El ser humano, por naturaleza, se inclina por el ejercicio de determinadas actividades que, en teoría, se adaptan o tratan de adaptarlas a sus condiciones físicas, habilidades, inteligencia, y/o a su temperamento espiritual. Esa inclinación lo lleva a ejercer actividades y a definir alguna profesión que será para toda su vida. Esa profesión está más ligada al espíritu que al estómago, lo contrario sería simplemente un pasatiempo. El título, el diploma, la toga y el birrete, el sable o el anillo de graduación, no confieren “profesión”, sólo avalan conocimientos. Es la posterior satisfacción de ejercer la actividad la que hace de ella una profesión.
De lo anterior se deriva que las instituciones que agrupan a seres que realizan actividades semejantes deben procurar integrarse por “Profesionales”: apóstoles, convencidos de que la grandeza de su espíritu es la grandeza de su institución.
De lo anterior se deriva que las instituciones que agrupan a seres que realizan actividades semejantes deben procurar integrarse por “Profesionales”: apóstoles, convencidos de que la grandeza de su espíritu es la grandeza de su institución.
La Constitución Nacional exige que la Fuerza Armada Nacional debe ser una institución esencialmente profesional, es decir, formada por hombres y mujeres quienes, aceptando las innumerables limitaciones materiales que conlleva el “ser militar” las reemplazan con la fuerza de un espíritu que hace de ése un apostolado para cumplir con la misión que le indican las leyes y su conciencia de buen venezolano. Limitaciones muchas veces superior a su fuerza física o capacidad intelectual, pero como “profesional militar” está obligado a cumplirlas, siempre con la conciencia en la célebre frase: “cuando el clarín de la patria llama, hasta el llanto de la madre calla”.
Ser profesional militar exige condiciones que si bien lo asemejan a otras profesiones también lo distinguen y que, indudablemente van cambiando con el tiempo, me refiero a condiciones físicas e intelectuales.
La profesión militar tiene una característica que la distingue de la mayoría de las profesiones y que la asemeja al sacerdocio: el desprendimiento obligado de muchas cosas materiales.
La sociedad obligatoriamente impone límites y restricciones comunes al ser humano para que, siendo como somos, diferentes, trate de lograr un grado de armonía que le permita convivir con libertad de acción y de conciencia, muy discutida y defendida por los que en la sociedad constituimos “el mundo civil”, está muy, pero muy limitada en ése otro mundo que denominamos como “mundo militar”.
En quienes aspiran a ser profesionales militares, sus propios esfuerzos y aguante a las vicisitudes y amarguras van formando parte de la sangre nueva de la institución militar y comenzará, como profesional militar, por su constancia, a escalar posiciones y jerarquías.
Las limitaciones para el militar le acompañaran durante toda su vida profesional. Ése mayor, coronel o general, con más de veinte años de servicio en la FAN, no puede cambiar su residencia de una ciudad a otra sin el permiso del superior jerárquico, no puede decidir la fecha para salir de vacaciones al exterior con su familia si no tiene el permiso de la superioridad; en los actos oficiales obligatoriamente debe usar el uniforme militar que exige el reglamento y, por si fuera poco, debe mantenerse callado y guardar compostura cuando un borracho indeseable le choca su carro y lo insulta en plena vía pública; no tiene ni siquiera el derecho a tener miedo ante los enemigos de la patria. Está limitado hasta en su propia voluntad de dejar de ser militar sin la autorización respectiva.
Finalmente y reflexionando sobre las condiciones físicas, morales, intelectuales y espirituales que conlleva el ser un profesional militar, cabe preguntarse si verdaderamente existe la inclinación, llamada vocación militar. No existe en nuestro idioma castellano una palabra que resuma la inclinación de un ser humano, que vive en este mundo, que quiere disfrutar de la mayor parte de las bondades de este mundo, pero, por un todavía “no sé qué”, acepta y se adapta a la vida que exige la profesión militar.
Definitivamente el ser profesional militar es mucho más que una vocación: se me ocurre que es la respuesta al llamado de la voz de la Patria.-
Fuente: FIM
Autor: Lic. Daniel E. Chalbaud Lange
Fuente: La Historia Paralela