Marzo 17, 2013
Por Carlos E Méndez
La VIDA y la MUERTE
Se vuelve a nacer cuando nacen de nuevo las
esperanzas. Y, se muere, cuando mueren las ilusiones o se nos extingue
la vida. El presidente no completó su sueño dorado de convertir a
Venezuela en otra Cuba y/o mar de su felicidad. Lo que los Castro nos
regresaron fueron sus restos, pero la leyenda dirá que reposan en una
cripta en la patria de Marti, por la que sacrificó, despojó y humilló a
la patria del libertador de naciones: Bolivia, Colombia, Ecuador,
Panamá, Perú y Venezuela.
Los muchachos de Venezuela luchan para forjarse un
destino, lo cual los impulsa a estudiar y trabajar duro por un futuro
promisor. Es lo que se estila en las sociedades libres donde los jóvenes
aspiran a incorporarse al progreso global. Al presidente, se supone le
enseñaron estos mismos principios, pero también lo dogmatizaron con la
filosofía comunista sobre que las injusticias sociales solo se pueden
superar a través de regimenes militaristas y estatistas que expropian a
los afortunados para repartirles migajas a los menesterosos. Las
fracasadas revoluciones Stalinista, Maoísta y Castrista, no le indicaron
nada. Muy por el contrario, en Fidel halló al abuelo al que tal vez
nunca conoció; lo asocio con el bandolero de su pariente Maisanta, y
construyó su propia leyenda a costa de realazos.
Su enfermiza obsesión por ese sofisma populista, lo
condujo a trastocar la historia patria para ampliar la división de
clases y sacar ventaja electoral, lo cual significó el éxodo de cientos
de miles de compatriotas y la muerte a manos del hampa desbordada, guapa
y apoyada, de no menos de doscientos mil venezolanos en su mayoría
jóvenes de los sectores más humildes del país. El corazón de los
chavistas, irónicamente se les fue a morir a Cuba. La providencia le dio
la virtud de nacer en el Edén; en Venezuela. Pero la serpiente caribeña
lo arrastró a su guarida y lo indujo a comer del fruto prohibido. Su
Petro fortuna le granjeó muchos amigos dentro y fuera del país, quienes
seguirán aplaudiendo sus quijotadas cual focas de circo, y añorando la
reencarnación de su mesías (con minúscula).
Carlos E Méndez
- El miedo tocó a la puerta; la fe abrió y no encontró a nadie -