Piénsalo bien, tu voto puede salvar a Venezuela
Rafael Grooscors Caballero
Lunes, 11 de abril de 2011
Muchas veces hemos planteado el problema de la abstención electoral
como una cuestión de índole moral, que va mucho mas allá de la simple
decisión, democrática, de cada uno de quienes se niegan a participar
electoralmente en situaciones como las que atraviesa Venezuela en la
actualidad. En una sociedad abierta, organizada por los cánones de la
modernidad, el individuo también tiene derecho a no participar en el
debate público y político, aún cuando esté consciente de que su cualidad
de ciudadano le apareja un cúmulo de deberes cuyo cumplimiento debe
determinarse como una muestra mínima, pero esencial, de solidaridad con
sus semejantes y coterráneos. En condiciones normales, un voto más o un
voto menos no hacen la diferencia para decidir la existencia o la
supresión de un país, dentro de un contexto histórico determinado. Pero
no es este el caso de la Venezuela actual; no estamos viviendo dentro de
una normalidad y ni siquiera debemos pensar que pasamos por una simple
coyuntura, en cuya ligera distorsión las mismas circunstancias que la
acompañan se encargarian de corregir. No. Venezuela vive, de verdad, un
episodio dramático, cuya continuidad amenaza su calidad de nación, de
país, de república soberana, como herencia de nuestros Libertadores y
como propiedad de todos los que nacimos en su territorio.
En 1958, cuando elegimos Presidente a Rómulo Betancourt,
inmediatamente después de la caída de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez, el índice de abstención fue inferior al 8% y en los procesos
electorales sucesivos más bien bajó a más de la mitad del dígito
indicado, señalando un creciente deseo de participación del venezolano
en las justas electorales. Una decisión firme de consolidar el régimen
democrático. No obstante, cuando ocurre la segunda nominación de Carlos
Andrés Pérez, (¿rechazo a la reelección?) la abstención llegó a un
18%; es decir, se comenzó a revelar que una importante porción del
electorado expresaba desconfianza o desinterés por las propuestas
presentadas para su discernimiento. Tal vez cansancio. Pero, es después
del “caracazo” y de la aparición de los golpes de estado frustrados del
92, promovidos por grupos de oficiales de las FAN, bajo el mando del
actual Presidente Chávez, cuando comienzan a darse, en inmediatas
elecciones presidenciales, márgenes de abstención significativos,
superiores al 30%. Podríamos decir una abstención “militante”, por su
tamaño y su frecuencia. Abstención que, evidentemente, revelaba
pérdida de esperanzas en el sistema y deseos, por contrario imperio, de
un cambio sustantivo en la manera de concebir el ejercicio de gobierno.
Para las elecciones del 2000, incluso, la abstención llegó al 42%.
En todos los últimos procesos electorales una buena parte
de los venezolanos inscriptos en el REP, se ha apartado del
cumplimiento de su obligación de expresar su opinión acerca de cómo y
quiénes deberían dirigir los destinos del país. Entre el 2008 y el 2010,
casi Seis Millones de compatriotas se han mantenido al margen del
ejercicio comicial. Ya somos Treinta Millones los que habitamos dentro
de nuestras fronteras y una masa extensa de Dieciocho Millones tenemos
el compromiso de abrirle las puertas al futuro, con grandeza, o….
cerrarlas, perversamente, para que el país se hunda en la anomia, en la
desorganización social, en la petulante “revolución bonita” propuesta
por nuestros actuales gobernantes, más bien pensando en el modelo
cubano, vergüenza anti-democrática del Continente, o en el modelo de la
Libia de Gadaffi y su Libro Verde, sobre cuya desaparición está cifrada
la esperanza de la gran mayoría de los pueblos de nuestro mundo.
Existen, claro está, muchas razones, o motivos, para
explicar el ausentismo electoral de tantos compatriotas. Incluso, uno de
ellos, el miedo a perder derechos naturales y consagrados ante un
gobierno que amenaza constantemente la libertad individual, conducta
abiertamente promovida por el régimen, hasta ahora, con éxito. A nadie
más favorece la abstención como a quien la manipula, aviesamente, para
enmascarar su propósito dictatorial y herir a la democracia con un
malinterpretado ejercicio de una de sus más nobles herramientas, la del
voto popular. El que se abstiene no vota; pero, por omisión, por no
cumplir con su responsabilidad ciudadana, contribuye a lo peor social y
ayuda a los enemigos de sus valores a imponerse sobre quienes los
defienden de verdad.
Diríamos que lo más importante, en la hora actual, más
allá de las primarias, más allá del nombre del candidato que terminará
escogiéndose por una u otra vía de consulta a las grandes mayorías
populares, es convencer a los venezolanos de que todavía nos queda un
recurso democrático, no controlado por el régimen, mediante el cual
podríamos ratificar lo que dijimos en el Referendo Constitucional del
2007, en el sentido de que no queremos una desviación comunista en
nuestro país. Que no queremos una Cuba ni una Libia totalitarias,
impuestas a la brava sobre nuestra historia democrática. Que lo que
queremos es, cada vez más, justicia, libertad e independencia, para
sentirnos cada vez más dueños de nuestra soberanía, más venezolanos, más
demócratas, más dignos de nuestra historia y de nuestros libertadores. Y
ese recurso que nos queda es el voto. No hay nada que justifique la
abstención. No a la abstención. Los que nos causaron daño en el pasado,
allá ellos con su conciencia. Pero nada de lo hecho por otros fue, o es
tan dañino, como esta entrega brutal de nuestro destino a extraños que
no pueden promover nuestra grandeza; a este sometimiento tan innoble a
la voluntad de un solo hombre, recurrencia caudillista que habíamos
dejado en el olvido, hace ya muchos lustros. A este sectarismo
ideológico, importado, alimentado por intereses contrarios a nuestra
propia manera de ser y al que estamos dejando que tome cada vez más
cuerpo, por la negligencia de los que creen tener demasiadas razones
para no defender al sistema democrático y abstenerse de votar. Seis
Millones se ausentaron de las urnas el pasado 26 de Septiembre. Seis
Millones que terminaron votando por quienes nos quieren doblegar y
reducir a nuestro pueblo a una simple y pobre piltrafa, en manos chinas,
o cubanas, o rusas, o musulmanas, en una traición que ahoga la sevicia
de cualquier otro tráfago imperial.
El slogan del No a la Abstención
debe convertirse en una cruzada solemne, que comience a caminar desde
ya sobre nuestro territorio y sobre nuestra conciencia, de manera que no
quede nadie sin conocer su aguda significación . Venezuela se salva o
se hunde en las próximas elecciones presidenciales. Cuba tiene 52 años
en manos de la dictadura castrista. Libia tiene 42 bajo el yugo de un
demente. Más allá de los pasados doce años vendría una eternidad de
sufrimientos y de carencias, donde lo más lamentable sería la pérdida
de nuestra dignidad humana. El que no vote en el 2012, habrá votado
contra si mismo; habrá votado por empujar a Venezuela hacia su propio
infierno. Hagamos un esfuerzo final, desde ya, a tiempo, para
identificar a los que se han venido absurdamente absteniendo de votar.
Entendamos sus razones; pero vamos a convencerlos de la bondad de
nuestra primera misión, la de captar los millones de votos que nos
faltan y que están en ese amplio abanico que ellos conforman cuando se
abstienen. En ellos está nuestro destino. Confiemos en su cambio de
actitud y derrotemos cualquier reacción pesimista. Tengámoslo bien
claro. Empecemos la cruzada ya, a un año largo de la campaña final y
digamos, con firmeza, con convicción, con amor a Venezuela: ¡No a la Abstención!.