Jueves 20 de septiembre de 2012
“Los miserables” del chavismo
Si
algo ha logrado este período político prosaico, es habernos obligado a
entender lo ruinoso de la mala interpretación comunicacional entre
impares. Todo se ha torcido al extremo, que pocas veces logramos
entendernos en una misma línea de interpretación. Brotan los epítetos
maliciosos para descalificar al opositor, con el agravante, que siempre
conllevan a tratar de superar entuertos surgidos de “tontas” ideas
propuestas por el mentor revolucionario, ya gastado y delirante, quien
sigue creyendo en su “por ahora” transformado en “nunca”.
Ya,
a pocos días de las elecciones debemos ir pensando en lo que tenemos
que hacer para compensar el tiempo perdido en esta anti revolución sin
sentido, sin olvidar que el tiempo no pasa en vano, por lo que tendremos
que aceptar la mancha roja en la historia vivida, ojalá solo para
memoria de lo que no debe ser y para ejemplo de lo que aún nos queda por
hacer. Al final, como lo
estamos viendo, no nos queda más remedio que retrotraernos al “si lo
hubiéramos sabido”, para enrostrarlo como castigo a los
“revolucionarios”, que bien pudiéramos llamarlos “traidores” o
“miserables”, y como Víctor Hugo en su novela podemos perfilar como
odisea sus razonamientos sobre el bien, el mal, la ley, la política, la
ética, la justicia y la religión, que ponen como inspiración para
idolatrar al jefe máximo en decadencia.
No
pueden ser más miserables, cuando hundidos en su engaño y confundidos
por la triste realidad del fin de su maledicencia, solo se les ocurre
invocar la guerra, recurso perverso del sin razón, que intenta
amedrentar al opositor “enemigo” y transformar su propio miedo en
muestra de valentía que no serán capaces de demostrar. Es
la tesis del “todo o nada”. La miseria de quien el egoísmo lo atrinchera
en una pútrida coraza que a su vez le sirve de camuflaje para hacerse
el inocente y expiar sus culpas. La miseria del héroe que transforma un
museo militar en la cumbre del Monte Sacro para creer mejorar el
juramento de Bolívar. La terquedad de creer que la historia puede
repetirse e insistir en no percatarse del fracaso del castro-comunismo y
la “bobada” de imaginarse que pueden reinventar el Arca de Noé o
transformar la edad de piedra en era de diamante.
Son
14 años de miseria y desencantos. Para muchos, la gran oportunidad que
les permitió asaltar el erario público hasta la saciedad; el reencuentro
de dos culturas: la de los “vivos rojos” y la de los “rojos pendejos”;
unos exaltando a los otros para que con fuerza arrastren las cadenas y
la carroza, mientras ellos se atrincheran para defender posiciones y
preparar el “gran escape”. Descubrir esta simbiosis ha sido la mejor
tarea de Capriles, que le ha permitido abrirle los ojos a los “rojos
pendejos”, desenmascarando a “los miserables” que no encuentran
alternativa porque no existe. No hay dudas, existen dos grupos de
electores de quienes depende continuar con este falso proceso
revolucionario o cambiarlo para recuperar un racional sistema
democrático firme políticamente: los “rojos pendejos” y los ni, ni”. En
la medida que la racionalidad entre en ello, lo lograremos.
Enrique Prieto Silva