Por: René Núñez (*)
Con populismo,
ideología y militarismo
no se
derrota la pobreza…
PORTACHUELO
La vida es
para disfrutarla a placer. No
hay una segunda oportunidad. A la luz de la historia de la humanidad, no ha existido
ser humano que no haya pretendido satisfacerla a su manera con sus convicciones,
posibilidades y conveniencia. Decía Aristóteles “Hay que gozar la vida todo lo que se pueda, pero sin abuso”. El
problema se presenta con los abusos. Por desviaciones humanas se han cometido y
se siguen cometiendo crímenes de todo tipo, de norte a sur y de este a oeste en
todo el planeta, siendo los más abominables los cometidos desde el poder del Estado por no compartir ideales o
pensamientos únicos. Inaceptable e intolerable desde todo punto de vista. El sacrificio
y la reducción de espacios de libertad de los ciudadanos, la criminalización de
las protestas son crímenes de lesa humanidad. Por esos excesos humanos, han
caído millones de vidas inocentes en el mundo, sin contar los discapacitados y
los sometidos a torturas, vejaciones y privaciones de libertad en condiciones
absolutamente inhumanas.
Paralelamente a esa realidad represiva y
criminal histórica, se ha
estado creando otra similar como la de pobreza crítica. Un estado social
carente de servicios y de oportunidades, plagado de miseria y de escasez, con
exclusión social. Las estadísticas dicen que las tres cuartas partes de la
población mundial se encuentra bajo estas condiciones. Para desgracia, esas
condiciones han sido manipuladas y explotadas política e ideológicamente por
dirigentes para alcanzar el poder y desde allí satisfacer sus pretensiones y
necesidades económicas y de mandato, ignorando e irrespetando a los electores
que confiaron en las promesas de cambios para mejorar su calidad de vida integral.
Basta
revisar la situación social de América Latina, para uno darse cuenta de esta triste realidad
humana. Con muy pocas excepciones, casi
todos los países latinos presentan características
políticas, económicas y sociales de exclusión similares, caracterizadas por un
cambalache permanente.
Venezuela,
uno de ellos. No se explica
como un país como el nuestro, rico en recursos naturales y económicos
estratégicos, condiciones y ventajas geográficas, no hayamos reducido a la
mínima expresión la pobreza; por el contrario, se ha incrementado las
desigualdades sociales; a pesar de los 950 mil millones de dólares recibidos
por el régimen de turno en los últimos once años por concepto de renta
petrolera; sin contar los ingresos por deuda pública, llevada por el gobierno
-dizque revolucionario- de 36 mil millones a 95 mil millones de dólares. Cuando
se coteja ingresos vs. resultados, sale a relucir un déficit inexplicable pero
justificable cuando se evalúa el nivel de
confiabilidad humana de los funcionarios al frente de las instituciones del
Estado, sin duda, muy baja: poca capacidad profesional, poco conocimiento de las materias de Estado que administran,
y escasa voluntad de servicio para cumplir sus funciones de manera correcta y oportuna. No hay
excusa alguna para no haber gerenciado la bonanza petrolera invirtiendo en progreso
y desarrollo nacional. Lo más difícil era contar con presupuestos y los que hoy
nos dirigen los tuvieron de sobra.
Se está en
un momento crucial para hacernos los venezolanos una autocrítica sería y
objetiva, con la finalidad de
exigir mediante el voto el 26S la conformación de una nueva Asamblea Nacional mejor
preparada, pensante, democrática, plural y confiable, capaz de hacer cumplir la
constitución del 99 y poner en su sitio a los violadores reincidentes. No más diputados sinvergüenzas y maulas en el cumplimiento de los
deberes constitucionales. Ya basta de mentiras, evasión de responsabilidades, y
de una cultura de antivalores
democráticos y humanos.
Todo
gobierno o funcionario se debe a una sociedad, sin distingo de clase y credo. Velar por la vida de
todos, su mayor responsabilidad. Combatir la pobreza ha de ser la lucha permanente
con ideas proactivas, positivas, constructivas, bajo el contrapeso de unos
poderes públicos autónomos e independientes, garantizando a todos la igualdad en el trato y
las oportunidades ante la ley. Estimulando la productividad de las economías
privada y pública, desde la más pequeña hasta la más grande.
Hay 3
razones de peso que explican marcadamente el por qué del atraso social de la Venezuela
de hoy: 1) Populismo, una conducta política poca seria y
responsable, caracterizada por promesas engañosas, inviables, personalistas,
cuya gestión pública al final conduce al fracaso por los malos y oscuros
manejos administrativos de la cosa pública, alto gasto público, alto
endeudamiento, inflación, devaluación constante y creación de dinero inorgánico
(artificial) no derivado de la inversión productiva, abuso de poder; 2) La ideología, como excusa de eficiencia de gestión
pública de los llamados revolucionarios. Nada más absurdo en estos tiempos
modernos de espacios integrados. La ideología por si sola no resuelve problemas
sociales, los problemas sociales se resuelven con una gerencia eficaz y
transparente, capaz de reunir equipos de trabajo conocedores de la materia
asignada. Con profesionales y técnicos solidarios y de probado éxito y vocación
de servicio. Con gerencia: planificación, control, organización y dirección. y 3) Militarismo. La educación de un militar, por lo general,
se basa en obediencia absoluta a superiores, disciplina rígida, un mando
vertical, preparados para la defensa integral del territorio. Se excluyen los estudiosos
de la política, de la economía, de la gerencia pública.
(*) Internacionalista
Edición
1122, hasta el próximo miércoles.
FUENTE: Correo del Caroní
IMAGEN de Hugo Chávez// Anarkismo.net