PORTACHUELO. Por: René Núñez
Revolución sin justicia social
En estos tiempos -dizque- de revolución en Venezuela, uno no aprecia las bondades. La promesa de justicia social sustentada en el discurso de sus promotores no se ha materializado en cuanto a igualdad de oportunidades y respeto a los derechos humanos de los venezolanos.
Por ningún lado se ha garantizado la equidad como condición -sine qua non- para que cada nacional pueda desarrollar su talento, su conocimiento bajo un clima de paz y seguridad. Los revolucionarios de ayer, hoy en el poder, defendieron la capacitación de los jóvenes para luchar por una sociedad más justa, en su país y fuera de él. Por los años setenta en los cafetines de la UCV era normal oírles la dialéctica discursiva. Ahora, ni por el carajo, la recuerdan o practican por el temor que siempre han tenido a la diversidad del pensamiento y a la inteligencia.
Se les olvidó que la prédica de satisfacción de necesidades básicas comunes de la gente -de ese entonces- se mantienen, pero en grado superlativo. Fundamentalmente aquellas relacionadas con los derechos humanos: el derecho a la propia identidad y pertenencia, a la supervivencia, a la educación, a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto.
Por esas injusticias, izquierdistas de la época, tomaron las calles para persuadir a los gobiernos de turno a dar respuestas al clamor social. Desde el poder, han estado haciendo lo contrario. No solo han ilegitimado los paros y las huelgas, sino también han ido contra sus protagonistas por defender las mismas causas cuando ellos no eran gobierno. Con sus conductas públicas han mostrado ser enemigos de la justicia social. La justificación, muy sencilla, la revolución es lo más importante “No importa que no haya qué comer, que no se tenga vestimenta con tal de defender la revolución”, palabras más palabras menos se le oyó decir en sus comienzos al jefe supremo de la revolución.
En 14 años de mandato revolucionario la lucha contra la distribución desigual de bienes que son de todos, la prometida paz social, ha brillado por su ausencia. El balance de las desigualdades sociales ha llegado a niveles insostenible, caracterizado por el desprecio al desarrollo humano y de la sociedad venezolana entera. La crisis económica-social y la pérdida de valores son causales que explican el porqué del incremento de la violencia en todo el país. Las ofertas de vivienda, empleos, salud, educación, seguridad natural y jurídica, infraestructura, han estado por debajo de las demandas sociales.
Los bienes de Venezuela son de los venezolanos. Sin embargo, por la manera como se administra, se utiliza y se dispone de ellos, pareciera fueran de exclusividad de los revolucionarios que hoy nos gobiernan. Esa sensación la sentimos las mayorías nacionales. Entretanto, la pobreza aumenta, no hay empleos suficientes, no hay trabajo decente, el acceso al bienestar social y la justicia social solo está reservado a los burócratas de la revolución. Según la literatura marxista, los trabajadores en el capitalismo son explotados, no reciben salarios y sueldos justos, ni los beneficios de la plusvalía; pero en esta revolución las desigualdades se incrementaron llegando al extremo sus actores de convertirse en enemigos de los trabajadores al negar sus convenciones colectivas, destruir los sindicatos, perseguir y enjuiciar a sus dirigentes, secuestrar participaciones accionarias de trabajadores (clase “B” de Sidor), e imponer a la fuerza una ley laboral con pensamiento de los años 50.
Internacionalista
@renenunezr
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FUENTE: Coreo del Caroní