PORTACHUELO/René Núñez (*)
23 de marzo 2011
 Hagamos de Venezuela un país
alto promotor de la imaginación…
alto promotor de la imaginación…
 En estos tiempos tan exigentes y competitivos
 ya no se habla de países subdesarrollados y de países desarrollados. Se
 habla de países altos promotores de la imaginación y países bajos 
promotores de la imaginación. Una nueva concepción para interpretar y 
diferenciar, sin duda alguna, la clase de dirigentes y de gobiernos 
trabajando en equipo para mejorar con resultados tangibles la calidad de
 vida integral de sus nacionales. Muy lógica, porque solo creando 
bienes, obras y servicios eficientes se puede cumplir con esa misión 
contenida en casi todas las cartas constitucionales del mundo pero que 
la mayoría de los dirigentes-gobiernos no terminan de internalizar como 
estrategia de evolución social...
 Esa imaginación se facilita con democracia, con libertad, con igualdad en cuanto al trato ante la ley;
 aceptando la convivencia como una necesidad inteligente para crecer con
 dignidad, respeto, organización, orden sin exclusión social alguna.
 Si
 en algo los venezolanos debemos preocuparnos, es en el hecho de no 
estar transitando el camino de esa dirección como sociedad democrática;
 a pesar de contar con una naturaleza bendecida por doquier para el 
compromiso de país. En cambio otras naciones sin recursos naturales ni 
orografía favorable han logrado el avance y la redistribución de la 
riqueza de manera satisfactoria; y saben ¿por qué? por la imaginación 
creadora promovida por gobiernos serios, responsables que supieron 
integrar los pueblos a los compromisos de prosperidad social de sus 
naciones.
 Acá en Venezuela la historia ha sido otra, se ha perdido mucho tiempo en discusiones bizantinas,
 que en nada han aportado valor agregado -ni siquiera- para superar las 
trabas del populismo el cual nos sigue sometiendo al esquema de país 
monoproductor, rentista petrolero. Con economía de puertos.
 Se sigue sin entender que mientras se continúe produciendo materias primas,
 seguiremos atado a los precios de materias primas. Por ende, a la 
dependencia externa. En estos últimos doce años la situación nacional ha
 empeorado, involucionado, llegando a niveles de deterioro no solo 
socioeconómico sino moral y ético por la desatinada conducción de un 
gobierno interesado en primar, defender y proteger, a costa de lo que 
sea,  su interés personal de permanecer en el poder de por vida, bajo la
 excusa de que solo él y con el apoyo de un ejército revolucionario 
popular armado se puede garantizar la mayor suma de felicidad social. En
 otras palabras, solo él y con él se puede imaginar y crear el país del 
“futuro edén”.
 Pensar en semejante estupidez ideológica, es sinónimo de mediocridad, enajenación y sumisión.
 Los países con mayor calidad de vida dejaron de lado el sentimentalismo
 nacionalista, ideológico, religioso. Se lanzaron al riesgo y a la 
aventura ¿Saben de qué manos? De manos del comercio exterior. 
Entendiendo por éste no solo saber vender sino saber comprar. Los 
pueblos que se atrevieron comprendieron su significado. Aguantando el 
hambre y los sacrificios necesarios para emprender el reto, un reto nada
 fácil pero alcanzable cuando de por medio la imaginación creadora y 
confianza de gobiernos y gobernados son capaces de concertar esfuerzos y
 sabiduría como equipo unido y no como se insiste en la mayoría de los 
pueblos latinos, africanos y árabes alrededor de “un Mesías”.
 Competir
 con otros mercados en estos tiempos de espacios integrados, no es nada 
fácil. Pero lo peor es “dejar hacer”, “dejar pasar” y no atreverse a dar
 el paso adelantado para la integración nacional. Seguir 
buscando culpables adentro y afuera del país tampoco es la solución. 
Quienes crean que los mercados internacionales se inspiran en términos 
de justicia están equivocados. Guste o no allí priva la ley del más 
fuerte, derivada de la libre competencia. De la batalla de la eficiencia
 (precio-entrega-calidad). Mientras los dirigentes de partidos, de 
gremios profesionales y técnicos, de sindicatos, de ONG, de gobiernos, 
etc., no entiendan esa realidad la situación de país no va a cambiar por
 mero hecho de elegir otro gobierno. De allí la ineludible e 
impostergable obligación que tenemos los ciudadanos de hacerla cambiar 
mediante la participación y la exigencia a nuestros líderes 
independientemente de los ambientes políticos, económicos, laborables, 
sociales, religiosos, culturales y deportivos en juego... De seguir 
pasiva nuestra actuación ciudadana -repito- las cosas seguirán igual.  
Nuestro desagrado social aumentará.
 Se requiere 
-entonces- una cruzada de concienciación nacional, regional, municipal, 
parroquial, para hacer del país nuestro compromiso creador. Hay
 gente pensando y trabajando en esta dirección; pero no lo 
suficientemente convencida. Acá en Guayana mismo hay movimientos 
nacientes sumando voluntades a pesar de la resistencia a los cambios de 
partidos u otras organizaciones laborales y sociales. Se habla mucho de 
falta de planes y de proyectos. Sin embargo, soy de los que piensa que 
nos hace falta más bien voluntad política para hacer las cosas en su 
momento, bien y correctas. Harto estamos de leyes y ministerios. De 
diagnósticos. De dirigentes populosos y corruptos. Interesados solo en 
servirse asimismo y no servir a la gente como lo establece las 
competencias constitucionales. De lo que se trata es de un problema de 
gerencia pública eficiente y transparente, conducida por líderes 
capacitados, conocedores de sus funciones y con la voluntad de 
compromiso moral y ético con el país; capaz de rodearse con los mejores 
pensadores y creadores de bienes, obras y servicios. 
Twitter: @renenunezr(*)InternacionalistaPueden oírme en Diplomacia de Micrófono, de 1:00 a 2:00 pm por la emisora La Mejor FM 91.5, acompañado del Lic. George Bello.
FUENTE. Correo del Caroni
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