5 de septiembre 2013 - 00:01
¿Corrupción invencible?
El
político Gonzalo Barrios hace unas décadas sentenció agudamente que en
Venezuela se roba porque no hay razones para no hacerlo.
Lamentablemente, los hechos parecían darle la razón. Más adelante, un
Presidente desde su solemne tribuna “revolucionaria” afirmó que en
Venezuela muchos tenían justificadas razones para robar. Ahora, desde
el Gobierno, se dice: “Si no acabamos con la corrupción, ella acabará
con nosotros”. ¿O ya lo hizo?
Es
un chiste decir que Maduro y su predecesor no han podido combatir la
corrupción porque la población y la Asamblea Nacional no les han dado
un especial poder habilitante para legislar.
Corrupción
no es solamente el robo, es también el nepotismo que ha florecido de
manera frondosa y descarada en los últimos años, empezando por la
familia presidencial. Corrupción es el nombramiento de personas
incompetentes e ineptas para los cargos por el mero hecho de ser leales
a la “revolución”. En consecuencia, en sus manos se hundirá esa
empresa, ministerio o instituto. Corrupción es apropiarse del poder
judicial para ayudar a los míos y a la “revolución”, y perseguir a los
otros. Corrupción es despojar a la mitad del país de su condición
respetable por no ser del partido oficial, ni comulgar con el fracasado
modelo soviético-cubano, y es elaborar listas para expulsarlos de su
trabajo y convertirlos en delincuentes “fascistas” y “lacayos del
imperialismo”. Corrupción es desviar los ingresos petroleros en lugar
de invertirlos para incrementar la capacidad productiva nacional de
bienes y servicios prioritarios y generar más trabajo fructífero.
Corrupción es no producir para 70% más pobre del país una educación de
calidad que les permita salir de la pobreza y disuadir a los que tienen
vocación de educadores con una descalificada carrera y pobremente
remunerada; es dejar que los hospitales públicos se caigan a pedazos,
abandonar las políticas de salud, pagar una miseria al personal y
empujar a los médicos fuera del país. Corrupción es tratar los bienes
públicos como botín privado de un grupo que se los apropia para sí y
los suyos, y con especiales facilidades e impunidad para los que
ejercen altos puestos.
La
corrupción no es una fatalidad sino la falta de voluntad eficaz y
competente para vencerla por su carencia de virtudes públicas,
transparencia y sanciones. Cuando la sociedad y las empresas están ante
funcionarios que se compran y venden, la corrupción se vuelve ley
porque, como dijo Guzmán Blanco: “Aquí ningún negocio prospera sin mi
bendición, ni fracasa si yo participo y respaldo”. La oscuridad y falta
de transparencia, cultivadas sistemáticamente en las finanzas y
presupuestos multimillonarios son criaderos de corruptos. Si
además le preparamos el piso cultural haciendo creer que somos un país
riquísimo, donde lo público no cuesta sino que llueve del cielo,
fomentamos la cultura del saqueo y de la corrupción.
Si
los recursos son abundantes como el aire, no es delito despilfarrar,
sin ahorrar, invertir, sin crear, sin rendir cuentas, sin producir ni
administrar bien.
Éste es el mejor terreno para que la población tolere y cultive la
corrupción y la apropiación de lo público, siempre que se deje algo
para los demás. Corrupción es impedir que se enseñe en la escuela el “no matarás”, “no robarás”, “amarás al prójimo como a ti mismo”;
es también anunciar una Constitución como “la mejor del mundo” y
violarla cuando impide adueñarse del poder y perpetuarse en él.
Corrupción es obligar a los medios de comunicación social a deformar y
ocultar la realidad o vender lo falso como verdadero.
Se
me acaba la página y no puedo mencionar los cientos y cientos de casos
escandalosos y multimillonarios que se han denunciado y no han sido
investigados porque son de “nuestro bando” (ver el Estado Delincuente
de Carlos Tablante y Marcos Tarre Briceño).
¿No
les parece una tomadura de pelo decir que con todo esto el Ejecutivo
nada puede hacer sin poderes especiales “habilitantes” para el
Presidente y si la Asamblea no le concede sus funciones de legislar?
¿No sería mejor que renunciara si no puede?
La
primera fuente de anticorrupción es la responsabilidad ciudadana y el
respeto a la dignidad de los venezolanos con la profunda convicción de
que los actos de robo, corrupción y asesinato son atentados a la vida
digna de los venezolanos, sobre todo de los más pobres. Es lamentable
que estas cosas tan sencillas y evidentes se conviertan en politiquería
y nos quieran tapar el sol con un dedo.
FUENTE: El Nacional