BELEN
(La casa del pan)
Vinicio
Guerrero Méndez
“pero tú, belén de efrata,
pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser jefe en
Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial,… y se afirmará y apacentará con
la fortaleza de Dios, con la majestad del nombre de su Dios; y habrá seguridad,
porque su prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra” (miqueas 5, 2-4).
La ciudad de Belén está situada sobre dos colinas
rocosas, cerca del Desierto de Judea, al sur de Jerusalén. Su nombre hebreo
“Bethlehem” significa “la casa del pan”. Este pedacito de tierra se transformó
una vez en cielo en el momento de la encarnación y los primeros gemidos del
niño Dios.
“Aconteció que por aquellos días salió un decreto
de César Augusto, ordenando que se empadronase a todo el mundo.
Este primer censo se hizo siendo Cirino gobernador
de Siria. Iban todos a inscribirse cada uno en su ciudad; subió también José
desde Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea a la ciudad de David, que se
llama Belén por ser de la casa y de la familia de David, para empadronarse con
María su esposa, que estaba encinta.
Y sucedió que mientras ellos estaban allí, se le
cumplieron los días del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió
en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había sitio para ellos en la
posada. (Lucas 2, 1-7).
El nacimiento del Verbo convierte en cenizas todo
lo antiguo del mundo. Todo lo viejo y usado desaparece ante el nacimiento de
Jesús.
El que proviene
de Dios, trae consigo todo lo nuevo. "Cielos nuevos, tierra nueva",
había anunciado el profeta Isaías. "Por tanto, el Señor mismo les dará
esta señal: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel (Dios con nosotros). "Comerá cuajada y miel hasta que sepa
lo suficiente para desechar lo malo y escoger lo bueno”. "Porque
antes de que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, será abandonada
la tierra cuyos dos reyes tú temes”. (Isaías 7: 14-16)
La condición humana ha sido de tal modo ennoblecida
por esta centella divina, que cubrió a María de su sombra para brillar en
cada uno de nosotros. Este Niño de Belén es esa estrella prometida, el mismo
Dios que se hace hombre, el último Adán que procede del cielo y nos da vida.
La sinfonía de Belén sigue siendo una sinfonía
inacabada hasta el momento en que el corazón de los hombres, deje de permanecer
cerrado.
El fin de la Encarnación del Hijo de Dios ha sido el de hacer
posible la comunión de Dios con los hombres. A partir de Navidad, la oscuridad
del mundo se convierte en claridad y Jesús se resume a un solo mandamiento: el
del amor.
El amor necesario para dar a la humanidad el sentimiento profundo de la fe y la alegría para sobrellevar la
insolente voracidad de las personas que acorazándose en la ingenuidad de las
débiles voluntades, desarrollan a placer sus maldades, sin pensar que Dios
siempre está atento y vigilando a sus hijos, que moran bajo su santa
protección.
Solo al pie de su cruz es donde verdaderamente se
transforman los corazones. Bien sabemos, no vamos a construir el reino de los
cielos pero si ayudar a poblarlo.
La oración! No la dejes nunca por nada. Ella da
brillo a tus ojos, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos
los días, sin desistir y Dios te escuchará.
Afectuosamente,
Imperfecto.
VINICIO GUERRERO
MENDEZ