su equipo de "técnicos" del terror, no puede existir mejor descripción ni podría ser expresado más perfectamente que lorqueanamente:
"Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras.
Con el alma de charol vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan
silencios de goma oscura y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar, y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía de pistolas inconcretas."
El pueblo venezolano debe darle seria consideración a nuestras palabras que son avaladas por nuestra trágica experiencia nacional.