CHAVEZ Y LA NARCOGUERRILLA
COLOMBIANA (I)
Gen Carlos Peñaloza
Este es el primero de una serie de tres
artículos sobre los orígenes de la conexión del presidente
venezolano con las FARC_ELN. Uno de los hitos de esta peligrosa relación fue la
Masacre de Cararabo. Este tema se vuelto a poner de moda debido al rol que allí
jugó el magistrado Eladio Aponte Aponte.
Este relato es un resumen de un capítulo de
mi futuro libro sobre la injerencia de Fidel en Iberoamericana que publicaré
pronto.
La matanza de Cararabo ocurrió la noche del 25
de febrero de 1995 en el Puesto Fluvial “AF. Manuel Echeverría” de la
Infantería de Marina venezolana. Esa noche esta pequeña guarnición ubicada en
la frontera con el Departamento del Vichada en Colombia sufrió 8 bajas. El
vesánico asalto que incluyó el descuartizamiento de los cadáveres fue ejecutado
por una compañía de unos cien hombres del frente Domingo Lain del ELN. Las
autoridades pudieron establecer que la unidad atacante estuvo comandada por el
teniente Francisco León Paolini, desertor de la Guardia Nacional de Venezuela.
La averiguación sumarial sobre el ataque nocturno al puesto militar fue cerrada
prontamente por el gobierno del presidente Rafael Caldera. Como fiscal ad-hoc
una mano invisible designó prestamente al maleable coronel Eladio Aponte Aponte
para conocer del caso en calidad de Fiscal Militar, sin tener jurisdicción en
el mismo. Este funcionario venal condujo una rápida investigación instruyendo
un expediente que excluyó la mención de la presencia de Hugo Chávez a pocos
kilómetros del sitio del suceso, poco antes que ocurrieran los hechos.
Aponte cumplió su misión, Chávez no
apareció en el expediente y el informe sobre los hechos se extravió en los
callejones oscuros de la burocracia. El
caso se engavetó sin investigar a fondo las denuncias de la presencia en
el área del teniente coronel retirado. En ese momento tenía apenas un año de
haber salido de la cárcel sobreseído por
el presidente Caldera, estaba reconstruyendo el MBR-200 promoviendo la
abstención electoral mientras predicaba el posible uso de la fuerza para tomar
el poder. Algunos políticos poderosos, incluyendo al Presidente de Venezuela
y al propio jefe golpista, tenían
razones para que su nombre no apareciera en el informe de la averiguación sumarial. Para evitar
lectores indeseados este documento se clasificó como supersecreto
convirtiéndose en un misterio. Las declaraciones recientes del magistrado
Eladio Aponte Aponte han abierto la caja
de Pandora de los casos que conoció. Este hecho me ha dado oportunidad para
hacer una investigación de lo ocurrido para tratar de aclarar cuál fue el papel
que jugó Chávez en esa oportunidad.
Hugo Chávez
A partir del golpe de Estado del 4F Hugo Chávez
se convirtió paradójicamente en una estrella política rutilante por haberse
alzado, violando su juramento a la Constitución Nacional. Esto sólo puede pasar
en Venezuela, porque como dijo Bolívar, “Venezuela es un cuartel.” Prueba de
ello es que desde la independencia el país ha sido dominado por la institución
castrense. Los militares han gobernado por más del 70% del tiempo trascurrido
desde entonces y el pueblo mansamente lo ha permitido.
El
día de la insurrección el ex presidente Rafael Caldera, quien toda su vida fue
un político ambicioso, reverdeció sus laureles justificando en un breve
discurso el coup d'etat en un acto de oportunismo político. Esa declaración le
abrió el camino a su segundo mandato. Aunque Chávez fue a parar a la cárcel, su
lugar de encierro se transformó en un santuario de peregrinación. El
paracaidista se convirtió en un activo político muy valioso aunque su
inclinación ideologica era un enigma. Para los venezolanos más humildes que
esperan la llegada de un mesías uniformado que los lleve a la tierra prometida,
Chávez lucía como la última edición de ese roñoso arquetipo.
Luego
del golpe la popularidad de Chávez fue en aumento. Su carisma y potencial
político era evidente. El paracaidista había leído bien el sentir nacional que
en forma miope veía en la corrupción la causa principal de la postración del
país, obviando la influencia del deprimido precio del petróleo en la situación.
Al mismo tiempo el militar no había entendido que el país quería un cambio
pacífico. Desde la cárcel siguió predicando la necesidad del uso de la
violencia para tomar el poder. Para las
elecciones de 1993 todos los candidatos manifestaron que dejarían en libertad a
los golpistas. Para diciembre de ese año la gran mayoría de los detenidos por
la revuelta estaban en libres y reinsertados en los cuarteles luego que sus
causas fueron sobreseidas por Carlos Andrés Pérez y Ramón J. Velázquez. Esos
golpistas estaban libres, pero no arrepentidos y Yare se convirtió en la Meca
de un nuevo culto.
En
diciembre del 93 solo quedaban detenidos los líderes del movimiento MBR-200:
Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, Jesús Urdaneta Hernández, Joel
Acosta Chirinos y Miguel Ortiz Contreras. Aunque en teoría este era un grupo de
iguales, gracias a su “Por ahora” en TV, Chávez se había convertido en el líder
máximo. Mientras en la calle la opinión pública clamaba por su libertad, en la
cárcel Chávez había convertido el 4F en el equivalente venezolano del asalto al
Cuartel Moncada de Fidel. La mayoría consideraba que habían violado la ley,
pero como dijo Oswaldo Álvarez Paz “no tenían duda de la rectitud de sus propósitos”. Para la oposición
Chávez era un blanco apetitoso. Dirigentes de todo el espectro ideológico
empezaron a acercársele para tratar de captarlo para capitalizar su potencial
político. Antes de la toma de posesión de Caldera el ex
presidente Luis Herrera manifestó creer que Chávez al salir en libertad iba a
fundar un partido.
Rafael Caldera
En
las elecciones del 93 Caldera triunfó apoyado por Convergencia que fue un
movimiento político de carácter
aluvional. Este partido conocido popularmente como “el chiripero” estuvo
conformado por un popurrí de grupos, muchos de los cuales eran liderados por
jefes de la izquierda guerrillera
pacificada. Al triunfar la primera acción del presidente electo fue
pulsar el sentir militar sobre la liberación de los cinco líderes insurrectos.
Estando en situación de retiro en enero de 1994 fui invitado a un desayuno con
Caldera en su casa en Tinajero. A ese convite
asistieron el general Rubén Rojas Pérez, el Dr. Fernando Egaña y el Dr.
José Antonio Rodríguez. El presidente me preguntó qué opinaba sobre el tema a
lo cual respondí que los presos debían ser condenados y luego dados de baja y
dejados en libertad. Caldera indicó que eso significaría inhabilitarlos
políticamente, a lo cual respondí que ellos habían cometido un grave delito que
debía sancionarse. También acoté que la inhabilitación política era aplicable solo
durante el tiempo de la condena. No creo haber sido el primero, ni la única
persona en darle este consejo al Jefe de Estado. Terminado el desayuno me
retiré pensando que el Presidente se inclinaba por el sobreseimiento, aunque no
lo dijo expresamente. En ese momento intuí que tras esa decisión había un
interés político. Chávez era una mercancía electoral muy codiciada no solo por
los caciques políticos locales sino también por Fidel Castro quien sufría el
período especial luego del colapso soviético. Como militar sabía que Fidel
tenía un gran plan que solo podría desarrollar teniendo acceso a los
petrodólares venezolanos.
En
febrero del 94 Caldera asumió su segundo mandato y en marzo otorgó el
sobreseimiento a los líderes del alzamiento. Al salir en libertad Chávez se
dedico a reorganizar el MBR 200 como su brazo político cívico militar
manteniendo abierta la posibilidad de un nuevo golpe de estado. Durante esta
época se produjeron varios robos de armas a unidades militares que fueron
atribuidos al MBR 200 para fortalecer su arsenal de combate. Paralelamente
Chávez se dedicó a predicar la abstención electoral. Entretanto en la Habana
Fidel seguía paso a paso sus movimientos.
Fidel Castro
El 13 de diciembre de 1994 Chávez
viaja a La Habana atendiendo una oferta hecha por el embajador Germán Sánchez
Otero para disertar sobre Bolívar en la Universidad de La Habana. Esta
invitación encubría la verdadera razón de la visita. Fidel tenía un plan para
controlar a Venezuela como paso inicial de un proyecto de expansión de su
proyecto iberoamericano. Para ejecutarlo necesitaba captar al popular golpista
que lucía como un presidente en potencia. El sabía que Chávez había sido
infiltrado por Douglas Bravo, pero que a raíz del golpe del 4F había ocurrido
una ruptura. Ahora era el momento de atraerlo y vengarse de los desaires que le
hizo Bravo en 1966.
Al
aterrizar en el aeropuerto José Martí de La Habana el vuelo de VIASA en que
venía el invitado especial, el piloto
recibió instrucciones de colocar la nave frente a la rampa presidencial.
Al abrirse la puerta del avión un funcionario de la cancillería cubana solicitó
al Tte. Coronel Hugo Chávez y lo acompañó a tierra. Al bajar la escalerilla lo
esperaba emocionado Fidel Castro con el alto mando del gobierno revolucionario
y una multitud de periodistas y fotógrafos. Una vez frente a frente por primera
vez Fidel lo abraza fuertemente estableciendo una poderosa corriente de
empatía. Chávez impactado por el gesto confesó a los periodistas Rosa Miriam
Elizalde y Luis Báez: “recuerdo su abrazo y sobre todo su mirada que me
traspasaba y que veía más allá de mí mismo”. A partir de ese momento el
golpista quedo hipnotizado por el cubano y deslumbrado dejó de pensar por sí
mismo, convirtiéndose en un títere de Fidel.
La
invitación de Fidel no era desinteresada. Cuba estaba en medio del terrible
“período especial” de recesión económica que se inició antes del colapso
soviético en 1991. A finales de los años 80 la reducción del subsidio del
Kremlin y el fracaso de los planes agrícolas y pecuarios del régimen había
causado desabastecimiento. Al llegar Chávez por primera vez a Cuba la isla
necesitaba desesperadamente ayuda. El paracaidista venezolano constituía una
tabla de salvación. Su popularidad era inmensa y su potencial para llegar a
convertirse en presidente no era deleznable. Para Fidel seducir a Chávez era una
cuestión de vida o muerte. Debido a la crisis económica Fidel había empezado a
desarrollar el turismo como fuente de ingresos con inversionistas europeos.
Esta nueva fuente de divisas no era suficiente para satisfacer las necesidades
de la isla y menos para acometer los planes de expansión geopolítica de Fidel.
En ese momento la posibilidad de una hambruna titilaba en el horizonte.
Para
generar los recursos adicionales necesarios para mantenerse en el poder, Fidel empezó a desarrollar operaciones
encubiertas con la guerrilla colombiana que se había apoderado del negocio de
la cocaína. Pronto Fidel a través de sus lugartenientes se convirtió en un gran
jefe de cartel al permitir que el territorio cubano sirviera de santuario y
trampolín del flujo de estupefacientes hacia Europa y los Estados Unidos. Estas
operaciones secretas fueron diseñadas de tal manera que su responsabilidad no
fuese rastreada ni probada para evitar sanciones internacionales. De esta
manera furtiva Cuba se fue convirtiendo en un narco Estado. Fidel justificaba
sus acciones con la mentira piadosa que para él la droga era un arma más de la
lucha contra el imperio.
Para
gerenciar la nueva fuente de ingresos Fidel estableció con un grupo de
militares de su mayor confianza un equipo ultrasecreto encabezado por el
general Arnaldo Ochoa. Este grupo entró
en contacto con las guerrillas colombianas iniciando un activo tráfico que
generaba mas divisas que el turismo. El negocio de los estupefacientes además
de abundante flujo de caja engendra corrupción y problemas morales de todo
tipo. En 1989 Fidel se enteró que Ochoa y otros miembros de la banda estaban
desviando fondos para su uso propio. Lo peor era que dado su prestigio militar
el general Ochoa se estaba convirtiendo en una alternativa de poder en Cuba y
esto era inaceptable.
Para
entonces la DEA investigaba el aumento del flujo de drogas en la región y ponía
su lupa sobre Cuba. Para despistar a los investigadores y eliminar un peligroso
rival Castro ordenó la detención de Ochoa y sus lugartenientes. Pese a sus
vehementes votos de fidelidad Fidel decidió en forma sumaria acusarlos de
narcotraficantes procediendo a fusilarlos como chivos expiatorios. De esa
manera reafirmó su liderato interno y se desmarcó del negocio de los
estupefacientes dando a entender que el no formaba parte de la banda.
Simultáneamente hizo ver al resto de la organización clandestina que castigaría
con la muerte a los corruptos. Al hacer hacerlo mostraba al mundo que actuaba
con energía y dureza contra los carteles de la droga. Entretanto Castro en
forma solapada y discreta continuó en forma encubierta sus relaciones con las
guerrillas colombianas para el suministro de la droga. Probablemente debe haber
recomendado a su nuevo discípulo venezolano que para recabar fondos y recabar
armas debía refrescar sus viejos contactos en la frontera llanera. Ese fue el
inicio de una oscura relación cuyo relato continuará mañana.
genpenaloza@gmail.com @genpenaloza
REMISIÓN: José I. Rodríguez
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