Por Carlos E Méndez
Mayo 18, 2012
La mayor y mejor ofrenda a Dios en este tiempo, no son las ofrendas en metálico ni los diezmos sobre los ingresos del creyente, así como tampoco lo es presentarle unas ovejitas robustas como al principio de la creación lo hizo el pastorcito Abel, lo cual suscito la envidia de su hermano el campesino Caín que era agricultor.
Apoyar financieramente o con otro esfuerzo a una determinada iglesia o congregación para que cumpla su más cara misión, cual es predicar el mensaje del evangelio de Jesucristo en su localidad y acoger a los redimidos, es una tarea encomiable. Socorrer a alguien de alguna manera o apoyar económicamente a una determinada persona, puede ser otra forma de servirle a Dios. Ambas pueden suscitar la envidia en otras personas mezquinas y egoístas, ya que la envidia y los celos son sentimientos que marchan tomados de la mano, y se codean con la ingratitud. De hecho, la envidia y los celos en contra del Mesías fue lo que hizo que Luzbel pecara y se convirtiera en diablo y que Judas resultara tan ingrato.
Sin embargo, la simbología de la primera ofrenda a Dios de la que se tiene conocimiento, no eran las ovejitas gordas con las que se presentó Abel, ni el fruto flaco de su cosecha con los que se presentó Caín, puesto que Dios no es carnívoro ni vegetariano, ni lo mucho o lo poco ni ninguna otra cosa que no sea “un corazón contrito y humillado” pueden hacerlo cambiar de opinión. Los presentes, representan el producto del trabajo del hombre que Dios le impuso mas bien como castigo. Y, la ofrenda consiste en la actitud del dador; de la visión o perspectiva espiritual que lo acompañe en el momento de presentarse con su obsequio. Ya que alguien pudiera estar pensando en una retribución más que en el gesto desinteresado al apoyar una obra o al auxiliar a un buen samaritano en su camino por la vida.
“Dios ama al dador alegre“, al que sin mezquindad da sin esperar recibir nada a cambio; porque, “el que le da al necesitado“, trátese de una institución o de una persona, “le presta a Dios“. Claro está, el que una iglesia reciba una ofrenda para su principal misión, no la exonera de implementar un mecanismo social para socorrer a los necesitados, en mayor cuantía “a los pobres, a las viudas y a los huérfanos“… Era esta la razón por lo que clamaba el profeta Malaquías cuando exclamaba: “traed vuestras ofrendas y diezmos al alfolí, para que haya abundancia en Mi casa”; no en la casa del ministro o profeta Malaquías.
Carlos E Méndez
~ El miedo tocó a la puerta; la fe abrió y no encontró a nadie ~
~ El miedo tocó a la puerta; la fe abrió y no encontró a nadie ~