Vinicio Guerrero Méndez
Así dice el Señor: “Maldito el
hombre que pone su confianza en el hombre, y de la carne hace su apoyo, y se
aleja de Dios su corazón”. (Jeremías
17,5) Bendito el varón que confía en el
Señor, y cuya confianza es Dios. (Jeremías 17:7-8)
En este hermoso, bendito y santificado día sábado por el
Señor; finaliza para mí según sea su voluntad este largo pero provechoso
ciclo de articulista en mi vida. Mis
futuras ocupaciones pienso no me permitirán volver a tomar la pluma en mis
manos. Si por cualquier eventualidad deba hacerlo que sea por la voluntad de Dios y no mía. Hoy
bendigo en el nombre del Señor este artículo que les presento y a todas
aquellas personas que creyeron en mí y especialmente a mis lectores. Reciban un
saludo afectuoso.
Habiendo
adorado todo lo demás en la faz de la tierra y en los cielos, el hombre no dudó
en honrarse a sí mismo con dicha adoración. El salvaje de mente sencilla no
hace una distinción clara entre bestias, hombres y dioses.
Era
muy común que antiguamente se le diera adoración -o pleitesía- al emperador,
los reyes, o alguien superior. En cuanto
a este punto, considerar como divino al emperador no era el centro del asunto.
La pretensión era tomada como divina y en consecuencia merecedora de aceptación
absoluta.
La
adoración del hombre por el hombre alcanzó su máximo cuando los gobernantes
temporales requerían tal veneración de sus súbditos que, para sustanciar dichas
demandas, influida por los halagos se declaraban seres descendidos de la deidad.
Hoy
quisiera hacerle una de las preguntas fundamentales de esta vida: ¿Dónde
descansa verdaderamente tu confianza? Sólo hay dos lugares para depositarla:
puede ponerla en los seres humanos o en
Dios. Ahora bien si el objeto de su confianza o devoción es un ser humano, su
figura, o un bien material se le llama idolatría; entonces sería imposible
ponerla en Dios. Cuando la pone en Dios, ya no es posible ponerla en las
personas.
El
hombre en su afán de egolatría y la desesperación del fracaso se obstina en un
camino que no es bueno y arrastra masas por caminos excesivos y exagerados en
busca de amparo y refugio donde no los
hay. Las palabras de su boca son de engaño y otros artificios para segar mentes a la realidad. Eso constituye
un acto del mal porque representa el camino errado para lograr fines justos. Jamás
se logra nada intentando buscar apoyo, en la fuerza humana eludiendo impacientemente
el designio divino. La relación entre pecado y enfermedad es estrecha.
Más
tarde que pronto el sentimiento se verá sombreado por el enojo de la decepción
y el engaño causado y tales consecuencias podrían asomar la ira. Esa en muchos escondida entre puños y dientes
apretados preparándose para una eventual explosión.
La
confianza última en los humanos es maldición para la vida si en lo más
íntimo estamos
afianzados a otras cosas. Eso es hipocresía. Y Dios juzgará sus verdaderas
intenciones, pues él conoce perfectamente lo que hay en nuestro corazón. En suma, el bienestar total de una persona
depende de la total confianza en Dios, solo en Dios te permitirás desarrollar
una fe que no se mueve pero que mueve montañas. Hasta siempre.
¡La oración! No la dejes nunca por nada. Ella
da brillo a tus ojos, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos
los días, sin desistir y Dios te escuchará.
Afectuosamente,
Imperfecto.
VINICIO GUERRERO MENDEZ